Vieja y muy conocida es la profunda rivalidad entre el Hamas palestino que gobierna en Gaza y el Estado de Israel. El Hamas desconoce la legitimidad de Israel y aspira a borrarlo del mapa, mientras que la postura oficial de los gobiernos israelíes ha sido siempre que Hamas es una organización terrorista islámica y, como tal, no hay reconocimiento posible de ella y, menos aún, diálogo o negociaciones. Los rounds de violencia y guerra abierta entre estos dos enemigos se repiten esporádicamente desde 2006, cuando Hamas se adueñó de la Franja luego de que Israel se retirara de ella.
Cada episodio de violencia entre Hamas e Israel tiene sus particularidades. Para analizar la que actualmente está en curso una pregunta pertinente es: ¿por qué justo ahora se ha desatado este terrorífico escenario en el que hasta ahora se han lanzado desde Gaza cerca de 1,750 cohetes y misiles a Israel, y éste ha respondido con una lluvia de bombardeos aéreos y fuego de artillería sobre numerosos blancos dentro de la Franja?
¿Qué explica la repentina andanada de cohetes y misiles con que dio inicio esta crisis? El registro de los acontecimientos previos a ella apunta a un hecho básico: el gobierno israelí no previó lo que se venía no sólo por una falta de eficiencia (desde hace dos años y medio sólo funcionan a medias distintos gobiernos de transición), sino también por estar distraído y centrado en la “grilla” interna relacionada con la lucha partidaria y las posibilidades de integrar coalición gobernante tras las elecciones del 23 de marzo pasado.
Resulta difícil imaginar que un premier como Benjamin Netanyahu pueda abarcar en su cabeza y atención algo más que su obsesión por permanecer en el cargo y navegar adecuadamente por el juicio que se le sigue a causa de los delitos de los que se le acusa. A lo que se agrega que, para buena parte del establishment apegado a él, la cuestión palestina había pasado a ser un tema no prioritario en la agenda nacional. En la medida en que Trump había aprobado la posibilidad de anexión israelí de 30% de Cisjordania —proyecto que no se concretó— y había maniobrado para que Emiratos Árabes, Bahrein, Marruecos y Sudán establecieran relaciones diplomáticas con Israel, el cuadro que se proyectaba en muchos de los altos círculos políticos israelíes era que, mientras se avanzara en las relaciones con países del mundo árabe, se podía seguir manejando y controlando la cuestión palestina como hasta entonces, sin preocuparse con seriedad por solucionarla.
Hubo, además, en el último mes hechos concretos que contribuyeron a que el Hamas encontrara una oportunidad de oro para preparar una ofensiva como la actual. Se trató de los diversos estallidos de violencia entre árabes de Jerusalem oriental, jóvenes judíos de ultraderecha y fuerzas policíacas durante los días iniciales del Ramadán, a lo que se sumaron los enfrentamientos y refriegas entre árabes israelíes, palestinos, judíos y fuerzas del orden en el área del Monte del Templo donde están ubicadas las mezquitas. Todo eso, más litigios en tribunales sobre expropiación de propiedades de residentes árabes de Jerusalén Oriental, creó una atmósfera propicia a que cualquier chispa que brincara desde Gaza encontrara garrafas de gasolina prestas a extender incendios entre la población árabe de Israel, resentida por su marginación social en varias áreas.
Es así que el panorama no puede ser más lamentable y preocupante. No sólo las poblaciones civiles de Israel y Gaza están sufriendo la tempestad de proyectiles que siegan vidas y destruyen propiedades, sino que, simultáneamente, en las ciudades israelíes de población mixta se han desatado ataques vandálicos de árabes a judíos y viceversa, incendios de sinagogas y mezquitas, intentos de linchamientos, golpes, insultos y amenazas, bajo la inspiración de los operativos militares entre Hamas e Israel. Quienes han vivido como vecinos pacíficos durante décadas hoy se transforman en potenciales enemigos de los que hay que desconfiar. Eso sucede hoy en localidades como Lod, Ramle, Acre, Bat Yam y la misma Jerusalem.
Como último apunte vale la pena mencionar que, ante la cancelación por parte del presidente Abbas de las elecciones palestinas que estaban programadas para el 22 de mayo, Hamas, mediante su ofensiva contra Israel, se vio en posibilidad de mostrar su músculo ante el público palestino, con el consecuente debilitamiento del gobierno de Abbas y un creciente apoyo popular a favor de Hamas, cuya agenda está marcada básicamente por el uso de la fuerza y el terror. Lo que hoy sucede en esas latitudes podría muy bien asemejarse a una tragedia griega dentro de la cual todo se concatena para un escenario en el que reinan la devastación, el caos, el odio y la muerte.
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