Irán, en organismos pro-derechos de Naciones Unidas

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El pasado 23 de abril fue un día corriente en Naciones Unidas, con Irán y otra serie de regímenes despóticos consiguiendo puestos en los principales organismos sobre derechos humanos. Lo que en cualquier análisis debería considerarse una sorprendente inversión de los principios que la institución afirma defender parece algo apenas destacable al tratarse de la ONU. Durante décadas, la organización ha convertido a sus organismos de derechos humanos en caricaturas orwellianas, al dejarlas en manos de los peores violadores de esos mismos derechos en todo el mundo. Resulta completamente absurdo imaginar que unos organismos, que, supuestamente, son responsables de controlar los derechos humanos, puedan ser administrados por los mismos países que deberían ser objeto de investigación.

La Comisión de Naciones Unidas de la Condición Jurídica y Social de la Mujer puede esperar ahora la ayuda de los iraníes para cumplir su digna misión: promover el bienestar de las mujeres del mundo. De manera análoga, seguro que Irán estará ansioso por resultar útil en su nuevo puesto en el Comité de la ONU encargado de las Organizaciones no Gubernamentales, encargado de decidir qué ONG son acreditadas por Naciones Unidas. Durante años, líderes tiránicos han tratado de servirse de puestos influyentes para expulsar a las ONG que osan publicar y criticar sus vergonzosos expedientes en materia de derechos humanos. El acceso de Irán a un puesto en esa mesa no es más que una nueva victoria para los dictadores de todo el mundo, empeñados no sólo en atormentar a sus propios pueblos, sino en asegurarse de que dichos crímenes se mantienen apartados de la atención mundial.

En cuanto a lo del puesto con el que Irán acaba de encontrarse en un foro supuestamente consagrado a los derechos de la mujer, sería algo de risa, si no fuera por lo trágico que resulta. La situación de las mujeres en Irán es especialmente atroz. El régimen de los mulás aplica allí una de las versiones más estrictas de la ley religiosa islámica. Las leyes iraníes lo regulan todo, desde cómo deben vestirse las mujeres a las innumerables parcelas de sus vidas que dependen del consentimiento de sus maridos. Y las iraníes han sido víctima, en numerosos casos, de la frecuente aplicación de la pena de muerte en el país; han sido ejecutadas despiadadamente por crímenes que van del adulterio a delitos relacionadas con drogas.


No es sorprendente que el grupo de observación UN Watch haya sido especialmente mordaz en su valoración de estos acontecimientos. Hillel Neuer, director de la organización, ha respondido a los mismos con esta declaración:

Hoy es un día negro para los derechos humanos. Al reforzar a los perpetradores por encima de las víctimas, Naciones Unidas perjudica a la causa de los derechos humanos, traiciona sus principios fundacionales y mina su propia credibilidad.

Estados Unidos ha manifestado su opinión de forma similar ante la entrada de Irán como miembro de los comités antes mencionados; de forma análoga, miembros de la Administración se han visto obligados a protestar por la elección iraní de uno de los secuestradores durante la crisis de los rehenes de la embajada estadounidense en 1979 como nuevo enviado de la República Islámica a la ONU. Pero, teniendo en cuenta este hecho, y si la Administración realmente considera tan deplorable la idea de que Irán se siente en un organismo pro-derechos humanos, ¿por qué el Gobierno estadounidense sigue dando legitimidad al régimen iraní al continuar insistiendo en que el presidente Ruhaní es un moderado con el que es aconsejable negociar?

No tiene mucho sentido que los representantes norteamericanos protesten por este tipo de cosas mientras la ONU siga siendo lo mismo que lleva mucho tiempo siendo: un club para las dictaduras que predominan entre sus miembros. Hay quien critica el desproporcionado poder del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de los cinco miembros permanentes que controlan ese organismo. Pero la verdadera farsa de la ONU es que, en la Asamblea General y en su laberinto de comités y organismos, otorga el voto a regímenes que no siquiera conceden a sus propios pueblos el derecho básico de votar en unas elecciones libres y limpias.

Está claro que la legislación internacional y los principios humanitarios que se supone que defienden esas leyes seguirían siendo una farsa mientras países que no sienten sino desprecio por los derechos humanos y por el imperio de la ley sigan teniendo la misma capacidad de participación en los foros de la comunidad internacional. Si la ONU quisiera ir en serio respecto a los derechos humanos, empezaría por no permitir que los criminales asumieran los puestos de juez y de jurado.

Commentary
http://elmed.io/iran-en-organismos-pro-derechos-de-naciones-unidas/

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