En este espacio se describió hace algunas semanas el proyecto acordado entre Jordania e Israel, para instalar en el desierto jordano paneles solares que abastezcan de energía eléctrica a Israel, a cambio de que este último desalinice agua del Mediterráneo y la transfiera a Jordania a fin de paliar su grave déficit del líquido que alcanzó en 2021 la cifra de 40 millones de metros cúbicos. Jordania está sedienta, sus presas están vacías, ha habido muy poca lluvia, y el aumento de la población sumado a la presencia de los refugiados sirios, al cambio climático y a errores administrativos ha agravado la situación, por lo que hay urgencia en encontrar soluciones.
Si bien estaba planeado un proyecto local de desalinización de agua del Mar Rojo en la zona de Áqaba que resolvería el problema, hay conciencia de que su concreción es demasiado complicada y larga, y podría llevar hasta ocho años. De tal suerte que se ha optado por la transacción con Israel que implica además un fuerte impulso al uso de energías limpias en aras del combate al cambio climático. Dicho proyecto se ha armado gracias a la mediación de Emiratos Árabes y Estados Unidos, afianzando de paso las relaciones políticas y diplomáticas entre estos cuatro actores. En síntesis, una operación que se podría considerar de “ganar-ganar”, sin embargo, está encontrando oposición en sectores de la opinión pública jordana y palestina, que observan la transacción desde otra perspectiva, la fundada en la idea de que hay una pérdida de soberanía al entrar en sociedad con Israel en proyectos capaces de generar una indeseable dependencia de éste.
En ese sentido se expresó el fundador y director del Centro de la Biodiversidad de la Universidad de Belén, Mazin Qumziyeh, quien declaró que la idea de éste y otros proyectos similares ha sido siempre la de asegurar el fortalecimiento de Israel haciendo a los países de la región menos autosuficientes y más dependientes del país de la estrella de David. Y desde la óptica del nacionalismo árabe también se han emitido reservas como las expresadas por ciertos segmentos de las fuerzas militares jordanas donde se critica que, ante la escasez de agua en Jordania, no se hayan explorado otras alternativas, como, por ejemplo, la de obtener el agua de Siria, considerando que Jordania ha brindado asilo a 1.3 millones de refugiados sirios.
Es así que los sentimientos nacionalistas en Jordania han aflorado en estos días por efecto del anuncio del acuerdo con Israel y se ha convocado a una manifestación de protesta en la que el planteamiento básico es repudiar dicha transacción a la que se considera atentatoria contra la soberanía nacional y, al mismo tiempo, cómplice de la ocupación israelí de los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza.
Sin embargo, curiosamente, los voceros oficiales de los palestinos han optado por el silencio ante este tema. Ni la Autoridad Nacional Palestina con sede en Ramalá, encabezada por Mahmud Abbas, ni tampoco el liderazgo de Hamás en Gaza, han expresado ninguna protesta al respecto. ¿Por qué? Por la simple razón de que Emiratos ha sido mediador y posible inversionista en el proyecto y justamente de ahí fluyen las remesas enviadas por los 200 mil palestinos que ahí trabajan, remesas que para las apretadas economías de Cisjordania y Gaza son vitales. Lo que está en juego es así demasiado importante como para arriesgarse a irritar a los ricos gobernantes de ese emporio petrolero, hoy en tan buenos términos con Israel desde la normalización de sus relaciones a partir de los Acuerdos de Abraham.
Este caso es ejemplar de cómo en nuestro mundo actual de la globalización, los conceptos de soberanía nacional y de nacionalismo con sello proteccionista se han vuelto problemáticos. La aspiración a la autosuficiencia es una ilusión anclada en un pasado en el que la dinámica económica del planeta era radicalmente distinta. Hoy el flujo de capitales y de tecnologías, las migraciones, las redes sociales y la fuerza de trabajo en busca de mejores oportunidades laborales y de vida hacen obsoleta la idea de que la soberanía nacional pueda estar fincada en la autosuficiencia y el aislamiento. Es evidente que el modelo hoy dominante está marcado por profundas asimetrías entre los actores económicos y políticos, por lo que el desafío es entonces, encontrar las fórmulas de cooperación que más ayuden a cerrar brechas sociales y económicas entre individuos y entre naciones.
Para que cooperar con gente que nos odia y manda asesinos de vez en cuando para atacarnos Dejen que mueran de sed y miseria Son enemigos