“Israel: Entre el mito y la historia”, Abraham B. Yehoshua

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A una semana que murió Ovadia Yosef y las lágrimas de Peres y Netanyahu por la muerte de este hombre me llevan a buscar en las profundidades del archivo 850,000 fueron al entierro y seguramente  los otros 850,000 que no llegaron al sepelio me llegan a pensar:

¡GANÓ EL MITO!

No sé dónde se publicó, lo recibí en mi correo, pronto serán 8 años.


 

Israel: entre el mito y la historia
Abraham B. Yehoshua – 12/12/2005

A pesar de los muchos logros del sionismo, la batalla en Israel entre la conciencia histórica la conciencia mitológica persiste. ABRAHAM B. YEHOSHUA – 00:00 horas – 12/12/2005 En medio del último debate que ha habido en Israel en torno a la revisión de los estudios de historia del sionismo y la cuestión de la posibilidad de desmontar mitos sionistas, se publicó en las Cartas de los Lectores del periódico Ha-aretz una carta rara pero en cierto sentido conmovedora. El autor de la misiva era un hombre consciente del deber de los investigadores de indagar hasta hallar la verdad, pero temía que esa verdad redujese la fuerza de varias historias y mitos judíos y sionistas importantes y en su opinión vitales para consolidar la identidad nacional; por tanto, proponía que, además de las clases de historia donde se enseñase la verdad histórica, hubiera clases especiales dedicadas a mantener importantes mitos sionistas y judíos de forma que no se vieran dañados por las clases de historia. Esta propuesta ridícula de enseñar a la vez el mito y la historia nos revela un problema educativo sobre la identidad que irá creciendo en los próximos años.

Hoy en día todo pueblo se encuentra en el dilema de cómo mantener su identidad nacional en medio del enfrentamiento entre una clara tradición histórica y la identidad globalizadora que nos envuelve a todos. Pero el pueblo judío, que a lo largo de la historia construyó su identidad nacional sobre todo mediante mitos y con escaso vínculo con la historia real, necesita atender a esta cuestión con mayor seriedad.

Mi postura es bastante dura: el pueblo israelí (y aquí distingo entre los judíos de la diáspora y los judíos de Israel) se encuentra actualmente en una encrucijada de caminos que lo obliga a decidir sobre qué modelo va a establecer su identidad en el futuro, si sobre el modelo europeo – basado fundamentalmente en la conciencia de una continuidad histórica en el tiempo y en el espacio- o sobre el modelo norteamericano – basado más en la creación y mantenimiento de una identidad nacional a partir de mitos antiguos y nuevos.

Lógicamente estoy simplificando bastante la oposición entre el modelo europeo y también asiático (como es el caso de China y Japón) y entre el modelo norteamericano, canadiense y en cierto sentido también el de Sudamérica; no obstante, para aclarar el caso de la identidad israelí me parece que tiene sentido oponer ambos modelos, y no tanto para hablar de cuestiones relativas al pasado, sino más bien para referirse al futuro.

El mito es un relato sobrenatural que planea por encima de la historia anclada en el tiempo y en el espacio, y que trata de expresar y materializar una verdad más profunda, universal, eterna, con una relevancia en lo actual mayor que un hecho histórico. El mito siempre permanecerá vivo y puede ser compartido por distintos pueblos. El relato de la crucifixión de Jesucristo y su posterior resurrección no es un hecho histórico que tuvo lugar en un momento dado, sino un mito en el que creen millones de personas no menos o puede que más de lo que creen en lo que leen cada mañana en el periódico. El relato del sacrificio de Isaac es un mito de una enorme importancia en la identidad de los judíos y durante siglos y siglos ha estado presente en su conciencia nacional y religiosa. No tiene ningún sentido ubicar el relato en un tiempo y un espacio históricos determinados. La fuerza de esa historia sigue viva para judíos de lugares lejanos, a miles de kilómetros de aquel monte de Jerusalén en cuya cima se sitúa el sacrificio de Isaac. Un acontecimiento histórico de gran significado e importancia puede con los años elevarse a la categoría de mito. El holocausto no es ya sólo un hecho histórico que sucedió en una época y lugar determinados, sino que ya empieza a flotar también entre las nubes del mito.

A lo largo de más de dos mil años los judíos de la diáspora han forjado su identidad sobre una conciencia mitológica más que histórica.

En primer lugar, debido al simple hecho de que el componente básico de su identidad durante siglos ha sido la religión y las identidades religiosas se basan fundamentalmente en elementos mitológicos y no históricos. En segundo lugar, porque la base de identidad que podía implicar el llevar una vida en común en un territorio determinado y con una lengua propia no era algo real para los judíos, sino más bien imaginario, y se materializaba más bien a través de metáforas y símbolos dentro del contexto del culto religioso; lo cierto es que la posibilidad de mantener una conciencia histórica precisa vinculada a unos lugares claros y a un hilo cronológico determinado nunca tuvo mucha fuerza en la identidad judía.

Intentaré explicarlo con un ejemplo. Alo largo del tiempo los judíos conservaron en su conciencia la necesidad de ayunar en señal de duelo por la destrucción del Templo y para ello reservaron un día de su calendario. Ese día de luto se sigue manteniendo ahora en Israel. En realidad, ese día los judíos se lamentan por la destrucción de los dos templos: la del primer Templo, en el año 580 a. C., y la del segundo Templo, en el 70 d. C. Entre estos dos acontecimientos transcurren más de seis siglos y las razones de su destrucción son muy diferentes. Por tanto, su conmemoración en una misma fecha lo convierte en un recuerdo de algo no histórico y se mantiene como un recuerdo mitológico sobre una destrucción sin concretar.

Dado que los judíos erraban de lugar en lugar e incluso cuando se asentaban en una zona durante siglos, como es el caso de Polonia, lo veían como un lugar de paso, como una especie de hotel de tránsito hasta su regreso a su verdadero hogar en la tierra de Israel, nunca han mostrado interés en integrar en su identidad nacional su forma de vida allí donde se asentaban o sus relaciones con los no judíos entre los que vivían, ya que tanto el lugar como el tiempo carecían para ellos de significado, todo era pasajero a la espera del Mesías, que los llevaría a su patria de origen, al verdadero lugar al que pertenecen, y también el tiempo en la tierra de Israel se convertiría en un tiempo distinto, un tiempo divino, redentor, que modificaría por completo el sistema de vida que ahora dependía de la buena voluntad de los pueblos entre los que vivían.

Además de esto, los judíos estaban dispersos por todo el mundo; así que resultaba realmente imposible integrar en la conciencia del pueblo historias de lugares tan distintos entre sí. Pues ¿cómo puede, por ejemplo, un judío que vive en Yemen integrar en su conciencia la forma de vida de un judío de Polonia, al que nunca ha visto y sin tener la más mínima posibilidad de acceder a la realidad polaca? Por tanto, el único contexto en el que los judíos podían encontrarse y sentirse afines no se hallaba en su contexto histórico específico, sino en aquellos mitos instalados en su memoria.

¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de mantener una conciencia mitológica? La ventaja más clara aparentemente es que así los judíos han podido estar dispersos por el mundo, vivir en medio de pueblos y civilizaciones distintas, y seguir conservando la esencia de su identidad. Además, entre los mitos estaba el de la redención mesiánica, el cual les daba esperanza en las épocas en las que eran perseguidos en los lugares donde vivían.

No obstante, los inconvenientes de una conciencia mitológica son mucho mayores que sus ventajas. Primero, no todos pudieron mantener su identidad a lo largo del tiempo basándose sólo en una conciencia mitológica desvinculada de la relación directa con la verdadera patria y sin convivir con sus hermanos judíos; y por ello durante los muchos siglos de diáspora numerosos judíos se asimilaron a las culturas del lugar y perdieron su identidad. Pero hay algo mucho más grave: el mito, por su propia esencia, no puede cambiar, no puede ser sometido a la crítica racional, tan sólo puede ser interpretado o comentado. Acéptalo o recházalo, ésas son las únicas opciones ante el mito. Por eso, los judíos atrapados en su conciencia mitológica aceptaron por ejemplo el antisemitismo como un decreto del destino, imposible de cambiar.

Por ese motivo, cuando el gran pensador judío Gershom Scholem definió el sionismo como un regreso de los judíos a la historia, se estaba refiriendo sobre todo a la posibilidad de que los judíos debilitasen el fundamento mitológico de su identidad y reforzasen su conciencia histórica dentro de un modelo territorial con fronteras claras, con una continuidad en el tiempo, con un antes y un después temporal; es decir, una conciencia que aprende de los logros del pasado y cree que se puede cambiar, una conciencia que también aprende de la historia de los otros pueblos y en especial de sus pueblos vecinos y que se valora y se juzga considerando los éxitos y las carencias de otros pueblos, de los que se puede aprender cómo mejorar, rectificar y cambiar sin perder la esencia de su identidad.

Sin embargo, y a pesar de que el sionismo tiene más de un siglo y son muchos sus logros habiendo creado una realidad nacional, la batalla en Israel entre la conciencia histórica y la mitológica está lejos de decidirse en un sentido o en otro, ya que en Israel la conciencia mitológica se sigue alimentando de distintas formas. Primero, por la existencia de grandes comunidades religiosas que conservan los códigos básicos de la conciencia mitológica. En segundo lugar, está la relación con los judíos de la diáspora, cuya identidad se continúa manteniendo a través de los viejos mitos. Tercero: el proceso de globalización en el mundo que aparentemente difumina las identidades nacionales y crea nuevos mitos mundiales entre los cuales les resulta fácil a los judíos incluir los suyos. Y por último, influye la relación política con Estados Unidos, cuya identidad tiende en general más al mito que a la historia. Así pues, todos aquellos de nosotros que deseamos reforzar la conciencia histórica, en contraposición a los elementos religiosos regresivos, y a fin de fortalecer la conciencia nacional israelí frente a la de la diáspora, y para que Israel se pueda integrar en el concurso de las naciones con una existencia normalizada que conlleve la responsabilidad sobre sus actos en vez de subordinarse a decretos de carácter mitológico, convendría que nos fijásemos en el modelo de identidad europeo como fuente de inspiración y enseñanza.

ABRAHAM B. YEHOSHUA, escritor israelí, inspirador del movimiento Paz Ahora.
Traducción: Sonia de Pedro

 

¿Qué me queda decir?,

Por supuesto:

Baruj Hashem
http://diariojudio.com/opinion/bh-en-nombre-de-dios-3ra-parte-final/21456/

Acerca de Julio Ioseph May

Julio Ioseph May (Yossi) nació en Entre Ríos, Argentina. Es Contador Público de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1973 viviò  en el Estado de Israel y a partir de febrero 2014 reside en Barranquilla, Colombia. En vistas a la tercera edad comenzó a practicar su sueño de escribir que lo acompañó desde chico.Participa activamente en variados grupos literarios del internet. Comparte publicaciones de cinco antologías: De Paz y De Guerrasy Lazos Umbilicales publicadas en Israel en 2007, "primer antología" de Muestrario de Palabras (2007) y Libro del Haiku, Ediciones Artesanales Santoamor (2008) ambas en Buenos Aires. Pensamiento Antologico Universal, La poesia purifica la vida humana, Congreso Universal de Poesia Hispanoamericana, publicada en Mexico 2010. La revista virtual Palabras al Sol publicaba regularmentecuentos y poemas de su autoría. Su preferencia es la narración.

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