Napoleón Bonaparte fue una de las figuras históricas más interesantes. Como líder de la Francia posrrevolucionaria, Bonaparte signó la política europea y mundial durante gran parte del siglo XIX.
Napoleón falleció el 5 de mayo de 1821 en la Isla de Santa Elena, desterrado al haber sido derrotado en la Batalla de Waterloo frente a Inglaterra. Así se terminaba la vida de un hombre que había, en apenas una década, logrado el control casi total de Europa.
Uno de los temas más interesantes de la vida del Petit Corporal fue su relación con los judíos. Al día de hoy, este vínculo atrae innumerables interpretaciones de historiadores.
En principio, Napoleón tuvo una mirada mucho más benigna que las monarquías absolutas que lo combatieron. Es importante señalar que ya la Revolución Francesa ya había sancionado la igualdad ante la ley de todos los pueblos.
Napoleón estuvo en lo que hoy es Israel antes de ser Emperador. En 1799, el entonces general del ejército francés sitio la ciudad de Acre, hoy Akko. Ese sitio finalizó con la derrota de Francia frente a los Otomanos, lo que significó un duro golpe para los planes napoleónicos.
Con estos antecedente, en el Primer Imperio Francés se levantaron las prohibiciones respecto al culto y a la propiedad para los judíos. También, se les permitió vivir por fuera de los ghettos. Durante el gobierno de Napoleón se creó el Gran Sanhedrin, una insitución ad hoc creada para posicionarse sobre temas de interés judío.
También hubo legislaciones contrarias. En lo que muchos entienden un esfuerzo por asimilar a la población judía, en la Francia napoleónica también se obligó a los judíos a usar nombres franceses y se reguló fuertemente la vida judía a través de leyes.
De todos modos, la restauración del Congreso de Viena posterior a la caída de Napoleón barrió con la mayoría de los avances en relación con los judíos. La monarquías conservadoras europeas regresaron a políticas muy restrictivas para el pueblo judío.
La aversión de las potencias hacia Napoleón y los judíos fue notable. El zar Alejandro I, por ejemplo, reaccionó fuertemente frente al Gran Sanhedrin y exigió una protesta de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Por su parte, Klemens von Metternich, el cerebro detrás del Congreso de Viena, escribió alguna vez que temía “que los judíos crean que Napoleón es el Mesías prometido”.
Desafortunadamente el resultado de éste Sanedrín nombre no usado desde hacía un milenio y medio,no fué el esperado ni por Napoleón ni por los judíos: se evocaron antiguas presuntas reuniones secretas y fué así como cuando los judíos salieron del gueto se encontraron con el antisemitismo moderno.