Israel – Palestina: El conflicto sin fin

La violencia se ha recrudecido otra vez en la región Palestina y el conflicto parece no tener fin, ¿Cuál es el trasfondo de la problemática? Por:
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La reciente escalada ya cuenta con decenas de muertos al momento de la fecha y la escalada no parece ceder a pesar de la presión internacional. El Estado de Israel informó haber hecho ataques estratégicos a objetivos contra yihadistas en la ciudad de Gaza, a la par de ello más de 860 misiles fueron arrojados hacía el estado judío. La disputa entre Palestina e Israel se ha recrudecido y si bien puede haber un cese al fuego no parece tener un fin ¿Cuál es el trasfondo histórico que explica estas conductas?

Para poder comprender el conflicto desde la base, primero debemos hacer un breve repaso de la historia fundacional del Estado de Israel. Previo a la explicación, cabe destacar que el Islam siempre ha tenido una actitud de desconfianza respecto al judaísmo, a ejemplo se puede mencionar el trato de ciudadanos de segunda clase que se les confería bajo el Imperio Otomano. Esta distinción se encuentra en la división del mundo que hacen las escrituras sagradas islámicas diferenciando un “nosotros” y un “otros”, considerados estos últimos como “infieles” e imponiendo limitaciones a las prácticas religiosas ajenas. Partiendo de allí se puede comprender el motivo del porqué las naciones islámicas tienden a ser hostiles para con quienes disentían en valores religiosos, éticos y morales.

Tras la segunda guerra mundial y la Shoá, debe aclararse que el termino holocausto no es preciso, la intención del sionismo radicaba en poder reagrupar al pueblo judío el cual estaba disperso y desunido en una larga lista de países en los que constituían minorías. Los problemas para la asimilación y el antisemitismo empujaban a la idea de un Estado propio, siendo Theodor Herzl quien mediante su obra Der Judenstaat generó repercusiones en la comunidad judia internacional.


Eretz Israel era un sueño anhelado por el pueblo judío tras la destrucción del Beit Hamikdash y la posterior diáspora y el planteo de establecer al futuro Estado en su lugar histórico de origen se transformó en el sueño de una Nación entera. En 1947 el Reino Unido de Gran Bretaña llevó ante Naciones Unidas el asunto palestino y renunció a su control, el cual preservaba desde la victoria de la primera guerra mundial.

El proceso de conformación del naciente Estado conllevo largas y arduas negociaciones, incluyéndose en la mesa a la Agencia Judía y al Alto Comité Árabe. Los argumentos se dividían entre una fundamentación histórica y deseo y un argumento demográfico y jurídico-religioso respectivamente. La ONU propuso cinco soluciones, de las cuales se adoptó, mediante la resolución 181, la de conformar dos Estados y convertir a Jerusalén en una zona internacional. Las divisiones serían desde Jericó a Beersheba para el Estado Árabe y de Acre a Ashdod, parte del Neguev y Galilea oriental para la contraparte.

Apenas expedida la resolución, la Liga Arabe la condenó y lanzó una ofensiva interna contra el Haganah, Irgun y Stern quienes se abastecen con armas provenientes de Checoslovaquia, puesto que sufrían un bloqueo, siendo esto un claro guiño de la URSS. El 14 de mayo de 1948 Israel declara su independencia y automáticamente es atacado por siete países enfrentado a una fuerza enemiga de más de 170 mil combatientes. Los actos de beligerancia finalizaron con el armisticio de Rodas, pero no así la guerra. Como se puede visualizar el conflicto nace desde el punto cero y hay una marcada influencia religiosa en él.

De 1948 al día de hoy, la tensión y los conflictos no han cesado pese a negociaciones y acuerdos no respetados y fallidos. Las cuatro guerras árabe-israelíes forjaron al Estado judío, debió enfrentarse con el total de sus vecinos, hostiles a su existencia, durante más de tres décadas. Tras la guerra de los 6 días tomó el control de Gaza y Cisjordania, hecho que consumó un hito para la historia posterior puesto que sentaría las bases para negociar con el sucesor de Nasser tras la guerra de Iom Kipur.

Los acuerdos de Camp David firmados entre Al-Sadat y Beguin fueron un avance en el proceso de pacificación inconcluso e inestable que atestigua la región. En definitiva, implicó el reconocimiento de Israel como Estado legítimo por parte de Egipto, portavoz y representante del antisionismo y protagonista central de las cuatro guerras. Esto generó el rechazo de gran parte del mundo árabe y el exilio de la Organización de la Liberación Palestina (OLP) de Egipto hacía Túnez.

Al-Sadat pretendía utilizar la retórica del panarabismo de Nasser para poder expandir la postura el resto de países árabes. Los acuerdos a los que había llegado hablaban de la autonomía (no independencia) de la orilla occidental, hecho que suscitó el rechazo árabe generalizado y específicamente el jordano, puesto que favorecía el independentismo palestino e implicaba una debilitación del Estado jordano. En 1981 Sadat fue asesinado por un Teniente Primero del Ejército durante un desfile militar, mostrando el disenso que había al respecto.

Tras ello, los roces y situaciones de violencia fueron constantes, siendo la primera intifada un suceso bisagra. Puesto que posterior a ella Araft, líder de la OLP, renunció oficialmente a la armas y tendió el brazo a torcer para negociar con Israel. Las conversaciones iniciaron en 1988 y continuaron hasta 1993, en el medio hubo varias circunstancias en las que tambalearon. Por nombrar algunas, la guerra del Golfo Pérsico, la caída de la URSS y la cuestión de los Kibutzim.

En 1993 Arafat reconoce a Israel y Rabin a la OLP, comprometiéndose ambos a la integridad territorial, respeto de las soberanías y el tratamiento pacífico de los conflictos. Israel cede a Gaza y Cisjordania autonomía fundándose la Autoridad Nacional Palestina en un acordado proceso de transición hacía la paz y la coexistencia de las dos naciones. Sin embargo, la iniciativa nació muerta prácticamente puesto que el rechazo fue contundente y desencadenó una segunda intifada a inicios de los 2000.

Si la primera intifada dio lugar a la posibilidad de un acuerdo, la segunda destruyó esa oportunidad y alejó a los palestinos aún más de cualquier tipo de autodeterminación política, civil y económica. Israel no hizo mucho para construir confianza expandiendo los Kibutzim, tomando tierras y asfixiando la economía palestina y por el otro lado Araft no logró frenar a los grupos fundamentalistas. A su vez, Arafat malversó los fondos públicos de la nueva autoridad destruyendo en parte cualquier esperanza habida. Los pactos tenían fecha límite en 1999 y los desacuerdos en cuanto a la distribución territorial dinamitaron la paz.

En este clima de tensión fue que se disparó la segunda intifada fruto de la muerte de un niño de 12 años a manos del ejército de Israel tras las manifestaciones ocurridas trás la declaración de Ariel Sharon, líder derechista israeli, de que no iban a dividir Jerusalén. Las automaticas confrontaciones acabaron por legitimar los movimientos terroristas, Hezbollah es uno de ellos, y las acciones violentas en la conformación del Estado Palestino. Figuras como Marwan Barghouti y Hussein Al-Sheik vieron en el hartazgo y violencia de la sociedad palestina una oportunidad para presionar a los israelíes.

La decisión de Israel de atacar establecimientos físicos de la Autoridad Palestina, conlleva a que la misma libere y de luz verde a Hamás, organización que había lanzado numerosos ataques suicidas en la década de los 90 y que se proponía volver con esta dinámica. Dicho modus operandi se replicó a las demás organizaciones tras el asesinato de un importante lider de las Brigadas Mártires de Al-Aqsa, brazo armado de Al-Fatah, durante un declarado de cese al fuego.

La respuesta israelí, lejos de desescalar el asunto, lo empeoró lanzando la operación “Escudo defensivo” que implicó la mayor movilización de tropas a Cisjordania desde su ocupación de 1967. La misión consistió en bloquear las ciudades principales y sitiándoles. A la par, se aprobó la construcción de un muro de separación anexándose territorio palestino con el pretexto de defender la población propia.

En 2004 Sharon ordenó la retirada de 21 asentamientos hebreos en Gaza, hecho que fue tomado por la sociedad palestina como un victoria fruto de la violencia impulsada por Hezbollah y Hamás y catapultó a Hamás al poder de la Autoridad Palestina y el completo control operacional del territorio.

Es evidente que el conflicto es de larga data y su resolución está lejos de ser concretada. Las diferencias socioculturales entre las dirigencias de las dos partes, la histórica hostilidad, las violaciones a los DDHH y los miles que han sufrido sus consecuencias nos dan un panorama oscuro para su resolución.

La tan marcada intransigencia bilateral del conflicto nos demuestra que, pese a quien le pese, hay mayor probabilidad que el conflicto finalice por medios no pacíficos. La estructura internacional no ofrece las condiciones para un entorno favorable al entendimiento ni tampoco incentivos para que una relación amistosa prevalezca.

Análogamente, la interdependencia entre las dos sociedades no es equiparable. Los niveles de vulnerabilidad y sensibilidad a los cambios son rotundamente favorables a Israel, lo que fortalece una posición cerrada a las negociaciones. La posición judía es superior y es poco probable que dicha sociedad quiera abandonar ciertos estándares de vida.

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