Judimendi O Historia De Un Compromiso La Memoria Judía En Vitoria

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Francisco de la Herrán Matorras dedica esta pequeña historia a su amigo Antonio Escudero Ríos, que me ha animado a su redacción.

En el País Vasco son escasos los restos arqueológicos testigos de la presencia judía de otros tiempos. Y en Vitoria, a decir de los investigadores, no existe ninguno, no obstante haber sido su aljama la más importante del norte de España. Queda sin embargo el recuerdo judío en el parque llamado Judizmendi, situado en una pequeña loma al este de la ciudad. Allí hubo una sinagoga y un cementerio judío. Hoy disfruta de una agradable zona verde, una de las muchas que adornan Vitoria.

En relación con este barrio de Judizmendi o Judimendi (en algún momento se le añadió la z, quizás para hacerlo euskérico), ocurrió un caso verdaderamente singular. En él estuvo, como he dicho, el cementerio de los judíos, extramuros de la ciudad, del que hoy no queda más rastro que la etimología de su denominación: judimendi significa monte de los judíos, en euskera. Pero tratemos de contar su bella historia, no por sabida menos admirable, que es la de un compromiso que duró casi quinientos años.


Los Reyes Católicos firmaron el 31 de marzo de 1492 el decreto que ordenaba la expulsión de “todos los judíos e judías de nuestros reynos, e que jamás tornen e vuelban a ellos ni alguno dellos”, concediéndoles un plazo de cuatro meses para marchar “so pena que si no lo ficieren e cumplieren, asy yncurran en pena de muerte e confiscación de todos sus bienes”. Es historia bien sabida.

Los judíos vitorianos, cumpliendo el mandato, marcharon principalmente a Bayona y al Reino de Navarra, pero unos días antes de que venciera el plazo de la expulsión, concretamente el 27 de julio de 1492, como muestra  de la buena relación con su ciudad, y para asegurar la pervivencia por siempre del lugar sagrado, convinieron con el concejo un acuerdo verdaderamente extraordinario: la cesión a perpetuidad del cementerio (hoy el barrio de Judizmendi) a condición de que se respetara, manteniéndolo sin edificar ni labrar.

“… considerando las buenas obras e vecindad que en esta çiudad habían recibido, para que fuese para agora e para siempre jamás, e quedase por pasto e dehesa común… “

Este hecho, revelador de las buenas relaciones que existieron entre las comunidades judía y cristiana, ha sido elogiado por los estudiosos, e incluso ha protagonizado la novela de Toti Martínez de Lecea, “La calle de la judería”.

Lo asombroso y bello de esta historia es que el Ayuntamiento de Vitoria cumplió el compromiso hasta que en el año 1952 se planteó la extensión de la ciudad hacia estos terrenos. Entonces la comunidad judía de Bayona, heredera de los antiguos judíos alaveses, sacó a colación el antiguo pacto, para muchos olvidado, y se alcanzó con el consistorio un nuevo acuerdo consistente en la creación de un parque, viviendas y equipamientos sociales, colocándose un monolito, con una inscripción que dice:

“En este lugar estuvo el cementerio israelita que la aljama de Vitoria cedió perpetuamente a la ciudad el 27 de julio de 1492. La ciudad y el Ayuntamiento respetaron lealmente las condiciones de la cesión durante 460 años hasta que el 27 de junio de 1952 Vitoria-Gasteiz quedó liberada de ellas por convenio suscrito en esa fecha con el consistorio israelita de Bayonne.”

Años después, en 2004, se adornó el parque con una escultura de granito procedente de las canteras de Jerusalem, denominada “Convivencia”, obra de la artista israelita Yaël Artsi-Moyal. Son dos grandes piezas a modo de hojas de un gran libro abierto, en las que puede leerse el versículo 2.4 del libro de Isaías, en hebreo, euskera y castellano.

“ Y convertirán las espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces, no alzarán su espada nación contra nación ni se ensayarán contra la guerra.”

Completa la escultura un yunque, referente de la artesanía medieval vasca, y tres franjas de metal recordando la convivencia de las tres culturas, cristiana, judía y musulmana. Finalmente, la plantación de unos olivos puso el punto sensible a tan extraordinaria historia. Y ahí sigue el monumento, el parque y los olivos, testimonio de convivencia, para disfrute de visitantes.

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