Heroína para siempre

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Hannah Szenes y la lucha contra el mal es un drama que no se olvida, que no se termina.

Hannah nació el 17 de julio de 1921 en Budapest, Hungría, su padre era periodista, escritor, murió cuando Hannah tenía 6 años y su madre se hizo cargo de sus tres hijos.

Sin problemas, inscribió a la pequeña en una escuela protestante, calvinista, para niñas.


Hannah era sensible, graciosa, inteligente, una alumna distinguida, fue elegida por el Consejo Literario, pero la distinción le fue negada por razones antisemitas. Ese fue su primer tropiezo con el antisemitismo y el despertar de su conciencia sionista por lo que estaba sucediendo en Hungría y se unió a un grupo de jóvenes macabeos.

En 1939 emigro a Palestina, estudio dos años en la escuela agrícola de Nahalal y junto con otros jóvenes trabajo en la fundación del kibutz Sdot Yam e ingreso al Hanoar Haobed Vhalomed – la Juventud trabajadora y estudiosa.

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En 1942 ya se sabía en Israel lo que estaba sucediendo a los judíos en Alemania. El 8 de enero de 1943, Hannah escribió: “de pronto tuve la idea de que debía ir a Hungría, estar allí en estos días y dar una mano a Alyat Hanoar… y decidí levantarme y actuar.”

Enno Sereni, entre otros, lucharon por convencer al comando británico de que era necesario crear unidades de rescate y enviarlas a Europa. Los ingleses consintieron y despejaron el camino a la realidad de las ideas de Hannah, quien escribió el 22 de febrero de ‘43: “A veces ocurren cosas extrañas. Hace un mes escribí en mi diario una idea que tuve y hace unos días alguien del Palmaj me visito y durante la conversación me dijo que se estaba formando una unidad en el Palmaj para que hiciera exactamente lo que sentí que debía hacerse. La coincidencia es escalofriante.”

Hannah se ofreció como voluntaria al ejército británico y se unió al grupo de paracaidistas. En 1944 empezó su entrenamiento en Egipto como parte de la comunidad palestina judía. El proceso de preparación y selección fue durísimo y quedaron 110 jóvenes del grupo inicial de 250. 33 fueron paracaidistas dedicados a diferentes misiones, 7 fueron apresados y aniquilados.

El 15 de marzo de 1944, Hannah y sus compañeros de misión de rescate fueron llevados a Yugoslavia, se encontraron cerca de la frontera húngara, donde se reunieron con un grupo de partisanos locales. Hannah Senesh cruzó la frontera el 13 de mayo. Pero fue capturada por soldados húngaros antes de iniciar su misión. La mandaron a Budapest, a la cárcel Horty Mikos acusada de espionaje y traición, porque había nacido en Hungría, ante una corte militar; fue torturada y también apresaron a su madre para amenazar a Hannah con torturarla si se rehusaba a hablar… Hannah callo… pero para comunicarse con otros prisioneros pegaba letras, una por una, en la ventana de su celda. Trataba de animarlos cantando y escribía, escribía.

El juicio se inició el 18 de octubre y, aun cuando los jueces no habían llegado a un veredicto, fue ejecutada el 7 de noviembre de 1944.

Hannah Senesh murió a los 23 años. Después de su muerte se encontraron los versos y el diario que había escrito en hebreo hasta el último de sus días, el diario se publicó en 1946.

En 1950 sus restos fueron llevados a Viena, allí los recibió una delegación especial de Israel y los transportaron a Haifa envueltos en la bandera de Israel; en procesión fueron llevados a Sdot Yam, rodeada de una guardia de honor en la casa Hannah Senesh –inaugurada ese año como centro de educación-, después a Tel Aviv y finalmente a Jerusalén, allí fue enterrada con honores militares en la sección dedicada a los paracaidistas caídos en Europa del cementerio del Monte Hertzel.

En julio de 1993, el gobierno y la Suprema Corte del ejercito húngaro cancelaron la sentencia de muerte impuesta a Hannah Senesh.

Su imagen es un símbolo de dedicación al Estado y resistencia hasta la muerte en la tortura de su cautiverio. Contribuyen a su presencia viva sus poemas, algunos convertidos en canciones, siempre presentes como Afortunado es el cerillo –Ashrei Hagafrur- escrito cuando se encontraba en Yugoslavia.

Afortunado es el cerillo que arde y enciende las llamas
Afortunado es el cerillo que arde dentro de los corazones
Afortunado es el cerillo que sabe cuándo detenerse con dignidad
Afortunado es el cerillo que arde y enciende las llamas.

El poema más popular y conmovedor que se canta con frecuencia y, especialmente, en ceremonias de conmemoración del Holocausto es Un paseo a Cesaria, más conocido con el nombre de Eli, Eli, la primera palabra del poema –Eli she lo igamer m’olam.

Señor que jamás se termine
La arena y el mar,
El agua canturreando
Los rayos en el cielo
La oración del hombre
La voz llamo y yo fui.
Señor yo fui.

Acerca de Alicia Korenbrot

Nació en la Ciudad de México, terminó sus estudios de Filosofía en la UNAM, es Escritora y traductora. Actualemente reside en Israel.

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