Al despertar del sueño, cuando hemos empezado a abrir los ojos, se confunden fantasmas internos con los externos. Al prender el radio, la televisión o ver un periódico podemos constatar que lo soñado era benévolo en relación a lo que está sucediendo en nuestro mundo moderno. Hablamos de muertes extrañas, gente desaparecida, asesinatos sin ton ni son y parecería que no lo integramos, sin embargo eso ocupa un lugar dentro de nosotros y produce un malestar, miedo, incertidumbre que daña nuestro cuerpo y nuestra mente.
Por doquier escuchamos de enfermedades raras, dolores en el cuerpo y en el alma que tienen una relación directa con esa sensación de temor que nos acompaña constantemente. No la tenemos conciente, al tocar el tema, muchas personas pasan lista de presente con este tema. Somos un reflejo del mundo exterior y estamos con temas tan graves como: guerras, asesinatos en masa, desaparecidos, noticias constantes de corrupción por parte de aquellos que deberían cuidar del bien común.
Nos debatimos entre un amor a la vida y a la creación, y una violencia que destruye sin ton ni son. Eso sucede también con las relaciones interpersonales. A veces somos capaces de destruir una relación de muchos años por una cuestión insignificante que pudo haberse pasado de largo. En nosotros está esa capacidad de cerrar un ojo ante ciertas actitudes de nuestros seres cercanos o abrirlo tanto que se nos puede salir de la órbita.
Es necesario abrir los ojos y los oídos a lo que sucede en el mundo exterior pero no tenemos que dejar de lado mantener el equilibrio en nuestro círculo íntimo para seguir viviendo. Hay que ocuparse en lo que se puede y no preocuparse o angustiarse por lo que no está en nuestras manos resolver. Los vaivenes de la vida tienen influencia en nuestro corazón, es importante poder medir y aceptar con humildad que hay muchos asuntos que no vamos a resolver y tenemos la obligación de fluir en ese líquido pastoso que sentimos cercano a nosotros, sin ahogarnos en él.
Las personas que están cerca de nosotros no son sólo rostros sino personas con un pasado, planes para el futuro y tienen capacidad para disfrutar de aquello disfrutable en este momento de nuestras vidas. Un buena plática, una música que nos abra el corazón, una lectura que nos entretenga, una buena película, el mundo sagrado y espiritual entre otras alternativas que nos saquen del miedo y la incertidumbre en que vivimos.
Con frecuencia escucho que la gente comenta: No me gusta salir de noche, estar en la carretera me produce tensión porque siento que hay fantasmas de carne y hueso a mi alrededor. Cuando se me acerca alguna persona a pedirme la hora o alguna dirección me sobresalto y siento temor. Parques cercanos a los que iba hace algunos años, ahora lo pienso dos veces.
Tenemos la obligación de generar ilusiones y actividades que nos mantengan vivos. Acciones sencillas, no tenemos que inventar el hilo rojo, sino saber como cambiar nuestros pensamientos negativos e inútiles por aquello que nos va a dar un gusto. Hagamos un esfuerzo por dar gusto a nuestra esencia creativa, el Eros, ignorando en lo posible, el Thanatos, esa esencia destructiva que es parte del ser humano y tanto daño hace.
Aguantar la incertidumbre no es fácil. Buscamos que alguien nos la resuelva y eso nos puede meter en problemas más serios. Cada uno de nosotros debe tener claridad en sus sentimientos y pensamientos y aprender a alejar aquello que sólo sirve para hundirnos en esas arenas movedizas que no nos permiten pisar con seguridad. Este tipo de angustia es de gratis.
Cuando encontramos una vereda por la cual nos sentimos tranquilos, hay que cuidarla con esmero y esperar el momento oportuno para resolver lo que si se puede resolver. Es muy fácil revolcarnos en el fango y confundir nuestros pensamientos con realidades; aún no han sucedido y no sabemos si van a suceder. Cuando un ser querido ha tardado en llegar a casa, nos asaltan miles de pensamientos negativos que vivimos como realidad. Incluso cuando lo vemos atravesar la puerta de la casa, sacamos nuestra ansiedad y absurda preocupación con regaños inútiles. Ni siquiera preguntamos ¿Qué pasó? ¿Porqué tan tarde?
He comprobado con pláticas con quienes asisten a mi consultorio que la mitad de sus temores son imaginados y fantaseados. Concuerdan de alguna manera con lo que estamos viviendo que es bastante desastroso y atemorizante. Sin embargo, muchos de nuestros temores y pensamientos son irreales y se viven como realidad. Dejemos entrar la luz por ese pequeño resquicio que le da entrada y puede ser de ayuda para mitigar la aspereza que en muchas áreas nos presenta el mundo en el que vivimos.
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