Jaimovich debe dinero que le prestó Rabinovich, pero a este último le es incómodo pedir el dinero. Por esta razón empieza con delicadeza:
– ¿No tienes frío?
– Si, está heladísimo.
– ¿Te acuerdas qué calor hacía cuando te presté el dinero?
Viajan en el vagón un judío y un general con su perro.
– ¡Moishe párate! ¡Moishe acuéstate! ¡Moishe párate! -ordena el general a su perro. El perro obedece.
– ¡Qué inteligente es mi perro! -le dice el general al judío.
– ¡Le felicito! -contesta el judío. Si no fuera judío, podría llegar a ser general.
El avión vuela sobre el océano y la sobrecargo da salvavidas con silbato a cada pasajero. Un judío viejo se niega a recibir el silbato argumentando:
– Con mi mala suerte, o el silbato no sirve o los tiburones estarán sordos.
– Jaya, ¿está usted de acuerdo que cenemos esta noche juntos?
– Encantada.
– Entonces a las 7 de la noche estaré en su casa.
– Me sucedió algo interesante. Hace unas noches soñé que llamé por teléfono al tío Isaac de los Ángeles y hablé con el.
– Pero, si él murió hace dos años.
– Es cierto, pero hoy me llegó la factura por esta llamada.
En el metro viaja un negro y lee un libro en hebreo. Se le acerca uno y le pregunta:
– ¿No le es suficiente ser negro?
Una joven, futura escultora, esculpió a Apolo. Le dice el profesor:
– No está mal. Sólo que, ¿por qué cree que Apolo fue judío?
– Sofía parió un niño antes de su boda.
– ¿Qué hay de raro en eso?
…De donde va a saber el niño cuando es la boda.
– Los negocios van muy mal, todo el año trabajo con pérdidas.
– ¿Por qué no liquidas tu negocio?
– ¿De qué voy a vivir entonces?
En la oficina del director.
– Me dicen que usted al orar le pide a Dios que le aumenten el sueldo.
– Si, ¿no puedo?
– Puede, pero no me gusta que se dirija usted a mis superiores.
Había un emperador que necesitaba un nuevo jefe de los samurais. Se anunció por el imperio y después de dos meses se presentan tres candidatos, un japonés, un chino y Moris. El emperador examina primero al japonés y quiere ver un ejemplo de su destreza. El samurai abre una cajita de la cual sale volando una mosca. Con un movimiento de su espada, el samurai mata a la mosca, partiéndola en dos. Impresionado el emperador llama al chino. Este abre una cajita y de ella sale volando una diminuta mosquita. Con dos movimientos de su espada, el chino mata a la mosquita, partiéndola en cuatro petazos. Impresionadísimo, el emperador llama a Moris. Este abre una cajita dorada y de ella sale volando una avispa. Con varios movimientos de su espada, Moris da por terminada su demostración. La avispa sigue volando. El emperador disgustado pregunta:
– ¿Por qué después de tantos movimientos de su espada, la avispa sigue volando?
– La circuncisión no tiene por objeto matar al paciente -aclara Moris.
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