Como se preveía, las elecciones presidenciales iraníes de hace una semana dieron como ganador al clérigo Ebrahim Raisi. El Consejo de Guardianes de la Revolución había hecho previamente una preselección mediante la cual, de casi 600 aspirantes, sólo siete fueron aceptados como candidatos, y de ellos ninguno contaba con un perfil reformista. Fue la crónica de una victoria anunciada porque, además, corre la versión de que Raisi es el personaje que probablemente sustituya al ayatola Khamenei cuando éste muera. La bajísima afluencia de votantes fue un síntoma de que el resultado ya estaba cantado de antemano.
Raisi ocupa, por lo pronto, la titularidad del Ministerio de Justicia y es conocido como un político de línea conservadora dura, habiendo sido partícipe de fusilamientos masivos de disidentes en épocas de consolidación de la Revolución Islámica. Asumirá su nuevo cargo a principios de agosto próximo y abundan las conjeturas acerca de cómo afectará internamente y en la política exterior iraní la salida de la presidencia de Rohani y la entrada de Raisi. Se da por descontado que, sobre todo en el ámbito interno, se intensificará el control de la vida cotidiana de la ciudadanía bajo la férula de la sharía o ley islámica, lo que significará, sin duda, un preocupante deterioro en el campo de las libertades y los derechos humanos, además de una creciente intolerancia hacia la disidencia.
A la inversa, en el campo de la política exterior no se vislumbra ningún cambio, ni para bien ni para mal, en la intensa hostilidad hacia el Estado de Israel, el cual seguirá siendo señalado como un enemigo acérrimo al cual, de acuerdo al discurso oficial, hay que combatir con todos los medios posibles. Sin embargo, hay ya indicios de que, con relación a las negociaciones en curso en Viena para revivir el acuerdo con el G5+1 que se firmó en 2015 durante la presidencia de Obama, parece haber voluntad, aún dentro del bando conservador, de llevar el proceso a buen final. La economía iraní ha estado sometida a un deterioro brutal desde que Trump abandonó el acuerdo y le reimpuso al país persa sanciones severísimas, de tal suerte que, a pesar de las represalias iraníes de reiniciar el enriquecimiento de uranio a fin de hacerse de una bomba nuclear, lo que se reporta desde Viena habla de que los avances en la negociación son significativos y se estaría muy cerca de llegar a un nuevo acuerdo.
Diplomáticos de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Rusia y China ya concluyeron la sexta ronda de pláticas con Irán hace poco, pláticas en las que si bien los americanos no tratan directamente con los iraníes, lo hacen con la mediación de los europeos. El reporte oficial del miércoles pasado, por boca del ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas, fue de que ha habido progresos, “pero quedan varias cuestiones técnicas por resolver”. Al parecer, el regateo final tiene que ver con cuántas y cuáles son las sanciones que se retirarán, y cuándo se concretará tal retiro y a cambio de qué. De igual manera, se sabe que Irán está dispuesto a disciplinarse de nuevo en cuanto al tema nuclear, pero no a sacrificar su proyecto de producción de misiles balísticos ni sus operaciones militares en la región, específicamente en Irak, Yemen, Líbano y Siria, donde tiene las manos metidas de manera abierta a favor de las fuerzas locales afines a éste.
Un elemento nuevo en este cuadro es que el recién estrenado gobierno de Israel, comandado por Naftalí Bennett, acaba de enviar a Washington a su jefe del Estado Mayor, el general Aviv Kojavi, presuntamente para aportarles a los americanos el punto de vista israelí sobre los múltiples detalles implicados en las negociaciones en curso en Viena. Se trata de algo que su antecesor, Benjamín Netanyahu, nunca aceptó realizar debido a que para él la postura fue siempre rechazar cualquier arreglo diplomático con Irán, bajo la premisa de que sólo la fuerza y las sanciones podrían funcionar para desactivar el riesgo de un Irán nuclearizado.
Hay quien opina que en la medida en que el ayatola Khamenei aceptó involucrarse en la negociación en Viena y hasta ahora no ha retirado a su delegación, el resultado final no variará aun si el proceso se alarga más allá de agosto, cuando ya estará Raisi a cargo de la presidencia. Pero existen también voces más escépticas que aconsejan apurar las cosas tratando de concluir el nuevo acuerdo antes de la llegada al poder del nuevo presidente, cuyo currículum lo señala como un islamista radical no dado precisamente a la conciliación. Habrá que ver.
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