Carolina Fridman y su esposo Juan Lempert llegaron a Winnipeg en 1998, mucho antes de la crisis del 2001 y cuando había radicadas sólo 10 familias argentinas judías. “Suiempre hay una puerta donde golpear, así que si querés el cambio no hay que tenerle miedo”, dice esta abogada convencida del progreso que significó, para ella y su familia, la migración a esta atractiva ciudad canadiense.
“Fue difícil pero no imposible”, afirma recordando el proceso de integración al nuevo país, sólo con algunas costumbres parecidas pero con otro idioma y pautas culturales.
“Nos costó el inglés, el clima y la ciudad es pequeña para quien quiere una gran urbe como Buenos Aires”, agrega.
“Juan llegó con un año de estudio de inglés. Los primeros meses le costaba mucho entender cuando le hablaban. Después de 2 años de trabajar como vendedor, decidió volver a estudiar. En su caso particular, para crecer tenía que buscarle otra vuelta y estudió para Analista de Sistemas en Canadá”.
Carolina, por su parte, era abogada y sabia que la única forma de trabajar como tal, en Canadá, era revalidando su titulo, un proceso que nada fácil. Así empezó a trabajar en un estudio jurídico como consultora, y luego de varios años de afianzarse con el idioma y adquirir experiencia legal, decidió volver a estudiar. Ahora se desempeña como una abogada canadiense.
Hoy, Juan y Carolina coinciden en que el esfuerzo valió la pena. “Argentina es muy lindo país, pero a esta altura sólo vamos a visitar a la familia”, dice esta madre de tres hijos ya acostumbrada a una vida en la que destaca que “no hay nada que no pueda hacerse si se le pone garra”.
La comunidad judía local tiene mucho que ver en esta alternativa de progreso porque, interesados en recibir nuevos integrantes, hacen las cosas más fáciles.
Una comunidad, cualquiera sea, no es otra cosa que la suma del espíritu de sus integrantes. Y la Federación Judía de Winnipeg es muy solidaria.
“Nosotros vinimos directo, no hicimos el viaje exploratorio porque ya conocíamos Canadá, pero sí estábamos en contacto continuo con argentinos que ya habían emigrado a Winnipeg. Cuando llegamos, integrantes de la Comunidad nos estaban esperando en el aeropuerto y nos ayudaron plenamente con todos los primeros pasos que tuvimos que dar.” ratifica Carolina.
“La comunidad es muy solidaria, todo el mundo te va a tratar de ayudar”, reafirma.
Y agrega: “Si bien no te prometen trabajo, te abren sus agendas, te dan soporte emocional, te conectan. Y si venís con hijos, te ayudan con la escolaridad y se te va abriendo un marco social”.
Respecto al estilo de vida, destaca que donde mayores diferencias hay es en el tema del clima porque hay que acostumbrarse a drásticas temperaturas invernales.
“La vida en Winnipeg no se detiene por el frio, al contrario, todo sigue. Vas a trabajar, los chicos van al colegio y hacen sus actividades extra-curriculares. Los fines de semanas te encontrás con amigos, salís a cenar, al cine, al teatro. Si te encontrás con amigos canadienses, la única diferencia son los horarios, ellos tienen la costumbre de cenar más temprano y terminar la noche más temprano, esto no pasa entre los argentinos, que seguimos con nuestra costumbre de cenar tarde y salir hasta más tarde”, afirma.
Para ella y su familia también mejoró la calidad de vida. “No quiere decir que vas a tirarte en el sillón a ver la tele todo el tiempo, sino que lo vivís en la estabilidad económica, los proyectos familiares, a los bienes que se puede acceder, los viajes, las casa donde podés vivir y los horarios de trabajo”.
Como consejo, Carolina sugiere -para todos aquellos que estén interesados en reproducir este proyecto de vida- que “hay que llegar con paciencia y algo de dinero para mantenerse los primeros meses.
En general a los argentinos no les cuesta conseguir trabajo porque en su mayoría vienen con idioma y educación que pueden transferir a las oportunidades de empleo que se les presentan.
Y, finalmente, destaca algo que ella y su familia valoran enormemente: “Podés olvidarte la puerta sin llave y la casa sigue entera. Y a este tipo de cosas no tenés con qué darle”, concluye.
es mejor que los judios salgan de argentina la borrica de cristina no ofrece las garantias para los ciudadanos argentinos-judios, pues ha hecho no se si es amistad o alianza con los iranies, quienes organizaron los atentados contra amia y la embajada de israel, que dejo cerca de un centenar de muertos, el presidende irani recien elegido, tambien estubo comprometido en dicho atentado,, y la burra cristina no dice nada