Jorge y Eduardo se encuentran sentados en una cafetería en la ciudad de Beer-Sheva, ambos son originarios de Argentina. Se conocieron en Israel; estudiaban juntos hebreo en el Ulpan. Se habían hecho una costumbre de juntarse en el mismo lugar a la mañana varios amigos, entre ellos había colombianos, chilenos e incluso uruguayos.
Jorge, mirando su reloj le comenta a Eduardo: “Nuestros amigos cada vez llegan más tarde, entre que sus mujeres los mandan a hacer las compras al supermercado, o a traer medicinas de la farmacia”.
Eduardo: Por eso, che, nosotros disfrutamos nuestra libertad.
Jorge: ¡Ay! La verdad que yo no me acostumbro a estar sin mi mujer, me hace mucha falta.
Eduardo: Pues yo me acostumbre muy rápido a vivir sin ella.
Jorge: ¿Tan mal fue tu matrimoniada?
Eduardo: Cada día era un suplicio, incluso hasta después que se fue de este mundo me dejó sufriendo…
Jorge: Explicate mejor, no te entiendo.
Eduardo: El dinero que ella tenía guardado todavía de sus padres, me lo dejó con una gran condición.
Jorge: ¿Cuál?
Eduardo: Que mi parte la recibiría solamente a los 95 años.
Jorge: Se nota que te quería mucho, porque quería para vos una vida larga.
Eduardo: La muy sinvergüenza quería que si llegó a esa edad lo use solamente para médicos y remedios.
Jorge: Mirá, mirá che, que piernas tiene esa mujer que está caminando con la viejita.
Eduardo: Con una hembra como esa a mi lado me dejaría paralizar mis piernas.
Jorge: Y yo dejaría de llorar por Sofía, aunque jamás voy a olvidar las empanadas tan sabrosas que me hacía y las pizzas aún las siento en mi paladar.
Eduardo: Pues yo en mi paladar aún siento el gustito de los besos que me daba.
Jorge: ¿Tu mujer?
Eduardo: No, la del vecino…
Jorge: Mirá allá vienen los muchachos.
Eduardo: ¿Muchachos? No ves como arrastran los pies, por presumidos dejan el bastón en la casa, y les cuesta caminar, pero sus panzas y sus arrugas no las pueden dejar.
Se les acercan Ricardo el chileno y León el colombiano.
Ricardo: Perdón la tardanza pero me entretuve mirando algo en la tele.
Jorge: Tele, si vos no entendés hebreo, nunca te entró el idioma, decinos la verdad, que le fuiste a hacer los mandados a tu jefa. De no ser así, te sacan rajando.
Ricardo: La verdad es que fui al médico, pero como ya soy paciente de rutina, de diario, me da pena confesarlo.
León: hablando de confesiones, les tengo que contar un chisme sabroso, que espero no salga de acá. Se acuerdan de La uruguaya? esa que vino el otro día a la excursión del Ulpan.
Jorge: ¿No era una de muchas curvas y poca materia gris?
León: Esa misma. Bueno, ahora resulta que mi mujercita se hizo muy amiga de ella y le propuso presentarle un candidato, y prepárense, ustedes están en la lista.
Ricardo: ¿Acaso se trata de una votación parlamentaria? Amigos, empiecen a caminar más derechitos, a meter la panza y a sacar sus ahorritos, porque esta tipa tiene cara de interesada.
Terminan de tomar sus cafés, pagan la cuenta, se despiden y Eduardo y Jorge caminan juntos rumbo a sus casas.
Jorge: Me gusta tanto Israel, uno camina libremente por la calle. Lástima que no vine antes, Sofía lo hubiera disfrutado, pero nunca quiso alejarse de su familia y su tierra, cuando éste es nuestro verdadero hogar.
Eduardo: Tienes razón, esta es nuestra casa, yo no necesito llegar a los 95 para disfrutar el dinero, ya estoy disfrutando la vida cada día.
Pisar la tierra de Israel
Es un placer. Su calidéz, su historia
Y fertilidad, llenan mi alma de felicidad.
No importan mis años,
Porque mis sueños se ven realizados
En este país de leche y miel.
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