La intelectual israelí Idith Zertal se preguntó “¿cuánto de atávico a la impronta del Holocausto existe en cualquier iniciativa de paz con los vecinos del Medio Oriente?” en su libro ‘La Nación y la muerte. La Shoá en el discurso y la política de Israel’.
El ex canciller israelí Shlomo Ben Ami lo catalogó, en el prólogo de la edición de editorial española Gredos, como un trabajo “brillante y perturbador”.
Y explicó los motivos de esta definición: “La respuesta territorial al miedo judío de siglos de persecuciones y pogromos, el Estado de Israel, por militarmente robusto que llegó a ser, nunca pudo superar el miedo judío atávico. La historia de Israel como Estado -agregó- se ha caracterizado siempre por una reacción traumática a cualquier iniciativa que ataña a su seguridad física”.
Una guerra, al igual que una danza, es al menos un juego de dos. E independientemente de las posiciones adoptadas por los dirigentes de los países árabes y los políticos palestinos, quienes algunos aún alardean con la amenaza de un nuevo Holocausto, estos intelectuales israelíes se repreguntan “¿cuánto de atávico a la impronta del Holocausto existe en cualquier iniciativa de paz con los vecinos del Medio Oriente?”.
Ben Ami agregó: “La capacidad de distinguir entre fenómenos humanos e históricos es un signo de civilización”. ‘De cualquier civilización’ debería reafirmar, pero lo deja a evaluación del lector.
Y la autora reflexionó que “Israel invoca a Auschwitz cada vez que se halla ante un problema político y de seguridad (actuales) cuyos costos o consecuencias no ha querido afrontar”.
También advirtió que “en una época de genocidios e inmensas catástrofes humanas, el uso sistemático y descontextualizado que se ha hecho de ello es uno de los principales ejemplos de la devaluación de la extraordinaria relevancia y magnitud de la Shoá”.
Zertal, que critica la mirada de líderes históricos de su país, hace emerger la punta de un iceberg que, algunos años atrás, ya comenzó a discutirse entre las nuevas generaciones de israelíes.
Si sólo el drama del Holocausto, para muchos observadores, justificó la creación del Estado de Israel, nuevas generaciones de israelíes reivindican, sin negar el Holocausto, otros aspectos derivados del desarrollo del país, la saturación por la violencia constante y reivindican el concepto de ‘coexistencia pacífica’ como una alternativa necesaria ante la imposibilidad de lograr la ‘convivencia’.
Zertal profundiza aún más su crítica sobre el uso del Holocausto al recordar un dicho de Marek Edelman, sobreviviente de la jefatura del “heroico” levantamiento del Gueto de Varsovia: “no se sacrifica la vida por los símbolos”, dijo este combatiente por la libertad fallecido en octubre de 2009 haciendo otra crítica recurrente al uso de la Shoá.
Por eso, Zertal advierte que un país -cualquier país- también se construye sobre símbolos, pero no sólo con ellos.
Este es el cambio que postulan Ben Amí -quien estuvo a un paso de lograr la paz con los palestinos- y esta académica que enseña historia judía en la Universidad de Basilea.
Aarón Levy, un judío de origen marroquí que participó en las revueltas del Mayo Francés, ya se preguntó, en la década de los ochenta en Jerusalén, cuánto podría influir “la sombra negra del Holocausto en la mente de los políticos israelíes como para evitar alcanzar la paz con los vecinos árabes”.
De eso habla Zertal: de la construcción de una nueva memoria colectiva incluyente de nuevas realidades para nuevas generaciones.
Y para ello, las santas cenizas de Auschwitz no deben diseminarse ni olvidarse sino que deben hablar en nombre de la esperanza alejando, aunque parezca paradójico, la descontextualización de este tremendo drama que, a veces, parece no haber dejado lecciones aprendidas en la historia de la humanidad.
¿Cuánto aprendió el mundo de Auschwitz? Es una pregunta inconclusa a la que Ben Ami y Zertal tratan de dar respuesta en ‘La Nación y la muerte’, un libro que levanta arduas polémicas y múltiples opiniones entre sus lectores.
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