Los ministros del gobierno de Binyamín Netanyahu, Arié Deri (Interior), Bezalel Smotrich (Transporte) y el Rabino Rafi Peretz (Educación) atacaron al judaísmo laico y proponen que Israel regrese a una forma de vida religiosa acorde a los principios de la Halajá. No, gracias; no es necesario.
Estos funcionarios vuelven al cliché ancestral de la visión sobre el judío lleno o vacío; en esta ocasión, cada uno con su estilo propio afirma que el judaísmo laico no originó ninguna cultura judía nueva; sólo un poco de instrucción en las escuelas, en las universidades y en los realitys de los canales televisivos. Según ellos, el judaímo laico no se ocupa del Shabat y no creó un nuevo código de preceptos, no originó absolutamente nada nuevo.
Sin embargo, a mi entender, el laicismo judío marcó el paso que redimió a la cultura judía de su decadencia, la abrió al mundo entero, hacia los tesoros de la cultura. Así, continuó y perfeccionó la capacidad muy judía de combinarla con culturas adicionales, incorporarse y nutrirse de ellas.
El judaísmo laico estableció bases para una nueva creación judía, rica y compleja. Pero estos ministros y sus socios se interesan sólo en la disyuntiva acerca de lo que el judío laico opina sobre el Shabat.
Pues bien; el laicismo judío ama el Shabat, la adoptó en su seno. Es un día excepcional para reuniones y comidas familiares, para la recreación y el paseo. En opinión de estos dirigentes, se trata de una profanación, de una herejía.
Como judío, a mi entender, es una nueva versión del Shabat. Quizás no toma en cuenta las actividades vedadas por la ultraortodoxia nacionalista y mesiánica, pero pone de manifiesto el placer y la belleza del mismo. Si esto no es un aporte judío, no sé de qué judaísmo se trata.
El judaísmo laico creó tesoros culturales que el ortodoxo no imaginó durante generaciones: una literatura judía rica, pletórica de logros, una tradición apasionante e influyente de arte pictórico, escultura y fotografía, en Israel y en el mundo.
El judaísmo laico posibilitó una extensa creación musical y construyó una infraestructura judía para la ciencia y la tecnología.
Miles de judíos en Israel y en el mundo se ocupan de dicho desarrollo cultural, uno de los más fructíferos en la actualidad, tomando en cuenta la cantidad de habitantes en Israel y la población judía en el mundo.
El judaísmo laico revivió el idioma hebreo, lo enriqueció, elastizó y permitió su apertura a la expresión y a la escritura moderna. Si el judaísmo laico no existiera, estos ministros hubieran pronunciado sus discursos en idish o en ladino.
Yo no afirmo – como respuesta simétrica a ellos – que la ortodoxia es un mundo vacío de contenido o que no aporta al judaísmo. Sólo digo: No, gracias. No es necesario.
Y aún más: Si el mundo ortodoxo no se unifica, no respeta, no tolera, no entiende la riqueza cultural judía laica y continúa menospreciándola, le será muy difícil influenciar y proponer sus propias ideas.
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