El pueblo judío sabe por haberlo sufrido a lo largo de una milenaria historia, el significado de la persecución, del sacrificio y de la lucha para sobrevivir, pese a que su inalterable voluntad ha sido intentar vivir en paz y en armoniosas relaciones con otras naciones. El 14 de mayo de 1948, la vigorosa voz de David Ben Gurion anunció al mundo que el Estado de Israel —surgido del Plan de Partición que aprobó por mayoría la Asamblea General de Naciones Unidas, el 29 de noviembre de 1947, en cuya ardua negociación, redacción y aprobación Uruguay fue líder— se incorporaba a las naciones idemocráticas del orbe y comenzaba a recorrer un camino que deseaba fuera de paz.”Extendemos nuestra mano a todos los estados vecinos y sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad” proclamó Ben Gurion al leer el texto de la Declaración de Independencia.
Pero, el enunciado quedó solo en el loable propósito porque poco después de declararse independiente, en función de la resolución de Naciones Unidas, y dentro de las fronteras que estableció la misma, el novel estado fue invadido por los ejércitos de cinco países árabes —Egipto, Jordania, Siria, Irak y Líbano— que tradujeron en violenta realidad lo que habían anticipado sus representantes ante Naciones Unidas al votar en contra del Plan de Partición, pese a que creaba el Estado Palestino. Desde que se aprobó la Partición, todos en el foro mundial sabían que la invasión del nuevo país ya estaba decidida.
En la Guerra de la Independencia, Israel perdió el seis por ciento de su población y pese a que sus Fuerzas de Defensa no estaban bien equipadas la voluntad de forjar una nueva vida en su propio Estado, en las tierras en las que tienen presencia desde hace más de 3.500 años, logró prevalecer y triunfar.
Símbolo.
Esa fue la primera de siete historias bélicas, —enfrentó las las guerras del Sinaí, de los Seis Dias, de Desgaste, de Yom Kippur, del Líbano “Operación Paz en Galilea” y la Segunda Guerra del Líbano—que Israel debió abordar, además de enfrentar los golpes del terrorismo, en sus 70 años de historia como país.
El heroísmo de sus hombres y mujeres, que lucharon y cada día siguen enfrentando la amenaza de las organizaciones terroristas como Hamas y Hezbollah, es evocado en un magnífico memorial construido en el Monte Herzel, que es un símbolo de un país y su pueblo, en el que cada persona y su historia de vida importan porque forjan la grandeza como nación. En el ingreso se despliegan las imágenes, en toda la extensión de la pared, de un video, que muestra a soldados israelíes avanzando en un campo de batalla.
El diseño de la estructura y la construcción del memorial, con una majestuosa cúpula, expresan cómo Israel es la suma del apoyo, del esfuerzo y del sentido de solidaridad y responsabilidad de cada ciudadano. El edificio se compone de ladrillos de color beige que se sostienen unos a otros para conformar la solidez y el significado no solo del memorial, sino del enfoque vital del pueblo judío.
Ordenados por año, cada ladrillo tiene grabado el nombre de uno de los soldados que ofrendaron su vida en las guerras que libró Israel, el lugar, las circunstancias y la fecha en las que cayó en combate. Cada uno tiene una luz que simula ser una vela, la que es encendida en la fecha en la que ese ciudadano-soldado murió en combate. Son 26.700 ladrillos —el recuerdo de 26.700 vidas— que evocan el heroísmo de los jóvenes que están en la gran historia del país, desde el 14 de mayo de 1948 hasta el presente.
Todas las mañanas se realiza una ceremonia —varios ganadores del Premio Jerusalén y el enviado de El País participaron — en la que un grupo de jóvenes soldados y los visitantes interpretan la canción ¡Que así sea!, cua letra recuerda a “la juventud que de repente culminó”, al entrar en combate.
El valor de cada vida también está expresado en el apacible ámbito del parque que alberga el Yad Vashem, memorial y museo, en cuyos salones de 4.200 metros cuadrados se destaca y rinde homenaje a cada una de las víctimas de la barbarie nazi, mediante elementos testimoniales como cartas, objetos diversos que fueron rescatados y los estremecedores relatos de quienes por milagro lograron sobrevivir a la brutalidad de los campos de exterminio.
Israel no está frenado en el pasado, sino que cada historia personal es una fuente de inspiración para forjar un país con crecimiento económico, instituciones democráticas y que es líder en ciencia y las nuevas tecnologías. Los dos memoriales lo atestiguan.
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