La semana pasada describí en esta columna cómo el tema de las vacunas contra el coronavirus se ha politizado en Irán al haber anunciado el ayatola Khamenei que quedaba prohibida la importación de vacunas provenientes de EU, Gran Bretaña y Francia, debido al antagonismo entre Irán y esos países occidentales. Ello no obstante la gravedad de la pandemia, la cual ha cobrado la vida de 56 mil iraníes. Y me referí también a la manera en que en México se está manejando el proceso de vacunación, cuyas características apuntan igualmente a que existe un interés electoral evidente, tal como lo revela, entre otras cosas, la participación de los “servidores de la nación” en dicho proceso.
Es pertinente registrar la similitud que existe en la actualidad entre países tan disímbolos como México e Irán en cuanto a la problemática de la escasez de medicamentos en general, cuyas consecuencias negativas se multiplican exponencialmente en esta pandemia. En México, bajo la muy manida acusación de corrupción, el gobierno de la 4T ha vetado a los laboratorios mexicanos para la compra de fármacos en el mercado internacional y la alternativa elegida, la de que un organismo de la ONU apoye al gobierno mexicano en la adquisición, nomás no ha despegado. Tal como lo denunció Éctor Jaime Ramírez Barba, secretario de la Comisión de Salud en el Congreso, ni siquiera se han firmado los contratos para el surtido de los medicamentos del 2021, a pesar de que el presupuesto ya está aprobado. En palabras de Ramírez Barba “eso nos pone en la antesala de una catástrofe para los enfermos que dependen de las medicinas”.
En Irán, el desastre deriva de otras causas, aunque los efectos son los mismos que en el caso mexicano: una aguda escasez en el mercado farmacéutico iraní. Ahí lo que ha ocurrido es que el gobierno ha dotado de subsidios masivos a la industria productora de medicamentos con objeto de mantener los precios bajos, tanto para la medicina pública como para la privada, pero el resultado no ha sido el esperado, pues se ha prestado a la aparición de un mercado negro y un contrabando de medicinas hacia países vecinos. En octubre pasado, los servicios de inteligencia iraquí capturaron 19 camiones llenos de productos farmacéuticos clandestinamente transportados desde Irán hacia la provincia de Diyala en Irak. Hasta ahora el gobierno de Teherán no ha logrado controlar esa situación.
Pero el peor pecado contra la salud y la vida de los iraníes está siendo cometido de manera vergonzosa por el sector duro conservador del gobierno iraní, el cual se ha dedicado, en los últimos meses, a desaprobar y desmontar iniciativas capaces de aliviar la crisis derivada de la pandemia. Por ejemplo, desde marzo pasado la organización humanitaria Médicos sin Fronteras ofreció colaborar en la atención a enfermos covid en la provincia de Isfahan. En un principio, esa ayuda fue aceptada, pero poco más tarde el permiso fue revocado debido a que una campaña negativa organizada por los radicales dentro del gobierno forzó al Ministerio de Salud a retirar su aprobación inicial.
La adquisición de las vacunas está siguiendo un patrón similar. Hay programadas elecciones presidenciales para junio y el bando conservador pretende desprestigiar a la administración reformista del presidente Rohani, para lo cual está entorpeciendo los esfuerzos presidenciales por vacunar rápida y eficientemente a la población. Se sabe que Rohani había encargado al gobernador del Banco Central de Irán buscar los recursos para pagar las vacunas de Pfizer y Moderna, cuando repentinamente apareció Khamenei a prohibirlas y a declarar que el proyecto nacional de investigación para producir una vacuna iraní se halla cerca de la tercera fase y, en todo caso, se va a negociar la compra de vacunas rusas y chinas.
Finalmente, hay que decir que este tejemaneje ha provocado fuertes críticas de prominentes médicos iraníes que han solicitado al presidente Rohani su intervención. En una carta abierta los directores del Consejo Médico de la República de Irán anunciaron que adquirir la vacuna era de extrema importancia, al tiempo que llamaron al presidente a considerar únicamente “los intereses nacionales y la evidencia científica, y no las prioridades políticas”. Una exigencia que se parece mucho a la que tantos mexicanos hemos hecho a nuestro gobierno, sobre todo en lo que se refiere a atender la evidencia científica y a no actuar ante la pandemia guiados por intereses políticos. Por desgracia, tanto en Irán como en México esas lógicas demandas han caído en oídos tercamente sordos.
Me parece de muy mal gusto afirmar qué hay similitud entre Irán y México, “en cuanto a la problemática de escasez de medicamentos en general”
Este comentario no es serio.
Jorge Ramírez