Cada día que vives deja en ti una huella impresa. Al final de la vida quedas marcado.
Somos como hojas blancas que acumulan letras. El formato lo dictaminamos nosotros.
Al inicio de la vida nos enseñan margen, ubicación, renglones, espacios, fecha, mayúsculas, minúscula, ortografía… pero a medida que crecemos, decidimos cómo usar la hoja y si las reglas establecidas seguirán siendo aplicadas o reformaremos nuestra vida.
Hay personas a las que les gusta escribir en cuadros, otras que escriben sobre líneas, pocas usan hojas blancas, y allí radica el nisayón (prueba): qué quedó en ti a lo largo de una vida, qué enseñanza en verdad guardaste, qué consejos aplicaste, qué introyectaste y a quiénes llevas en el corazón.
Yom Kipur es un día en blanco, algo milagroso y fuera de este mundo que tiene la capacidad de repararnos y enmendarnos, como si hubiésemos vuelto a nacer. No es una hoja cualquiera, es aquella en la que podemos hacer “delete electrónico” de nuestros errores, sin dejar huella. Se nos permite como pueblo judío y nos evita culpabilidad, depresión y hasta suicidio sabiéndolo aprovechar. Muchos goim cargan esta culpa y dolor por el resto de sus vidas al no tener Kipur.
Estamos ante el dibujante que tiene el control y la capacidad de rehacer nuestros escritos. No lo dejemos pasar en vano. Concentrémonos en ubicarnos dentro del plano y pedir con todo el corazón tener la oportunidad de ser un ser mejor, una nueva persona con vida y oportunidades.
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