En sus años de adolescente Benjamín Netanyahu se distinguió por sus habilidosas maniobras en el ajedrez. Talento que le ha servido en múltiples torneos – ya personales, ya políticos- que su vida le impuso.
Y una vez más se manifestó en los últimos días cuando acertó a formar una coalición gubernamental en Israel que refleja fielmente tanto sus temores como sus aspiraciones. Los primeros fluyen de la posibilidad de que la suprema corte de justicia considerará que un político acusado por fraude y soborno no puede asumir un cargo en el gabinete israelí. En los próximos días se conocerá su postura. Múltiples observadores estiman que la probabilidad de un dictamen negativo es mínima. Es verosímil que los jueces habrán de dictaminar que en la presente situación del país, abrumado como está tanto por el covid-19 como por la estrepitosa caída del mercado laboral, el dictamen puede esperar.
En estas circunstancias tomaría vuelo un gobierno de coalición que durante sus primeros 18 meses de funcionamiento será dirigido por Netanyahu; y más adelante, por similar lapso, Beny Ganz será su cabeza. Escenario que en un primer y rápido acto alienta. Sin embargo, multiplica interrogantes e incertidumbres cuando se consideran las peculiares circunstancias que lo animan.
En primer lugar, se trata de una pesada y costosa coalición compuesta por 36 ministros y sus respectivos asesores y personal secretarial. Un alto costo que representa una burla para amplios sectores de la población que debido a corona apenas cuentan con un razonable ingreso. Segundo, en el caso de que el acuerdo Netanyahu-Ganz se sostendrá en el tiempo, el primero exige una lujosa mansión en Jerusalén en reemplazo de la que habrá de desocupar al dejar el cargo. Exigencia que multiplica el enojo popular.
Y, en fin, es sólida la decisión gubernamental de anexar formalmente los territorios que se encuentran en Judea y Samaria, hoy bajo autoridad militar. Trump y Netanyahu parecen coincidir en que tal paso será efectivo el próximo julio a pesar de la probable oposición de la comunidad europea y de Jordania en particular.
En esta naciente coalición gubernamental será miembro el partido Laborista que modeló al país desde su creación en 1948 como entidad soberana e independiente. Lamentablemente, se convertirá en los próximos días en apenas un apéndice subordinado de Netanyahu. Por otro lado, las agrupaciones ortodoxas que integran el gobierno seguirán alejados tanto del servicio militar obligatorio como de las actividades productivas. Un precio que ningún gobierno ha logrado hasta hoy reducir.
Estos hechos ocurren cuando Israel y las diásporas judías recuerdan, por un lado, el Holocausto propiciado por los nazis, y, por otro, el 72 aniversario de la creación del Estado. Dos eventos que covid-19 obliga aquí a señalarlos con un vertical silencio y abren oraciones en favor de mejores tiempos. De momento no hay garantías al respecto.
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