¿Hay una agenda para el futuro?

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El 14 de mayo de 1948, se proclamó el nuevo estado de Israel. Ahora se preparan para celebrar su 64 aniversario.

El Estado de Israel se apresta a celebrar un nuevo aniversario de su creación. Para un país y para una nación, cumplir 64 años es un plazo muy corto frente a la mayor parte de los países europeos y aún de los países latinoamericanos, casi todos los cuales han celebrado ya sus 200 años de independencia; pero no es tan poco si la comparación se traslada hacia los países africanos, la mayor parte de los cuales comenzó su vida independiente en la década de los 50 y de los 60.

En todo caso, dicen que uno es tan joven como se siente, y sin duda esto se aplica también -y quizás con más razón- a los países. ¿Se aplicará también a Israel? La opinión mayoritaria es positiva: las descripciones que se escuchan hablan de la sociedad israelí como de una sociedad pujante, activa, curiosa, inquieta, insolente, satisfecha e insatisfecha al mismo tiempo consigo misma. Estas descripciones suelen ser las más repetidas y corresponden a rasgos que todos identificamos, en mayor o menor medida, con la juventud. Y ciertamente todos hemos sido testigos del asombro de los turistas asiduos, que en cada viaje confiesan encontrar nuevas construcciones, nuevos paisajes urbanos, nuevos desarrollos.


Comparto esa opinión. Creo que la sociedad israelí es -o se siente- joven (con todo lo que ello implica de positivo pero también de negativo), y las continuas y fuertes corrientes inmigratorias que se han sucedido a lo largo de la corta historia del Estado han aportado lo suyo para esa sensación. Pero cuando me pregunto cómo visualiza un joven Estado su futuro y cómo se prepara para entrar en él, la prensa cotidiana me recuerda que el Primer Ministro prefiere insistir cada vez que puede que vivimos sujetos a una amenaza existencial; cada tanto se anuncia un simulacro local de ataques aéreos o de cohetes; y creo que nadie (salvo quizás algunos políticos) piensa que nuevas elecciones cambien en algo la situación actual, porque ningún liderazgo que valga la pena asoma la cabeza. Y vuelvo entonces a preguntarme: ¿tiene esta sociedad una agenda para el futuro?

Naturalmente, la primera condición para poder contar con tal agenda es tener confianza en la existencia de un futuro. Y quien tiene esa confianza hace planes, diseña proyectos, construye horizontes. Ahora bien, ¿es posible hablar de planes de largo plazo, cuando el discurso gubernamental parece empeñarse en que nos concentremos -hoy- en el riesgo de un bombardeo nuclear?

Parece que sí se puede; hace un año el Primer Ministro y el Ministro de Finanzas instalaron una Comisión ad-hoc (con representantes de ambas oficinas, de Banco de Israel, etc) para “la formulación de una estrategia de largo plazo que eleve a Israel (supuestamente al cabo de 15 años) al estatus de uno de los países con el mayor estándar de vida para todos sus ciudadanos” se contrató, previa licitación internacional, a la Organización Rand para que apoyara a dicho comité en esas tareas, bajo la premisa de que “ubicar a Israel entre los primeros países del mundo, en términos de estándar de vida y de fortaleza socio-económica, es un objetivo compartido por todos”. Y las experiencias recientes en materia de propuestas de planes de largo aliento, en cuya preparación participaran autoridades gubernamentales, no se detienen ahí.

Desde hace tres años circulan varios documentos con propuestas de planes de largo plazo para desarrollo económico del país.[1]

Ciertamente esos documentos se escribieron poco antes del estallido de la crisis internacional del 2008, aunque en los diagnósticos presentados sobre el estado de la economía israelí se destacaba ya la preocupación por temas tales como la baja tasa de participación en el mercado laboral y la existencia y persistencia de una economía dual. Ésta se caracteriza por el hecho de que algunos de sus sectores están altamente tecnificados, tienen buena productividad y pueden pagar buenos salarios y son internacionalmente competitivos; mientras tanto los otros -que en el caso de Israel son largamente mayoritarios y ocupan a la mayor parte de la fuerza de trabajo- abarcan a muchos de los sectores de la manufactura y de los servicios, con baja productividad y bajo crecimiento, y bajos salarios. En la literatura económica, cuando esas situaciones de dualidad adquieren rasgos de permanencia, se habla de la existencia de heterogeneidades estructurales, que es necesario corregir para evitar que se perpetúen situaciones de profunda inequidad.

Pero todas estas propuestas que se proyectan en el largo plazo, y con las cuales se podrá estar de acuerdo o se podrá disentir, comparten sin embargo una convicción común: la firme creencia en un futuro para esta sociedad, y un futuro que se desarrolle en paz.

Es en este contexto que puede planearse hacia adelante, y no en un ambiente caracterizado por el manejo -desgraciadamente eficaz- de angustias muy frescas en la memoria colectiva. La esperanza es siempre una tensión hacia adelante, jamás una invitación a perpetuar el presente. Y sin embargo, parecería que es a eso último a lo que se nos está convocando. Y es frente a eso que se ha de reaccionar, en especial en una fecha como ésta.

En estos días, en los que tanto se habla de la reanudación de las manifestaciones del verano (que es a mi juicio una forma de banalizar esas manifestaciones, como si ya formaran parte de algún calendario de festejos), corresponde rescatar de ellas, en particular, la esperanza que emanaba de sus propuestas, esperanza que era y es señal segura de la existencia de un futuro, y sobre todo de un futuro posible. Y para ese futuro vale pena construir una agenda.


[1] Se trata de varios documentos, entre los que destaca un estudio preparado por la Fundación EEUU-Israel de Ciencia y Tecnología (USISTF por su nombre en inglés) titulado Israel 2028: Visión y Estrategia para la Economía y la Sociedad en un Mundo Global y editado por David Brodet, actualmente presidente del Consejo de Directores del Banco Leumí.

Un documento contemporáneo, también del año 2008, es el preparado por el Economic Strategic Institute (ESI) y titulado Israel 2020: Una visión estratégica para el desarrollo económico. Uno de los autores de ese documento, Clyde Prestowitz, que es el presidente del ESI, figura también en el comité ejecutivo de la USISTF (área de globalización) y como participante en la formulación del documento Israel 2028. En los Informes Anuales del Centro Taub para Estudios de Política Social en Israel, cada uno de los capítulos contiene también propuestas de cambios y mejoras.

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