Los jueces que componen la Suprema Corte de Justicia han resuelto por unanimidad que también es judío el descendiente de padre judío y/o quien sea considerado como tal por un tribunal rabínico con independencia de la corriente o filiación que presenta. Actitud que la Corte israelí asumió en estos días después de más de 15 años de deliberaciones sobre el tema.
La decisión suscitó de inmediato la protesta de los medios rabínicos ortodoxos de Israel, incluyendo a los partidos que los apoyan. Siguieron torcidas y ofensivas caricaturas en los medios electrónicos al tiempo que se reiteraron expresiones ofensivas contra la Suprema Corte. Actitud la de estos círculos que amplios sectores de la población israelí apenas comparten o aceptan.
En respuesta, los medios y la ciudadanía en general apuntan hechos como la franca abstención de las agrupaciones ortodoxas en la defensa del país y su dependencia económica, social y médica del gobierno y de los servicios hospitalarios. Sin embargo, cuentan con amplia libertad para votar e influir en las decisiones políticas y nacionales además de un control excluyente de no pocas ceremonias, incluyendo los entierros. Diferencias que hasta aquí buena parte de la ciudadanía ha tolerado con generoso y flexible espíritu democrático.
Obviamente, la presentación de candidatos neokahanistas en las elecciones que tendrán lugar las próximas semanas acentúa y multiplica estas objeciones a posturas y declaraciones rabínicas que ponen en entredicho el sistema democrático y la equidad ciudadana en el país. Temas que probablemente ganarán relieve o se diluirán conforme a los resultados de este torneo.
La Suprema Corte, por supuesto. No hay duda.
David Livne
Rehovot, Israel