Israel y el mundo de su palabra (2a. Parte)

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Lance sus sueños al espacio como un cometa, y no sabe lo que le traerán de vuelta.
Una nueva vida, un nuevo amigo, un nuevo amor, un país nuevo.
Anaïs Nin

SEGUNDA PARTE

Eliézer Ben Yehudá y el renacimiento de una lengua: “Hebreo en el hogar”

El renacimiento de la lengua hebrea es uno de los acontecimientos socio-lingüísticos más sobresalientes de los tiempos modernos. De forma inminente se debe a un sueño esperando convertirse en realidad y sin duda a la ardua labor de Eliézer Ben Yehudá. Este hombre singular, nació en la aldea lituana de Luzhky el 7 de enero de 1858, y al igual que todos los niños judíos de ese tiempo y lugar, comenzó a estudiar hebreo a muy temprana edad como parte de una educación religiosa. Sobresalió en sus estudios y por último fue enviado a una yeshivá con la idea de que se convertiría en rabino. Sin embargo, se interesó por el mundo secular, abandonó la yeshivá e ingresó en un gimnasio ruso, completando sus estudios como alumno externo en 1877.


En ese año, Rusia proclamó la guerra al Imperio Otomano para ayudar a los búlgaros a recuperar su independencia de los turcos. Además, durante el siglo XIX, varias naciones europeas como Grecia e Italia, habían revivido de esa manera. Ben Yehudá se vio cautivado por la idea de restauración de los derechos a los búlgaros en su suelo nacional, y profundamente influido por estos renacimientos, y concluyó, que el concepto europeo de integridad nacional debería aplicarse también a su pueblo. Si los búlgaros, que no eran un pueblo clásico antiguo, podían exigir y obtener un estado propio, también los judíos merecían lo mismo.

A pesar de que Eretz Israel contaba con pocos judíos en el siglo XIX y el hebreo era sólo una lengua escrita, no hablada, estaba convencido de que obstáculos como estos no eran insuperables. Los judíos debían retornar a su tierra histórica y comenzar a hablar de nuevo su lengua. Ben Yehudá decidió que se trasladaría a Palestina para iniciar esta labor y partió de Rusia en 1878. Antes de arribar a Eretz Israel, se detuvo en París para estudiar medicina con el propósito de ayudar en el futuro a la comunidad judía de su tierra. Sin embargo, lo atacó una tuberculosis que le impidió continuar sus estudios. Sin dudarlo, partió hacia su tierra añorada arribando en 1881 con el sueño de lograr el renacimiento de la lengua hebrea. Ben Yehudá se asentó en Jerusalén y de inmediato adoptó varios planes de acción, principalmente aquellos con un triple alcance: el “Hebreo en el hogar”, “Hebreo en la escuela” y “Palabras, palabras, palabras”.

En lo relacionado al “Hebreo en el hogar”, Ben Yehudá había decidido hablar sólo en hebreo con todo judío a quien encontrara. Ya antes de llegar a la entonces Palestina, había comprobado, con algunos de sus amigos y conocidos, que era posible conversar sin tropiezos con esta lengua. Aquella experiencia le proporcionó la seguridad de que el hebreo tenía que ser la única lengua que hablaría al llegar a la Tierra de Israel. Todo resultó como él esperaba, a excepción de la falta de vocablos para abordar ciertos temas. En sus escritos describe con gran entusiasmo las primeras conversaciones en hebreo cuando, junto con su esposa, desembarcó en Jaffo y habló con un cambista de dinero, un posadero y un carromatero, todos judíos. Aquí había encontrado gente simple que hablaba hebreo, quizá con errores pero con fluidez y naturalidad.

Ben Yehudá deseaba que los judíos en Eretz Israel hablaran exclusivamente en hebreo y en 1882, cuando nació su primer hijo, su esposa tuvo que prometerle que el recién nacido sería el primer niño de habla exclusivamente hebrea en la historia moderna. Simbólicamente, este acontecimiento fue muy importante para el futuro renacimiento de la lengua hebrea, ya que en la casa de Ben Yehudá, tanto los padres como los visitantes, tendrían que hablar y conversar en forma natural sobre los asuntos más cotidianos sólo en hebreo. Así, cuando su hijo comenzara a hablar por sí mismo, se tendría una vívida demostración de que el renacimiento de la lengua era realmente factible. Como escribió en la introducción a su diccionario: Si una lengua que dejó de ser hablada y nada quedó de ella puede volver a ser la lengua hablada de un individuo en todas las necesidades de su vida, ya no cabe poner en tela de juicio que puede convertirse en la lengua hablada de una comunidad.

Y eso fue lo que ocurrió, su hijo de nombre Itamar Ben Aví describe en su autobiografía, algunas de las drásticas precauciones adoptadas por su padre para asegurar que él escuchara y luego hablara sólo el hebreo. Cuando llegaban a la casa visitantes que no sabían hebreo, Ben Yehudá lo enviaba a la cama para que no oyera lenguas extranjeras. El niño comenzó a hablar a la relativamente tardía edad de cuatro años. Día a día se acentuaba la necesidad de buscar palabras hebreas apropiadas para denominar las cosas mundanas de la vida cotidiana. Por ello, Ben Yehudá acuñó nuevos vocablos hebreos para objetos como muñeco, helado, jalea, tortilla, pañuelo, toalla, bicicleta y cientos más. A medida que el niño crecía, crecía el hebreo, tanto en léxico, como en naturalidad. Ben Yehudá y su familia de habla hebrea se transformaron en una leyenda viva, en la encarnación del renacimiento de una lengua por la que todos debían luchar.

En próximos números de Foro, se hablará del los planes de acción de Ben Yehudá: “Hebreo en la escuela” y “Palabras, palabras, palabras”.

Los datos de este artículo fueron tomados del escrito original de JACK FELLMAN quien nació en los Estados Unidos en 1945, estudió lingüística, semántica y estudios del Medio Oriente en Harvard y obtuvo su doctorado en 1971. Llegó a Israel en 1968 y es docente titular del Departamento de Hebreo y Lenguas Semíticas en la Universidad de Bar-Ilán. Traducción: Bar Kojba Málaj.

Acerca de Andrea Montiel

Cursó la carrera de Psicología y obtuvo y posgrado de Maestría en Psicología Social en la UNAM. Realizó estudios de especialización en E. U. e Israel y ha trabajado en varias instituciones y universidades, siendo investigadora del Colegio de México, además de guionista, coordinadora y conductora de varios programas culturales en la televisión mexicana.En materia literaria ya lleva publicados once libros de poesía, poemas y cuentos que algunos se han traducido a otros idiomas como inglés, francés e italiano. Su estilo abarca varias semblanzas, biografías, crónicas y textos que se incluyen en catálogos de pintores y escritores. Obtuvo el premio "Víctor Babani" en 1987 y el premio "Alicia de Nayarit" en 1998.

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