El mundo a mí alrededor ha entrado en acción y se ha transformado. Ahora las verdades no son tan absolutas ni las certezas que tenía siguen vigentes. Tengo que adaptarme rápidamente aunque anteponga un signo de interrogación ante lo que veo. Me gusta hacer planes, tener un camino hacia donde caminar, pero hay que aceptar que puede estar cerrado, que me equivoqué. La salud mental me obliga a sopesar las posibilidades y adaptarme a la nueva realidad. No puedo hacer todo lo que pienso, menos pensar que mi estilo es el mejor.
No son los acontecimientos de la vida lo que te causa tensión sino tu resistencia a aceptar ese hecho. Crees que tú lo puedes cambiar. Algunas cosas se pueden cambiar otras es imposible. Surgen la contingencia y accidentes con que se teje la vida. Lo importante es no dejarte ganar con miedos y pensamientos que surgen desde la negatividad alimentando la inseguridad personal.
Hemos vivido sometidos a la premisa “de la felicidad eterna”, sin cuestionar que esta es sólo un momento, igual que los malos momentos. Estos malos momentos que surgen por doquier. Sin embargo hay que tener presente que todo pasa. Hay que aprender a soltar lo malo y observar algunas bondades diarias que nos calienten el corazón. La madurez emocional implica saber disfrutar aquellos momentos saboreando el calor que producen en el alma. Remediar lo que está en mi mano y aceptar aquello que no puedo modificar. Aprender la fórmula mágica que me permita estar en paz.
Soy consciente de lo frágiles que en realidad son las cosas que creemos permanentes, de la facilidad con que lo estable se resquebraja y lo que pensábamos que nos sostenía pueden volatilizarse con un soplo de aire que entra por la ventana. Una persona que se piensa fuerte, ante un suceso inesperado se da cuenta de su vulnerabilidad. Este impacto le permite también darse cuenta de fuerzas internas que no sabía que tenía. Lo que tenemos no es eterno, y comprueba nuestra fuerza y nuestra debilidad. ¡Que contradicción! Nos gusta lo positivo sin pensar en que nadie pasa por la vida sin recibir las marcas de la cavilación, el pesar, la confusión, el enojo y la rabia. Son dos partes de la misma moneda.
Cuando estamos abajo, pensamos que los otros, tienen que haberse visto siempre libres de sufrimiento y de contradicciones. ¿Cuántas veces escuchamos: qué le puede faltar a fulano? Lo tiene todo. Nos podemos sorprender al entrar en su intimidad. La solución podría ser darnos cuenta que somos imperfectos, que suceden cosas, no todas se solucionan como nos gustaría. Aceptar que tenemos huecos sin rellenar puede ser una solución, que la vida tiene altas y bajas. ¿Cómo aprender a vivir con eso? Cuando el aburrimiento llega, no te encierres en lo que ya sabes hacer, aprende, descubre, deja tus costumbres para ver otras.
Estamos viviendo una etapa de la vida en que nos ha invadido la tecnología. Hay que aceptar su utilidad, conscientes de que no resuelven todo. Los conflictos internos son tan actuales como lo han sido a través de la historia humana. Vivimos saturados de bienes, servicios, información que produce deseos, fascinación y sorpresa al mismo tiempo. Anhelos y desengaños.
Dentro de estos cambios tecnológicos sorprendentes, reuniones con amigos, relaciones interpersonales cálidas y cercanas se han cambiado por pláticas a través de aparatos modernos. Al observar una mesa de personas en una cafetería, me sorprende que cada persona plática a través de su aparato con alguien que no está presente y sonríe de vez en cuando a sus compañeros de mesa. Una tristeza inconmensurable abarca el ambiente. ¿Qué hacer? Hay que retomar aquellas reuniones placenteras, cancelando el interruptor que puede ser nuestro teléfono celular. ¡Qué miedo! Que inseguridad produce soltarlo. Que desasosiego y que desconsuelo ante el intenso materialismo en que se vive. ¿Cómo regresar a lo frugal, a lo sencillo?
Nos tropezamos con la frustración que produce una desilusión. Elena ha puesto toda su energía, toda su esperanza para lograr una meta. Comprueba al paso del tiempo, que no fue suficiente, equivocó la vereda. No siente la satisfacción esperada. ¿Estaremos buscando lo imposible? Hay que dar marcha atrás con humildad, aceptar que cuando una puerta se cierra, otra se abrirá.
La sabiduría implica diferenciar entre ambas posibilidades, la del cambio y la del no cambio, el éxito y el fracaso. Lo importante es no dejarte vencer. Malvina tiene buenas ideas, pero llora cuando estas no son aceptadas por los otros. ¡Hay que seguir buscando! Hay veces es más fácil dejarse caer que volver a empezar.
Debes aprender a no siempre doblegarte ante lo que espera la gente de ti, no plegarte a sus criterios, a sus valores, atreverte a mostrar tus diferencias, incluso cuando estas resulten molestas e incómodas, abandonar la imagen que deseas dar a los demás y aprender a no preocuparte mucho de lo que opinen los demás de ti. Esto con medida, ya que no podemos irnos al extremo. Como encontrar ese punto medio entre escuchar y poner en la balanza los juicios de los otros. Una persona mayor me dijo: en la vida hay que reconocer lo inevitable, en mi experiencia, lo que ha de suceder sucede…Aprende a lidiar con ello y tener la paciencia requerida.
Cuando rechazas las ideas de otra persona, lo empujas a encerrarse en su caparazón y rigidizar su posición. ¿Por qué va a interesarse en lo que tú dices si rechazas su punto de vista? Si haces el esfuerzo, de conocer su visión de las cosas, captas lo que lo lleva a pensar y comportarse como lo hace. Se siente comprendido y no criticado. Cuando se nos hacen reproches, el sentimiento de carencia y la autocrítica se instalan en nuestros hábitos de pensamiento.
Abraza el universo de tu prójimo. No tienes que pensar como él o ella lo hace. Esa ligereza hace la vida más liviana. Recuerdo la respuesta ante la frustración de una persona sabia llena de mansedumbre: “esperaré tiempos mejores”.
La vida humana tiene momentos de placer y displacer, alegría y tristezas, bondades y maldades. Hay que aprender a manejarlos en forma equilibrada. Nada de lo que sucede es para siempre, ni dura todo el tiempo. Todo lo que nos sucede va pasando rápidamente: lo bueno y lo malo.
Tener presente que lo que te molesta ahora, en unos meses ya será insignificante y el dolor que ha producido se quedará si no lo borras con amor. Personas que han mantenido su enojo por años, cuando se preguntan qué sucedió, no lo recuerdan sólo está presente el negativismo que roe sus entrañas. ¿Cómo puedo aprender a pensar y decir palabras positivas y constructivas?
No tomar a pecho aquello que me lleva por el camino de la frustración y enojo. Pasará más rápido si no lo aprisiono en mi corazón. El enojo lastima mi alma, el amor la acaricia. Un principio de armonía y serenidad.
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