En estos momentos en los que se inicia la octava ronda de negociaciones en Viena entre los representantes iraníes y los diversos actores con los que dialogan a fin de revivir el acuerdo nuclear conocido como JCPOA, aparecen declaraciones y rumores reportados por importantes medios de comunicación del Medio Oriente, en el sentido de que las cosas parecen avanzar de forma prometedora.
Tales expectativas se fundan en declaraciones de parte de los involucrados que han adoptado un tono más moderado, además de que se registra un abandono del lenguaje duro y agresivo que en el pasado reciente parecía vaticinar un fracaso de dichas negociaciones. Si bien los emisarios del presidente iraní, Ebrahim Raisi, habían reiterado hasta hace poco que un acuerdo interino era inaceptable si no se incluían en él garantías de un retiro absoluto de las sanciones que pesan sobre Irán, ahora parecen despuntar signos de que algún tipo de acuerdo es inminente, o bien que los políticos iraníes están preparando a su opinión pública para tal posibilidad.
A continuación, algunas citas que respaldan estas hipótesis. El hombre más poderoso en el país persa, el ayatola Khamenei declaró lo siguiente: “No someterse a un enemigo arrogante y bravucón es uno de los principios de la revolución islámica, pero negociar, hablar y cooperar en ciertas áreas con el enemigo no significa someterse a él”. Por su parte, el ministro de relaciones exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, ha manifestado en diversas entrevistas recientes que “… consideramos las pláticas de Viena positivas y progresando… porque mientras que inicialmente Estados Unidos presentó demandas inaceptables, ellos ahora se han adaptado a las realidades del escenario”. Estas declaraciones contrastan con la dureza que caracterizó a las anteriores rondas negociadoras, cuando se creía que la táctica del régimen iraní era básicamente ganar tiempo, sin intenciones de llegar realmente a un nuevo acuerdo.
Ahora bien, en el lado contrario de la mesa también se escuchan voces optimistas. Hace una semana, el vocero del Departamento de Estado de EU, Ned Price, dijo que estaban viendo “un modesto progreso” mientras que el ministro francés de relaciones exteriores, Jean-Yves Le Drian manifestó que “… nos hemos encaminado por una ruta positiva durante los últimos días…” Incluso el canciller israelí, Yair Lapid, declaró que voces oficiales dentro de su gobierno consideran ya que un acuerdo está por ser alcanzado.
El análisis del especialista en asuntos iraníes del Instituto para Estudios de la Seguridad Nacional de Tel Aviv, Raz Zimmt, publicado en el periódico Haaretz, va en el mismo sentido, enfatizando que se ha detectado una mayor flexibilidad en ambas partes, las cuales al parecer, han estado dispuestas a adoptar ciertos compromisos.
Un punto que ha sido problemático es el de la desconfianza iraní acerca de lo que podría pasar en caso de que en 2024 accediera a la Presidencia estadunidense un candidato republicano –Donald Trump mismo quizá–, y de nueva cuenta se volviera a desistir del acuerdo. Ante tal eventualidad, la administración del presidente Biden ha dispuesto mecanismos técnico-legales para impedir que se repita el panorama que se creó cuando Trump abandonó unilateralmente el acuerdo firmado en tiempos de Obama por E.U, Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania.
Si bien es alentador que el escenario se vislumbra ahora más optimista gracias a que un nuevo acuerdo ofrecerá garantías de que en el corto y mediano plazo Irán no accederá a armamento nuclear –lo cual será sin duda un elemento que contribuirá a una mayor seguridad en el mundo– Irán seguirá presentando importantes desafíos.
El fundamentalismo religioso de la República Islámica, sustento de su proyecto expansionista, continuará recurriendo al terrorismo como instrumento al servicio de sus intereses, con altas probabilidades de seguir actuando como lo ha hecho hasta ahora, enriqueciendo su arsenal de misiles, amenazando a Israel e interviniendo activamente en Irak, Líbano, Siria y Yemen, espacios en los que desde hace años ha pretendido ampliar decisivamente su influencia. En sintonía con lo anterior, el régimen no cejará en sus políticas de control y represión de su población a la que maneja con puño de hierro. Es así que el acuerdo servirá, si se concreta, sólo para evitar que Irán posea el arma nuclear. Algo importantísimo desde luego, pero que sólo parcialmente desactiva la peligrosidad de su naturaleza radical.
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