Hezbollah y los cárteles mexicanos “Dossier”

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Esta semana volvió a salir el tema. Hezbollah podría tener vínculos con uno o varios cárteles mexicanos, según indica Kenneth Tovo, subcomandante del Comando Sur del ejército estadounidense. Me parece que en este asunto, el cual hemos abordado en este blog desde hace años, tenemos que movernos en tres ámbitos diferentes: (a) El terreno de la materialidad: los datos que hasta ahora se tienen acerca de vínculos reales y existentes, (b) El terreno de la posibilidad o factibilidad de que dichos vínculos existan o se fortalezcan en el futuro, (b) El terreno discursivo: la serie de actores que dentro de Estados Unidos han venido construyendo un discurso que liga las posibilidades con las materialidades a partir de miedos reales o imaginarios al respecto. Las declaraciones de Kenneth Tovo reflejan un poco de las tres. Hoy en el blog algunos comentarios al respecto.

Un caso a modo de ejemplo

Considere usted el siguiente caso (citado, por cierto, por Tovo en sus declaraciones):

En octubre de 2011, se reportó el desmantelamiento de un supuesto complot para asesinar al embajador saudita en Estados Unidos por parte de Irán en el que cierta persona llamada Arbabsiar, presuntamente asociada a Teherán, empleaba sus conexiones con los Zetas para tal efecto. Sin embargo, dos factores cuestionaban de fondo esta teoría:


  1. Ya desde entonces, el New York Times ponía en duda las ligas entre Arbabsiar y el gobierno de su país. “No quedó claro…”, decía el diario, “si el plan fue concebido por un elemento disidente o contaba con la aprobación de altos funcionarios de la Guardia Revolucionaria del gobierno iraní”. De modo que el hablar de un “Complot de Irán” era, cuando menos, impreciso.
  2. Arbabsiar creyó todo el tiempo que negociaba con un miembro de los Zetas, pero nunca fue así. Se trató de una negociación con un informante encubierto de la DEA -quien no representaba en la realidad a la organización criminal- y por tanto esta no puede presentarse como evidencia de una conexión real y existente entre el terrorismo internacional y cárteles mexicanos. Esto no significa que dichas ligas no existan. Simplemente significa que el modo como este caso fue presentado aparenta una cosa distinta a lo que en verdad ocurrió.
  3. El problema es que cuando una falsedad es repetida hasta el cansancio, se convierte en verdad “auto-evidente”. Lo irrisorio, en este caso, es que cuatro años después del evento, un general del nivel de Tovo, siga hablando de ello como si fuese LA prueba. Y solo por ello, es indispensable revisar algunos datos y clarificar algunas confusiones.

Hezbollah, Irán y potenciales operaciones en México

Hezbollah es un grupo militante islámico chiita que tiene su base en Líbano. Este grupo fue formado, financiado, entrenado y armado por Irán en los 80s, país con quien aún sostiene ligas vitales. El objetivo inicial de esta organización era luchar en contra de la ocupación israelí del sur del Líbano que duró aproximadamente 20 años. Hezbollah ha empleado tácticas terroristas en numerosas ocasiones contra civiles y contra no-combatientes y se encuentra en la clasificación de grupos terroristas de una gran cantidad de países en el planeta (y por lo tanto, Irán se clasifica como país que apoya al terrorismo).

Sin embargo, esta organización evolucionó enormemente hasta convertirse en un partido político e incluso en una especie de semi-estado dentro de otro estado. Hezbollah tiene su ejército -incluso mejor armado y entrenado que el propio ejército libanés-, controla amplios espacios y territorios dentro del Líbano y tiene una notable injerencia en la política y toma de decisiones del país. Hezbollah también combate en Siria al lado de las tropas de Assad contra la rebelión en esa guerra civil, y contra grupos sunitas como la filial de Al Qaeda en ese país o contra el propio ISIS. Asimismo, esta organización tiene intereses anti-israelíes y antioccidentales que en la mayor parte de los casos se empatan con, o son literalmente los de Irán.

Debido a su clasificación como grupo terrorista, sus operaciones requieren de la clandestinidad y la alianza con diversas organizaciones que blanquean recursos y movilizan armamento de manera ilegal y oculta a través de las fronteras.

De modo que es natural que estando México en las circunstancias en las que se encuentra desde hace varios años, el nuestro pudiera ser un territorio amigable para dichas operaciones, sobre todo considerando la cercanía geográfica con Estados Unidos, uno de los mayores enemigos de estas organizaciones. Es decir, las condiciones de corrupción e impunidad bajo las que en nuestro país se trafica ilegalmente con personas, droga, armas e incluso otros productos como combustible, sin mencionar las redes de lavado de dinero, representan un terreno fértil para que cualquier interesado en dañar a nuestros vecinos del norte pudiera emplear estas circunstancias para efectuar sus operaciones.

Por consiguiente, el discurso que explico abajo, se presenta con fuerza e impacto porque es creíble. Al menos en potencia, las ligas que podrían existir entre cárteles mexicanos y grupos terroristas internacionales son completamente factibles.

Ligas entre actores violentos no-estatales como posibilidad y como materialidad

Hace solo dos semanas escribí en este diario lo siguiente: El debilitamiento paulatino del Estado-Nación como garante de la seguridad y la legalidad no es una mera particularidad de un país o región. Como consecuencia, la proliferación y fortalecimiento de actores no-estatales de carácter violento en toda clase de formas y manifestaciones es algo cada vez más común. Las causas de estas situaciones son múltiples y se mueven en muy diversas direcciones. Los factores internos se combinan con condiciones externas como por ejemplo, los mercados transnacionales de oferta y demanda de drogas u otros productos ilícitos. Pero eso no es todo. El dinero producto de estas transacciones no puede lavarse solo a nivel local, por lo que se generan redes transnacionales sin las que estos negocios no podrían sobrevivir. Estas redes de lavado de dinero son también utilizadas por otros tipos de organizaciones transnacionales ilícitas que necesitan movilizar recursos de manera clandestina. Por consiguiente:

  1. Nuestro país ofrece, lamentablemente, toda clase de condiciones para que actores violentos no-estatales transnacionales cooperen entre sí en el desempeño de muy diversas actividades ilícitas.
  2. Sin embargo, hasta ahora, las únicas evidencias reales de la colaboración entre grupos como Hezbollah y los cárteles mexicanos consisten en una serie de estudios o reportes que: (a) Vinculan sus redes de lavado de dinero, (b) Informan acerca de negocios en donde cárteles mexicanos proveen de drogas a grupos islámicos extranjeros, quienes a su vez revenden las drogas como método de financiamiento, (c) Señalan incidentes aislados que exhiben casos específicos de uno o dos miembros de estos grupos con alguna organización criminal mexicana, aunque en varios de estos casos las evidencias no son absolutamente contundentes o convincentes.
  3. Por último, parece existir un profundo desconocimiento de las organizaciones islámicas y se efectúan confusiones graves que incluyen el documentar la presencia de Hezbollah o Al Qaeda de manera indistinta, como si fuese un mismo grupo o red -tal y como sucede en la serie televisiva Homeland- siendo que no solo se trata de grupos diferentes, sino que se trata de grupos que compiten y de hecho combaten entre sí desde hace años.

Por lo anterior, las evidencias que sí existen deben ser equilibradas con la intencionalidad de un discurso político que se ha venido construyendo desde hace años.

El discurso político

Cuando un actor político emite un discurso, hay que comprender que dicho actor emplea el lenguaje atendiendo a determinada agenda. Si el subsecretario del ejército estadounidense habla de México como un país de mayor riesgo que Afganistán (caso real de hace tres años) -lo que pudiera obligar a las tropas estadounidenses a cruzar las fronteras para proteger sus intereses- hay que poner mucha atención en quién lo está diciendo y para qué.

En efecto, desde al menos 2010, en el Observatorio de Medios de la Universidad Iberoamericana (OMCIM, 2010) detectamos la construcción de un discurso relativo a la presencia de terrorismo en México, tema muy abordado en este blog. Este lenguaje ha sido promovido desde un triángulo conformado por el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y el Departamento de Seguridad Interna, además de algunos think-tanks asociados a dichos departamentos.

Este tipo de discurso refleja en amplios sectores de Estados Unidos una creciente preocupación por la situación de seguridad que México enfrenta. Estos temores incluyen desde los riesgos de que la ola de violencia se extienda desde México hacia el sur estadounidense, hasta la posibilidad del empleo del territorio mexicano como base para preparar actos de terror en contra de Estados Unidos.

No obstante, la evidencia al respecto, en contraste con el discurso construido sobre el tema, ha ido fluyendo a cuentagotas. Tanto el estudio del Colegio de Guerra del Ejército de los Estados Unidos que muestra la conexión Hezbollah-Zetas en cuanto a redes de lavado de dinero, como el estudio de la DEA que evidencias los negocios de cárteles mexicanos con grupos islámicos de África, parecen aportar elementos en esa dirección, pero no podemos olvidar episodios como la supuesta conexión Irán-Zetas del 2011 arriba descrita, episodios que más que desnudar abiertamente una realidad, contribuyen a promover un entorno discursivo que facilita la implementación por parte de Washington de políticas de mayor intervencionismo. Elemental: a medida que los riesgos se perciben en aumento, se hace necesario impulsar por parte de estos sectores una cada vez mayor presencia de elementos estadounidenses en nuestro país para contener dichos riesgos. Las palabras emitidas hace dos días por el subcomandante del Comando Sur del ejército estadounidense, Kenneth Tovo, forman parte de ese contexto.

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