Henrique Cymerman: Somos víctimas del periodismo Mc Donalds

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El don de saber preguntar es algo muy valioso para el periodismo, pero saber interrogar con inteligencia y astucia habla de otra cosa, que no es sólo un don sino una cualidad. Henrique Cymerman, nacido en Portugal y emigrado a Israel a los 16 años, es ejemplo de ello: locuaz, profundo, reflexivo, lúcido, intrépido y creativo son algunos de los calificativos que se asocian a su persona. Valiente y juztspán para afrontar algunos reportajes “no convencionales”, para llamarlos de cierta manera, como los que realizó a Zaina Bin-Ladin y Omar Osama Bin-Ladin, esposa e hijo respectivamente de Osama Bin-Ladin; Ahmed Yassin, líder fundador de Hamás; y Abdalla Shami, líder de la Yihad Islámica en Gaza.

Entre otras entrevistas que realizó Henrique Cymerman, se destacan las de Yasser Arafat, expresidente palestino; Mahmud Abbas, actual presidente palestino; Suliman Demirel, presidente de Turquía; Abdel Halim Hadam, exvicepresidente de Siria; y Hussein, ex rey de Jordania. A este listado se suman Itzjak Rabin Z’L, Shimón Peres Z’L, que le solicitó especialmente que sea quien escriba su biografía actualizada, Binyamin Netanyahu y el Papa Francisco, entre tantas otras personalidades mundiales.

Cymerman recibió un sinfín de reconocimientos, entre los cuales podemos mencionar el Premio de la UNESCO, Periodista Sin Fronteras y Doctorado Honoris Causa, el de Universidad de Málaga (2010), el que le encomienda el Rey Juan Carlos I: Orden del Mérito Civil (2012), el Premio Derechos Humanos Abogacía Española (2014) y el Premio Derechos Humanos Water Law (2014). Estudió el BA Ciencias políticas y Sociología y MA Ciencias Sociales, ambos títulos obtenidos en la Universidad de Tel Aviv.


NS: ¿Cómo influyó ser inmigrante en el desarrollo de tu carrera profesional?
HC: Creo que muchísimo. Nací en un país pequeño, Portugal, donde aprendí muchos idiomas. Provengo de una familia mitad ashkenazí y mitad sefaradí. El hecho de haber inmigrado a Israel con todos estos ámbitos culturales por detrás, a mis espaldas, marcó lo que soy e hice en mi vida. Trabajé en educación, fui profesor en la universidad. Luego me desempeñé en educación no formal, fui director de Kiriat Moriah (2) en Jerusalén. Este es un lado mío menos conocido que no me salió contar antes. Ahora, luego de veintiséis o veintisiete años, me doy cuenta que es una parte muy importante de mi formación también. Salí al mundo del periodismo con ese bagaje cultural que tengo y que me sigue acompañando hasta el día de hoy.

NS: Si tuvieses que elegir tres de todas tus entrevistas realizadas, ¿cuáles elegirías y por qué?
HC: Obviamente es fácil decirte la primera. Es la última que le realicé a Itzjak Rabin veinticuatro horas antes del asesinato. Es una entrevista que me marcó el resto de mi vida, no sólo como periodista sino también como ser humano. Haber estado con Rabin, veinticuatro horas antes que lo maten por sus ideas, justamente en manos de un judío, fue terrible, muy fuerte, muy potente. En esos tiempos estaba en los comienzos de mi carrera, llevaba cuatro o cinco años como periodista, era bastante joven y fue tremendo. Entendí que la historia cambiaba a partir de ese momento. Que esas tres balas que mataron a Rabin, torcían el curso de la historia y de hecho eso ocurrió. Normalmente soy más optimista que pesimista, pero sé que a veces los pesimistas tienen razón. En este caso tuvieron toda la razón. Cambió la historia realmente. Esa entrevista fue extremadamente importante para mí. No tengo otra entrevista en particular, pero si decenas de entrevistas a Shimón Peres. Debo decir que contrariamente a lo que me imaginaba antes de su fallecimiento, para mí fue una pérdida personal. No miré a Shimón Peres como el líder, el gigante, de verdad era gigante. Un hombre que se adelantó a su tiempo, quizás ese fue su drama. El hombre que le dijo a sus hijos que se escribiera en su lápida: ‘murió antes de tiempo’, cuando tenía noventa y tres años. Un hombre que no quiero mitificar por el hecho que ya no esté aquí; cometió errores, tenía debilidades, lo vi con mis propios ojos. Era un gran intelectual y un estadista. Veía procesos a largo plazo, los cuales a veces la gente no entendía y no consigue entender. Fue para mí un privilegio fuera de lo común, de verdad. Una de las cosas que más me marcó en la vida es el haber recibido un día una carta de Shimón diciendo que había leído un libro que escribí. Se había quedado muy impresionado. Él me conocía de antes, pero nunca me había tratado especialmente, siempre muy profesional. Poco tiempo después de ese día que me escribió esa carta, me pidió que redacte sus discursos para varios de sus viajes. Brasil y Argentina fueron los primeros, lo acompañé, hoy lo puedo contar. Le informé acerca de lo que lo esperaba en esos países. Me acuerdo cómo le informé. No quiso que le se lo informe por escrito. Yo quería escribirle acerca de todo lo que lo esperaba allí, más allá de los discursos. Había hecho bien los deberes informándome con muchas personas. Quería informarle por escrito para que él lo leyese. Shimón dijo: ‘no, no, no… decímelo’, y le dije todo oralmente. Al día siguiente a las nueve de la mañana, en Buenos Aires, hace un discurso y todo lo que le había dicho, en esa época él tenía ochenta y seis años, todo lo que yo le había dicho en la víspera, en medio de un acto en el que había otra gente, y yo le soplaba al oído, lo repitió en su discurso. Una memoria prodigiosa, sabía asimilar la información de manera extraordinaria. De Shimón no puedo hablar de una entrevista, pero todas sus entrevistas fueron sin dudas particulares. Si pienso en una tercera entrevista, te mencionaría algún líder árabe con el que me he reunido. Pero si estamos buscando algo que me formó realmente, te diría una entrevista que de hecho nunca se convirtió en entrevista, pero que me formó. Estaba en la Universidad de Tel Aviv. Un día me acerqué al rector y le dije que quería editar un periódico. Me preguntó: ‘¿Qué habrá en el periódico?’, a lo que le había respondido que entrevistas y reportajes, y me repreguntó: ‘¿A quién vas a entrevistar tú?’. Yo le respondí: ‘Primeros Ministros…’, como si fuese algo fácil de hacer. Él me miró, yo tenía en esos tiempos diecisiete, dieciocho años, y con cara de este quién se cree que es me preguntó a qué primeros ministros iría a entrevistar. Yo sabía que Golda Meir vivía en Ramat Aviv, cerca de la Universidad de Tel Aviv, y le dije: ‘Golda Meir’. ‘¿Cómo vas a entrevistar a Golda Meir? Si entrevistás a Golda Meir hacemos el periódico’, me respondió. Me fui a la casa de Golda Meir, había un guardia en la puerta que no quería dejarme entrar, y de repente se escucha una voz por detrás: ‘¿Mi sham? ¿Quién está ahí?’. Grité: ‘Señora Meir soy un ‘Olé Jadash’, un nuevo inmigrante de Portugal y de España, y quería preguntarle… y ella dijo: pasa…, y el guardián me mira con una cara pocos amigos, y pasé. Me senté en la cocina de Golda, me dio galletitas que ella había preparado, yo tenía mucho hambre en esa época, no tenía mucho que comer. En vez de entrevistarla yo, me entrevistó ella.

NS: La famosa cocina del Golda…
HC: Sí, así es. Me entrevistó ella sobre mi familia, mi pasado, Portugal, los judíos, sobre Angola, yo que sé todas las cosas sobre las cuales hablamos… Al final me di cuenta que no había anotado nada. Fue mi primera gran entrevista en el fondo, aunque me la hicieron a mí más bien. Publiqué el periódico. Igualmente, creo que el rector de la universidad durante un tiempo dudó que fuese verdad, pensaba que yo lo estaba inventando pero tuve un periódico en la universidad.

NS: ¿Cuál sería la entrevista que quisieras realizar y no aún no lograste?
HC: Hay un personaje que me interesa profundamente en este momento, que es Mohamed Bin Salman, un chico de treinta y un años, saudí, es el Ministro de Defensa de Arabia Saudita. Probablemente sea rey muy rápidamente en Arabia Saudita, aunque casi no es conocido fuera de Medio Oriente. Sé por mis contactos, y porque estoy muy cercano a su asesor, que es uno de los arquitectos del cambio en Medio Oriente en los próximos años. Me interesa mucho conocerlo y poder entrevistarlo. Me gustaría también entrevistar a Rouhaní, el presidente iraní, aunque no creo que esto pueda ocurrir. Creo que son dos entrevistas importantes para que entendamos lo que ocurre en el Medio Oriente en este momento.

NS: Realizaste muchas entrevistas en tu vida, algunas de ellas a ‘personajes polémicos’, para llamarlos de cierto modo, como ser al Líder Espiritual del Hamás, Ahmed Yasin, ¿tenés un límite para entrevistar a alguien?
HC: Muchas veces me pregunté a mí mismo cuáles son mis límites. Pero recientemente tuve los límites muy claros. Me propusieron entrevistar a Baghdadi, el líder del Estado Islámico, a cambio de ciento cincuenta mil dólares. Esa suma no es nada porque hubiese sido una primicia mundial que los norteamericanos hubieran pagado mucho más por ella. Pero dije que no. No voy a financiar al Estado Islámico. No por miedo, porque no me hubiese pasado absolutamente nada creo. Pensé que de ninguna manera puedo financiar a una organización como el Estado Islámico. En el caso de Ahmed Yasin, me dio tres patadas en el estómago verlo tantas veces. Sobre todo después de que una niña que estudiaba en el curso de mi hijo, en el colegio Rishoním en Hertzlía, murió en un atentado suicida cuando salió de clases. Había ido a comprar un falafel o un shwarma frente a la escuela y se explotó un suicida. Era una amiga de mi hijo Iair, cuando tenía quince años. Dos días después voy a entrevistar al tipo que envió al suicida, a Ahmed Yasin, por décima o decimosegunda vez. Hay momentos muy duros, en el fondo era muy importante en ese momento sacarle toda la información que él tenía. Conocer al enemigo, de hecho, es algo que me lo tomé muy en serio y creo que de esta forma realicé un servicio a todos aquellos que creen en un mundo mejor.

NS: ¿Te arrepentiste alguna vez de haber preguntado algo a un entrevistado, si lo recordás y querés compartir?
HC: No me arrepentí de haber hecho ciertas preguntas, pero sí me arrepiento de no haber preguntado otras cosas. Hay aspectos que en el momento de la excitación de lo que ocurre se te escapan. Luego uno piensa que tendría que haber preguntado ciertos detalles, pero ya es imposible porque son personajes que están en la sombra. Por ejemplo, conseguir la entrevista con el hijo de Bin- Ladin me llevó tres años y dos horas y media fue un trabajo arduo. Al final lo conseguí, fue todo tan presionado y rápido, que me quedaron mil preguntas en el tintero que hubiese querido hacerle después. Algunas las pude hacer porque sigo en contacto telefónico con él.

NS: ¿Creés que gran parte de la prensa internacional es antiisraelí? ¿Cómo te parás frente a esta situación siendo corresponsal internacional de varios medios?
HC: Creo que si hoy estuviese empezando seguramente me sería muy difícil. La prensa internacional cometió graves pecados a nivel ético-periodístico, sobre todo a partir del año dos mil, con la Segunda Intifada. Creo que somos víctimas del ‘periodismo Mc Donalds’, el periodismo instantáneo, el periodismo de la rapidez, del blog. El periodismo que en la última guerra de Gaza pone a los voceros de Hamás, una organización totalitaria, casi fascista, una organización radical, a la altura del vocero del Gobierno de Israel para saber alguna información determinada. No se puede hacer algo así, una declaración que mezcla opinión e información, que no mantiene el principio de hablar con los lados involucrados de forma correcta, como debería ser. Es un periodismo que no entiende que Israel, con todas sus desventajas, es la única democracia que hay en esa región, que esa es su fuerza y su debilidad a la vez. Creo que parte de la prensa occidental es víctima, cuando llega a Medio Oriente, de ciertos prejuicios. Einstein decía que es más fácil desintegrar un átomo que un estereotipo. Creo que hay prejuicios, como por ejemplo, que después de 1945 y después de 80 o 90 millones de muertos en dos guerras mundiales, no se puede resolver conflictos por medio de la guerra, como si eso dependiese de Israel solamente. No depende sólo de Israel, depende de todos aquellos que atacaron a Israel en decenas de ocasiones y lo siguen haciendo ahora. Por último, está el convencimiento equivocado, de que nuestra guerra en Cisjordania, la ocupación israelí en Cisjordania, es una ocupación colonial, como la de los británicos en la India o los portugueses en Angola o en Mozambique. No los es, porque la gran diferencia es que las colonias de esos países europeos, estaban a miles y miles de kilómetros y no tenían nada que ver con el país en sí. Mientras que aquí está al lado nuestro, es nuestro vecino, sin hablar que es un territorio en el que el pueblo judío tiene una historia importante. Eso no quiere decir que crea que haya que mantener la ocupación a la larga, pero hay que entender que no se trata de un conflicto colonial sino de un conflicto en la puerta, ya que a quince minutos de Jerusalén está Ramalah. Es demasiada historia para tan poca geografía, como decía Ben Gurión. Estamos metidos unos en los otros, la pregunta es si vamos a poder resolverlo y llegar a la fórmula de los dos Estados.

NS: El profesor Leibowitz, crítico de la ocupación, escribió tras la Guerra de los Seis Días: ‘Un Estado gobernando a un millón de extranjeros hostiles se volverá un Estado Shin Bet, con lo que eso implica para la educación, la libertad y la democracia. La corrupción se fijará sin remedio en Israel. El gobierno deberá suprimir un alzamiento con una mano, y lidiar con los colaboradores y los traidores con la otra’, ¿qué opinión te merece este pensamiento? ¿Lo consideras vigente?
HC: Leibowitz fue una especie de profeta moderno. Como mucho de los profetas, fue un poco apocalíptico en su visión. Aunque obviamente hoy sabemos y vemos que las zonas de Cisjordania ocupadas por Israel, parte de lo que él dice, una parte se está cumpliendo. Hay problemas. La ocupación de un territorio de otro pueblo es problemática. El ver a nuestros hijos que tienen que ir y registrar sus casas no es algo que deseo mucho ni me da gracia. Es un problema que Israel tiene que resolver. Pero por sobre todo, al margen del efecto que pueda tener sobre la sociedad israelí el ocupar otro pueblo, tenemos que pensar ante todo en los efectos que esto tiene en el nivel de lo que se supone Israel como Estado judío. Creo que el status quo de la situación actual despierta grandes interrogantes de cara al futuro. ¿Será que Israel está a punto de perder la mayoría judía entre el Río Jordán y el Mar Mediterráneo? Si no hacemos probablemente eso podrá ocurrir en unos años según los demógrafos, según dice Sergio Della Pergola, por ejemplo. Por lo tanto es necesario que Israel determine sus fronteras. Cuando estamos a punto de llegar a las siete décadas ya es una edad madura, Israel es una señora madura, llegó el momento de conocer sus fronteras. Creo que eso tendrá un efecto brutal, incluso dentro de la propia sociedad israelí. Es uno de los únicos países en el mundo, quizás el único, que no tiene aún fronteras reconocidas. Es una decisión definitiva, importante y que hay consenso prácticamente entre la derecha racional, no me refiero a los sectores mesiánicos, y la izquierda que es necesario determinar las fronteras y sobre todo mantener el carácter judío y democrático de Israel, con una mayoría judía sólida y con derechos y diálogo con la minoría árabe sobre todo.

NS: ¿Creés que en Israel existe una total libertad de prensa?
HC: Creo que total libertad de prensa no existe en ningún lugar. En Israel existe mucha más libertad de prensa que en algunos países europeos que conozco, que son considerados grandes democracias. En Israel la prensa ha llevado a la cárcel a un Primer Ministro, un Presidente de Israel, Jefe Estado, Ministros de Finanzas y a Ministros de Salud, no he visto eso en ningún otro país. La potencia de la prensa en Israel es brutal. Es cierto que hay un intento, en este momento, por parte de algún sector del gobierno, de controlar parte de la prensa pública. Espero que no tenga éxito y que de alguna manera la prensa comprenda dos cosas. La primera que debe seguir siendo libre. La segunda que estamos en una plena revolución en la que los periódicos, las televisiones si quieren sobrevivir tienen que cambiar porque estamos entrando al mundo de las redes sociales, en el mundo de Internet. Creo que la prensa va a vivir una revolución aún más grande de la que estamos viviendo hace algunos años.

NS: Las próximas son dos preguntas muy vinculadas una con la otra: ¿Cuál crees que es el rol de los medios en Israel? ¿Creés que los medios masivos de comunicación en Israel tienen la misma influencia política que en otros lugares del mundo, por ejemplo aquí, en Argentina, donde los medios crean realidades?
HC: En Israel también. Obviamente hay una influencia. Lo que ocurría tradicionalmente con la prensa israelí era algo que me enorgullecía muchísimo en los grandes diarios podías ver, hace quince o veinte años, gente de derecha, de centro y de izquierda, todos los colores políticos en los distintos medios de comunicación. Lo que ocurrió en los últimos años es que surgen medios de comunicación con un tinte político muy determinado. Haaretz se convierte en el portavoz de la izquierda. En Israel prácticamente no es leído, pero tiene mucho poder por ser publicado en inglés y por su prestigio fuera de Israel. Los diplomáticos y los corresponsales extranjeros lo leen. Es un bastión de la izquierda debilitada en los últimos años. Israel HaYom es un periódico que todo su capital viene del mentor del Primer Ministro y que viene para defender las políticas del Primer Ministro. Es algo que no había existido jamás en Israel. El Primer Ministro intenta de alguna manera que el nuevo canal público, el Canal 1, que está surgiendo ahora y que está pasando una pequeña revolución también, se convierta en un canal que no moleste al gobierno. Que no haya voces críticas. Lo está intentando, no creo que lo vaya a conseguir al final porque hay mucha resistencia. Pero hay todo tipo de ‘anomalías’ que son muy interesantes, que me alegran muchísimo. Galei Zahal, la radio militar, está hecha por soldados de 18 a 21 años, chicos que están con uniforme. Es una de las radios más democráticas que hay en Israel, una de las que los políticos más tiemblan ante lo que ellos publican. Esto solo puede ocurrir en Israel.

NS: Durante el último año en Israel estuvo muy presente el debate sobre israelíes que emiten críticas públicas a las políticas de gobierno ante medios y organizaciones en el exterior, como el debate sobre Shovrim Shtika y Betzelem o las recientes críticas a Hagai El-Ad por hablar en la ONU. Como corresponsal ante medios del exterior y a la vez como ciudadano israelí, ¿te sentís con libertad de informar y emitir opiniones críticas sobre las políticas de Israel?
HC: Cuando hace falta hacerlo desde un punto de vista informativo, habiendo elegido esta profesión, no me queda otra alternativa. Cuando hablo no como periodista, sino como ciudadano, como estoy haciendo aquí ahora brindando conferencias en la Argentina, siento la necesidad y creo que así se debe de hacer, ser cauto en las críticas hacia el gobierno. Cuando critico al gobierno, lo hice el sábado pasado en un programa de radio en Israel con mucha dureza, y sé que hubo reacciones. Cuando lo hago, lo hago dentro de Israel. Fuera de Israel, creo que hay que cambiar el tono. No estoy a favor de ir a la ONU y de empezar vociferar contra Estado de Israel. Si querés cambiar la realidad de Israel, hazlo en casa y no fuera.

NS: Pero en Israel mismo se están censurando voces críticas en la academia, se investigan a las ONGs de izquierda, ¿qué pensás acerca de ello? ¿Se puede la realidad de Israel en casa?
HC: Gracias a Dios, y gracias a nosotros, vivimos en una sociedad democrática, en donde la crítica no solamente debe existir, sino que es necesaria. No creo que haya que limitar y empezar a investigar con la Interpol y Sherlock Holmes cada ONG que emite algún tipo de posición crítica hacia algunas de las políticas del Estado de Israel. Bajo ningún concepto se debe permitir que eso siga así. Sin embargo, debo decirte que personalmente me siento un poco incómodo cuando veo lo que representa que organizaciones israelíes estén yendo a instituciones internacionales para acusar a Israel. Esta es una posición mía. Estoy orgulloso de vivir en un país que eso es posible, es legal y así debe de ser, aunque claro una cosa es la cabeza y otra el corazón. El cambio no va a venir de esas críticas en la ONU o en la UNESCO, o en otro tipo de organizaciones internacionales. El cambio de lo que haya que corregir dentro de la sociedad israelí, va venir por la crítica dentro de la propia sociedad.

NS: ¿Creés que los judíos en la diáspora tienen que ser obsecuentes con las políticas del Estado de Israel y defenderlas o pueden criticarlas intentando ejercer presión para modificarlas y ser un factor también influyente? ¿No pensás que un vínculo más real sería si se puede incluir la crítica?
HC: En cuanto a las comunidades judías si se tienen que alinear con Israel o no en todas sus políticas claro que no. Es obvio que las comunidades judías tienen que mantener un consenso en un aspecto que me parece primordial y que hoy en día ya se pone en duda en muchos foros que yo acudo en Europa, Estados Unidos o incluso América Latina, y me refiero al derecho de Israel a existir. En ese aspecto creo que toda la comunidad judía mundial por un lado, e incluso toda persona de bien en el mundo, tiene que aglutinarse alrededor de esto. Los judíos tenemos derecho a tener un Estado y puede haber críticas a ciertas políticas de ese Estado. Eso es legítimo. Pero esas críticas no pueden pasar una línea roja y convertirse en antisemitismo que ocurre cada vez más. Sobre todo los últimos años en los que no hay un proceso de paz, es más políticamente correcto para ciertos sectores de la izquierda dura o incluso de la derecha dura, criticar a Israel y poner en duda su derecho a existir. Esa es una línea roja a todos los niveles, yo me encuentro en la primera fila del combate contra ello. Criticar una política de un gobierno o de un Primer Ministro concreto es lo más legítimo, lo más aceptable, ojalá siempre nuestras sociedades sean democracias que permitan este hecho. En cuanto al vínculo entre Israel y la diáspora debo decirte que creo que de alguna manera hay una solidaridad. Hay ocho millones de judíos que viven en el mundo, son más de los que viven en Israel aún, un poquito más. El presidente Rivlin habló de las cuatro tribus de Israel, yo creo que a la diáspora habría que presentarla como la quinta tribu, la mayor, la más numerosa, con la que hay que mantener también vínculos. Él dijo que hay que crear un denominador común entre esas cuatro tribus de Israel: los laicos, los religiosos nacionales, los Haredim (los ortodoxos) y los árabes. Creo que el denominador común es muy importante entre estos cuatro grupos pero hay que añadirle la diáspora. Para ello quizás haya que crear nuevos instrumentos del siglo XXI. Tenemos problemas comunes que resolver en tantos campos. La lucha contra la asimilación, quizás el más urgente de todos, pero también el reconocimiento de otras corrientes judías religiosas, el diálogo sobre cultura, sobre identidad, tantos aspectos que nos unen y que nos seguirán uniendo. Para mantener a todos los judíos del mundo, para preservar su identidad, como decía Martín Buber, para enriquecer su esencia y no solamente su vivencia y su vínculo con Israel y con el pueblo judío, Israel el único Estado Judío, hace falta crear probablemente nuevos instrumentos. Empecé a hablar en Israel hace pocos días de algo que es bastante revolucionario entiendo, pero quizás al menos provoque un debate que lleve en el futuro a encontrar alternativas y soluciones a estos problemas. Me refiero a la creación de un senado judío paralelo a la Knesset de Israel con representación de la diáspora y que debatan, no el futuro de los chicos israelíes que están en la guerra luchando, que van al frente o hacen el ejército, porque no son esos judíos de la diáspora ciudadanos de Israel para hacerlo, pero sí tienen que tienen debatir sobre todos las otras cuestiones de las que hemos hablado, la identidad judía, religión, educación judía.

NS: ¿Conocés qué pasa con la prensa y los periodistas árabes israelíes? ¿Existe algún contacto entre colegas?
HC: Claro que existe. La prensa árabe en Israel es parte de la problemática de la comunidad árabe en Israel. Creo que una de las asignaturas pendientes que tenemos, en eso estoy totalmente de acuerdo con el presidente Rivlin, es acercar a las distintas tribus que hay en Israel, tantos los Haredim, ortodoxos por un lado, los Datim Lehumim, los religiosos nacionales por otro lado, y la comunidad árabe. Creo que de eso depende el futuro de Israel. Que creemos un denominador común más amplio dentro de la sociedad israelí. La comunidad árabe israelí y los periodistas árabes israelíes sufren un poco el pos trauma por lo que ocurre en el mundo árabe alrededor de Israel. Ellos ven lo que sucede con las revoluciones árabes, sobre todo lo que pasa con el Estado Islámico en los últimos dos años y medio. Ellos son conscientes que su situación dentro de Israel, con todas las quejas de discriminación que tienen, a veces totalmente justificadas, no son nada comparables con lo que ocurre alrededor de Israel, donde se puede matar indiscriminadamente personas. Hablamos de quinientas mil personas muertas en Siria y cientos de miles más en Libia, en Yemen, en Irak. Por lo tanto, ellos miran esa realidad tan terrible y ‘off the record’ mis compañeros me dicen, aquí no estamos tan mal. Por lo menos aquí podemos votar, por lo menos aquí podemos vivir y no nos vienen a matar. ¿Sabés quién dice esto con más fuerza? La comunidad cristiana de Israel. Los árabes cristianos, que son más de cien mil, ven como en todo Medio Oriente les están persiguiendo, los están liquidando prácticamente y echando de sus pueblos. En Israel logran vivir y viajar. Cuando me voy de vacaciones con mi familia, los veo en el avión yendo como yo a veranear a algún lugar en Grecia o Turquía. Tienen una vida económica bastante próspera, a pesar que su punto de partida es inferior y hay mucho que hacer allí. Te diré que hay un periodista árabe israelí, que no diré su nombre para no complicarlo, que es un amigo íntimo mío hace más de veinte de años. Recuerdo que él, tenía un poco de bronca hacia el gobierno de Israel y hacia los judíos. Lo fundamentaba diciendo que habían sacado tierras de su padre, nunca lo investigué a fondo, y que habían provocado un fenómeno de refugiados. Hace unos días le nació una niña pequeña, Li. Le pregunté: ‘amigo Zalal, ¿qué quisieras tú para Li dentro de veinte años?’. Y me contestó: ‘mi sueño es que sea la nueva Yonit Levi, la presentadora de canal 2 de informativos en hebreo’. Creo que también algo ocurre dentro de la sociedad árabe israelí, algo positivo, no sólo negativo. Hay un fenómeno muy negativo, que no puedo evitarlo o ignorarlo. Calculo que unos ciento cincuenta mil árabes israelíes apoyan el movimiento islámico israelí del Jeque Rahed Salah que, en mi opinión, es un grupo más peligroso que Hamás y que está dentro de Israel. Es una auténtica quinta columna. Creo que una de las asignaturas pendientes es ver qué se hace con ese sector, como se lo aísla dentro del mar de un millón seiscientos mil árabes israelíes que representan un veinte por ciento de la sociedad.

NS: ¿Qué rol considerás que tienen los artistas e intelectuales críticos en Israel?
HC: Todo el rol del mundo. Me parece legítimo que hagan sus críticas, es su función, es su derecho como ciudadanos.

NS: ¿Creés que son la conciencia de la sociedad israelí en relación al conflicto, a la discriminación tanto en relación a los árabes como también dentro de la sociedad israelí?
HC: Estoy muy orgulloso de que exista la crítica. Apoyo la crítica desde una posición constructiva, no desde una postura destructiva. Me niego a aceptar propaganda contra Israel que sirve a los intereses de aquellos que están intentado exterminar a Israel. Eso me hace sentir ira. Somos un país joven, con sus defectos y virtudes, que está luchando por subsistir y por enraizarse y seguir existiendo y estando. Entiendo la crítica y creo que es constructiva. La crítica mejora siempre y cuando no sea de aquellos que vienen, en el fondo, a pedir el fin del Estado de Israel.

NS: ¿Creés que en la sociedad israelí todavía está presente la lucha por la subsistencia o ya está garantizada? ¿Es un tema psicológico o geopolítico?
HC: Tiene muchos aspectos psicológicos. Creo que las posibilidades de que Israel deje de existir por motivos de ataques árabes son hoy en día menores, casi te diría ínfimas o nulas. No hay miles de tanques, no existen cientos de aviones de combate, como había antes de las revoluciones árabes cuando existía Siria e Irak. La situación geopolítica de Israel es totalmente distinta. Veo oportunidades en esta nueva situación. Creo que el Estado Islámico e Irán cambiaron el juego, barajaron de nuevo las cartas de forma que Israel tendría que aprovechar esta oportunidad uniéndose al frente sunita. Acercándose a los países árabes pragmáticos como Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, Qatar, Marruecos, Jordania. Creo que es una oportunidad única que se da en este momento, sé que hay un diálogo muy próximo a ello. Por lo tanto no creo que la destrucción de Israel venga como se pensaba antes, que los árabes nos iban a tirar al mar. Hay amenazas al futuro del Estado de Israel. Sobre todo al carácter de Israel, esto viene vinculado a muchas cuestiones internas, a luchas entre nosotros mismos, dentro de la propia sociedad y de los distintos sectores de la misma. Tengo la impresión de que a parte de la izquierda israelí le gusta demasiado, y se equivoca, cuando hace el mea culpa. Todo es culpa nuestra. Mañana nosotros vamos a los árabes y tenemos la paz, la paz eterna. Los invito a que vengan conmigo a alguno de mis viajes y verán como las cosas no son tan simples. Para bailar el tango hacen faltan dos, no uno solo. No depende de nosotros con toda nuestra arrogancia. No podemos determinar el futuro solos, tenemos que tener socios del otro lado también que lo quieran hacer. La derecha dura israelí lo que hace es poner en peligro el futuro del Estado de Israel. Cuando hablo de peligro del futuro es porque cree que Dios vendrá, nos ayudará y nos resolverá los problemas. No importa que no tengamos una mayoría judía, máximo se sacrifica un poquito de democracia en bien del carácter judío de Israel. No puede ser así… no, para eso no llegué con 16 años a Israel. Llegué para vivir en un Estado judío de verdad. Creo que debe seguir siendo judío, con mayoría clarísima judía, pero también un Estado democrático. Llegó el momento de determinar las fronteras de Israel. Llegó el momento a casi a siete décadas que Israel madure.

NS: ¿Si tendrías que elegir el carácter del Estado entre judío y democrático, cuál sería tu elección? ¿Creés que al día de hoy estados teocráticos o religiosos tienen cabida o deberían ser estados democráticos y de sus ciudadanos?
HC: En mi opinión no creo que haya otra alternativa para que el Estado siga existiendo como lo conocemos. Tiene que ser judío y democrático a la vez y ninguno de estos conceptos va por delante del otro. Están los dos a la misma altura.

NS: El diputado árabe-israelí Ahmad Tibi decía que el Estado de Israel es judío y democrático, pero lástima que es judío para los árabes y democrático para los judíos.
HC. Eso es algo que hay que corregir. Ahmad Tibi es un hombre muy inteligente. No estoy de acuerdo con él en muchas cosas, pero en este caso creo que tiene razón. Hay que crear el denominador común del que habla Rivlin, hay que ampliarlo. Creo que nosotros tenemos que hacer una alianza estratégica con la minoría árabe de Israel. Tenemos que darles derechos, los mismos derechos que tienen mis hijos deben tenerlos los hijos de mi amigo. Iguales, las mismas posibilidades. Creo que la comunidad árabe-israelí, para terminar de integrarse a la sociedad, debe hacer un servicio civil. No los obligaremos a ir al ejército si no quieren. Que trabajen en colegios, en las universidades. ¿Por qué en un año y medio voy a tener tres soldados en el servicio militar, mis hijos, mientras ellos pueden enviar a los suyos a la universidad con dieciocho años? A la edad que mis hijos terminan el ejército ellos ya son Licenciados, ¿por qué?

NS: Los derechos y obligaciones tienen que ser iguales…
HC: Obviamente. Creo que además es un poco como con los Haredim, los ortodoxos. En el momento que ellos hagan algún tipo de servicio social para el Estado, se van a integrar más en la sociedad, tendrán más igualdad de derechos. Sé que los Ministerios, justamente del gobierno actual, están haciendo algo bien, integrando más jóvenes árabes como funcionarios en los distintos ministerios.

NS: Me dijiste que eras optimista por lo cual puedo intuir la respuesta a esta pregunta, pero te la quiero hacer igual. ¿Creés que es posible concretar la idea de dos Estados para dos pueblos? ¿Esto tendría apoyo dentro de la sociedad israelí?
HC: No tenemos otra alternativa. La alternativa a eso, es el Estado binacional, que se convertirá en un Estado árabe a mediano plazo. Si quiero que el Estado siga siendo judío y democrático tengo que aceptar y poner en marcha la fórmula de los dos Estados. Hoy por hoy, el problema es que hay tres entidades. Hay dos palestinas y un Israel. No puede ser que Gaza continúe en manos de Hamás y Cisjordania en manos de Mahmud Abbas, de la Autoridad Palestina, y que Abbas no se atreva a visitar Gaza en la última década porque lo matan. Tienen que entenderse entre ellos. Ahora si me preguntás si la fórmula de los dos Estados va a ser conseguida tal como intentamos decenas de veces en negociaciones bilaterales con los palestinos, creo que no. Creo que el paradigma bilateral no está muerto pero está moribundo. La única fórmula para dar pasos adelante quizás no sea la paz mesiánica, eso tardará quizás mucho tiempo, si es que llega algún día. Para dar pasos adelante, sirviendo además a los intereses nacionales del Estado de Israel, es el diálogo en un marco regional con los países árabes sunitas que tienen interés en terminar con esa papa caliente que es el tema palestino, que los afecta a ellos dentro de sus propios países con sus opiniones públicas. Apoyo profundamente la iniciativa del líder de centro Iair Lapid de llevar a cabo una conferencia de paz regional, en el primer momento que sea posible. Partir hacia una negociación en que por un lado negociemos con los palestinos, pero por el otro, con el mundo sunita, que tiene mucha influencia sobre los palestinos, nos ayudará a convencerlos que la paz es resultado de un compromiso. Un compromiso significa que las dos partes tienen que pagar. No puede ser que los palestinos pidan a Israel que dé un cien por ciento y ellos queden con el cien por ciento. No es posible. Hay un compromiso y ellos tienen que aceptar que van a tener que pagar un precio y posiblemente cualquier arreglo futuro cuando llegue, como decía Shimón Peres, será un buen arreglo cuando deje a todos insatisfechos.

NS: Por lo que estás diciendo veo que hay un corrimiento del eje de quienes serían los nuevos actores que mediarán en un futuro acuerdo de paz, que no es ni Estados Unidos ni Europa.
HC: Europa y Estados Unidos tendrán que apoyar. Decía Einstein que es una estupidez una y otra vez hacer lo mismo pensando que el resultado será distinto, y no, no puede ser. Creo que el equipo Clinton, con el que tengo contacto cercano, entendió que la vía bilateral a la que Obama se sigue refiriendo como la única existente, no trae solución, al menos en el corto plazo. La única solución es traer al mundo árabe a los palestinos. Porque eso le dará a las dos partes beneficios de ese acuerdo. Eso será algo que motivará a las opiniones públicas a llegar a algún tipo de compromiso doloroso, que es terrible para las dos partes. A los palestinos les ayudará a tener un mentor con una buena chequera para construir un Estado. Construir un Estado no es fácil, y no lo han hecho demasiado bien hasta ahora. Si tienen a los egipcios, a los saudíes, a los jordanos, a los marroquíes, a los emiratos, ayudándolos económicamente. Ayudándolos como mentores para evitar la corrupción en Palestina, que existe infelizmente, creo que les dará una ventaja y un punto a favor. Sé que Abbas y su entorno apoyan esta fórmula regional. El público israelí, en cambio, verá que Israel podrá hacer relaciones diplomáticas y comerciales con decenas de países árabes y musulmanes. Se habla de hasta cincuenta y siete, lo que supone el doble de la Unión Europea. Imagínate el mercado. Me decía el príncipe Turki Bin Faisal de Arabia Saudita, quien fue Jefe de la Inteligencia saudí y Embajador en Estados Unidos, ‘imagínate lo que podemos hacer con vuestra cabeza y con nuestro poder económico juntos’.

NS: Esto trae un cambio de paradigma en la sociedad israelí que siempre miró a Europa y Estados Unidos, ahora tendrá que verse en el Oriente. Es un cambio muy fuerte en Israel verse más ligado en la geopolítica y región que habita.
HC: Lo aplaudo. Vuelvo al comienzo de tu entrevista, cuando me preguntaste qué llevé yo de mi propia identidad a Israel. No tenemos que olvidarnos que una parte de los judíos de Israel es oriental, es sefaradí, trae toda esa cultura, han sido reprimidos durante años en los principios de Israel por las élites polacas y rusas. Hay que agradecerles el haber creado el Estado, pero hoy por hoy, en la situación actual con la nueva generación mizrají, oriental, sefaradí, hay que darles parte de la cultura, de la política, del ejército, parte de todo lo que es Israel hoy en día. Por lo tanto aplaudo el que ellos se integren y entren dentro de la sociedad y tomen posiciones de mando, sueño con el día que tengamos un Primer Ministro mizrají.

NS: Fuiste elegido para escribir la biografía actualizada de Shimón Peres Z’L, me imagino que además de la investigación que realizaste, habrás tenido encuentros con él. ¿Existió alguna pregunta que no te animaste a hacerle? ¿Discutiste sobre diferencias de perspectivas entre lo que te contaba y vos pensabas distinto a él?
HC: Decenas de veces discutí con él. Cuanto más discutíamos más le gustaba a él. A él no le gustaba los yes man, gente que va y le dice que sí. Peres era grande a ese nivel, tenía una profundidad intelectual extraordinaria. Al principio sospechaba que aquello que decía que leía libros de forma permanente, a lo mejor era un poco una exageración y que no era totalmente en serio. Descubrí que era verdad. Leía los libros por la noche, prácticamente no dormía, era su gran secreto. Dormía cuatro horas por noche. Tenía una capacidad intelectual para asimilar toda esa información y para convertirla, como te contaba antes, en lo que yo vi en Argentina. Era un grande de verdad. No es casual que todo el liderazgo mundial se reunió en el Monte Herzl para su entierro. Fue realmente muy emotivo, muy triste, una separación, una despedida realmente triste a nivel también personal.

NS: No puedo dejar de preguntarte por el argentino más famoso, que no es Diego Maradona, sino el Papa Francisco. ¿Considerás que realmente sus acciones en pro de la paz pueden tener efectos concretos o son solamente gestos testimoniales con una gran esperanza espiritual?
HC: No es casualidad que Peres y Francisco tuvieran una química extraordinaria, porque tienen mucho en común.

NS. Será porque los Franciscanos son estudiosos e intelectuales…
HC: No sé si todos son como el Papa Francisco. De verdad es intelectual, lee mucho, tiene una curiosidad feroz, te pregunta, quiere saber, asimila, se acuerda. También es un señor que va a cumplir ochenta años, es admirable verlo. Lo que me llamó mucho la atención durante estos años es que es un estadista. Es un hombre que ve el futuro. Que piensa varios pasos por delante. Es un estratega. Como estratega que es, y como persona que casi no tiene ego, es increíble también. Al principio pensaba que era una representación, lo mismo que con Peres. De verdad es de una humildad que me deja boquiabierto muchas veces. Es una persona que le gustan los seres humanos. Es un gran amigo del pueblo judío, no tenemos amigos así. He tenido con él conversaciones que no voy a olvidar jamás, parte conté, parte no conté. Realmente es un gran amigo del pueblo judío. También tiene otra cosa que es fascinante, como no tiene elecciones, no depende de lo que ocurra en las urnas en dos años, piensa en el futuro de la humanidad. Piensa en lo que va a ocurrir en el mundo en los próximos años cuando él ya no esté, cuando él ya no pueda más. Está invirtiendo para conseguir resultados a largo plazo. No creo que haya ningún líder político en el mundo que lo logre hacer. Quizás el nuevo Secretario General de la ONU, Guterres, que va a estar probablemente una década. Eso es una eternidad para el mundo actual. Fue elegido por una unanimidad, es socialista y es católico también. Quizás si logramos crear una coalición internacional del Papa con Guterres, quizás ellos puedan hacer algún cambio, yo espero que así sea.

NS: Por último si querés dejarnos una recomendación de una película o un libro israelí que te haya marcado y contamos por qué.
HC: ¿Israelí tiene que ser precisamente? Porque justo Peres me recomendó en una de nuestras conversaciones el mejor libro que había leído que fue La hija de Stalin. Lo había impresionado. He intentado conseguirlo aquí pero no lo logré aún, creo que no existe en español. Lo voy a comprar en inglés porque creo tengo mucha curiosidad por saber de qué se trata y porque me dijo que era el mejor libro que había leído.

NS: Y alguna película…
HC: Sabés que… últimamente es increíble como las series de televisión están superando al cine. No te voy a nombrar ninguna, pero las series de televisión están cambiando todo y el cine está viniendo a casa. El cine no va a morir, va a seguir existiendo. Estoy muy orgulloso del cine israelí. Casi sin medios económicos están logrando conquistar el mundo, veo películas en decenas de festivales. Permíteme que te cuente que estoy muy orgulloso de la serie que realicé con mi equipo recientemente que es Yihad Now, Yihad Ahora. Es una serie de documentales de cuatro horas en los cuales trabajamos tres años. Intentamos explicar las raíces de Al Qaeda, del estado islámico, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Fue una serie que me dio un trabajo monstruoso. Está teniendo muy buena aceptación en Israel. Es candidata al documental del año en el equivalente al Oscar israelí. Creo que va a empezar a dar la vuelta al mundo y espero poder traerla a la Argentina.

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