Inseguridad y jutzpá

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Leo, en el formidable aunque discutible libro de Amos Oz y su hija Fania, Los judíos y las palabras ( Siruela, 2014 ), que lo que mejor caracteriza al judío es una extraña mezcla de inseguridad y jutzpá, que es como decir una tendencia a huir hacia adelante cuando las dificultades arrecian. El caso es que Israel es una prueba de esa verdad: rodeado de enemigos que desean su aniquilación no cesa de inventar y crear remedios y artilugios electrónicos para mejorar la vida de medio mundo, incluso la de quienes desprecian a los judíos. Aquellos primeros sionistas que pensaron que el retorno a su tierra ancestral y la refundación del estado hebreo acabaría para siempre con el odio y el antisemitismo se equivocaron. Hoy nos sentimos tan inseguros como siempre con una gran, gran diferencia: podemos defendernos y defender, tarde o temprano, a nuestro pueblo allí donde esté. Si acaso no logramos que nos amen y admiren, al menos sí infundimos respeto, y eso ya es mucho para una pequeña nación, una minúscula tribu que ha sido humillada y ofendida durante siglos.

La inseguridad es un tema digno de estudio, todas las minorías la padecen, pero también la sufren quienes han sido golpeados aquí y allá por el destino, mientras que el impulso que supone la jutzpá es, siendo como es un rasgo levantino, algo que los judíos conocemos muy bien y que, hasta cierto punto, rubrica nuestra alma y enmarca nuestro genio. Pensemos en el rey David, en Yoshúa ben Nun entrando en Jericó; pensemos en los primeros maestros de la Mishná o, incluso, en un Yojanán ben Zacai fundando la academia de Yavne Yam cuando todo parecía perdido ante el conquistador romano. Los ejemplos podrían multiplicarse fácilmente abarcando varios campos: desde el judío que creo Timberland y unos zapatos casi inmortales hasta los científicos Salk y Sabin; en Zuckerbeg o en el mismísimo Einstein, todos genios atrevidos, audaces, creativos, brillantes pero también solitarios. Pensemos en Helena Rubenstein, en Herzl, en Ben Gurion. ¡Cuánta jutzpá en condiciones que aterrarían y descorazonarían a cualquiera! Shimon Peres ha dicho hace poco que la satisfacción no es para nosotros aludiendo así a la inquietud permanente que exhibe y de la que hace gala el judío, incluso el judío israelí.

Hace años escribí un pequeño ensayo sobre la libertad y la búsqueda basándome en la raíz hebrea jofesh, libre, que es la misma de la palabra japés, búsqueda, buscar, de donde somos libres mientras exploramos y empezamos a dejar de serlo cuando nos conformamos con lo encontrado, con el status quo. El citado libro de Amós adolece, creo, de un prejuicio superficial sobre el estamento religioso, simplemente porque él y su hija se consideran agnósticos, no creyentes. No se puede hablar así como así de los textos hebreos, ya que la Torá es mucho más que escritura, ni se puede ningunear lo que los judíos han hecho en otras lenguas. Maimónides mismo escribió en árabe, Spinoza en latín para poder ser entendido por la comunidad filosófica de su época. Flavio Josefo, si bien pasado al bando del conquistador romano, en griego y Kafka en alemán. También en ellos vemos la misma dosis de inseguridad y de jutzpá, el mismo brillo y el mismo orgullo de sentirse herederos de un pueblo que ha dado al mundo nada menos y nada más que la Biblia.


Sea como sea, Los judíos y las palabras es una obra que había que escribir para remarcar, precisamente, nuestra fidelidad a la palabra escrita y, muy en especial, a la lectura.

Leer, se sabe, es un arte, el arte de remontar la corriente a la par que llamar-en hebreo llamar y leer se dicen del mismo modo-a los que ya no están para dialogar con ellos y así, vivos y muertos, muertos y vivos se comunican en el seno de Israel de un modo tan frecuente que aún nos asombra. Los muertos para decir que no quieren ser olvidados, y los vivos para sostener, contra todo pronóstico, que nadie lo será.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.

2 comentarios en «Inseguridad y jutzpá»
  1. Un texto de alta filosofía intentando con palabras poner un freno a otro texto (que no he leido)
    de Amos Oz y su hija. Dos campamentos que no tienen palabras en común. Amos Oz es conocido
    no solo como escritor sino por su postura a favor de la paz, no se la postura del autor de esta nota
    que sin duda tiene un alto conocimiento del idioma jofesh y lejapes, o likro y likro etc no aportan nada a la paz

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