juicio más importante para víctimas de trata

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Por Rosi Orozco*

Cuando timbró el teléfono de Esmeralda, ella sintió que su corazón había caído hasta el fondo de su estómago. Una intensa angustia se le instaló en el pecho y, sin ver la pantalla, intuyó que el mensaje recién llegado contenía aterradoras noticias. Horas antes había escapado del departamento donde estaba atrapada, en la colonia Nápoles, en la alcaldía Benito Juárez, por una mafia que la obligaba a tener relaciones sexuales con clientes que pagaban un «servicio VIP» en hoteles de la Ciudad de México.

 


El teléfono sonó dos veces más. Cada vibración revolvió un miedo intenso en Esmeralda, quien se acercó al teléfono con el mismo temor de quien se asoma a un precipicio. El primer mensaje era una amenaza de acuchillarla hasta la muerte, si no volvía de inmediato a la casa de seguridad de sus captores. El segundo, era el amago de que, además, matarían a su familia. El tercero, era el más escalofriante de todos: el video de una mujer joven, amarrada de pies y manos, metida en alguna oquedad, quien pedía clemencia hasta que un desconocido le asestó varios balazos.

 

Sus captores sólo le ofrecían dos finales: el encierro voluntario o la muerte. Esmeralda tendría que forjarse muy pronto un tercer destino si quería sobrevivir… pero estaba en desventaja; era una joven extranjera sin documentos migratorios y sin dinero, contra una millonaria máquina criminal que se había activado para encontrarla y silenciarla. Esa máquina operaba gracias a una larga omisión de las autoridades, pero eso no lo sabría Esmeralda, sino hasta después. En aquellos segundos toda su atención estaba enfocada en cómo permanecer con vida.

 

 

¿Cómo había llegado a esa situación? Todo empezó en Instagram. A través de esa red social, Esmeralda recibió una invitación de parte de una amiga para dejar atrás la crisis económica en Venezuela, su país natal, e instalarse en México como modelo de una prestigiosa agencia. Trabajaría por una generosa cantidad de dinero para grandes marcas asociadas a empresarios importantes y, al cabo de unos pocos meses, tendría suficiente dinero para apoyar a su familia, que sufría con la hiperinflación del país sudamericano.

 

Para traerla, la maquinaria criminal se encendió de inmediato. Con la complicidad de personal del Instituto Nacional de Migración en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Esmeralda ingresó irregularmente al país. Un hombre la llevó a aquel departamento de la colonia Nápoles y le quitó su pasaporte «para iniciar los trámites del negocio». Luego, la forzaron a posar desnuda para un catálogo y ahí fue cuando supo que no sería modelo, sino esclava sexual de una página web, donde sus fotografías fueron publicadas sin su consentimiento y alteradas para impedir que fuera reconocida por familiares: le borraron tatuajes, aumentaron sus tallas, cambiaron su peinado y le dieron un nuevo nombre. En su primer encargo fue obligada a tener relaciones sexuales con un cliente que pagó para verla interactuar con otra mujer. Cada vez que era violada, debía entregar el dinero a sus captores.

 

La página que la ofrecía se llama La Boutique VIP y hoy sigue abierta. Uno de sus presuntos socios es un hombre que incluso bajo investigación de autoridades federales por trata de personas, fundó ese sitio web. Antes de La Boutique VIP, Ignacio N., «El Soni», había creado la página de internet Zona Divas, que seguía el mismo modus operandi que sufrió Esmeralda. Con ambas páginas de internet, «El Soni» fue proveedor de cientos de mujeres engañadas para hombres poderosos a costa de innumerables secuestros, extorsiones, violaciones y feminicidios.

 

Esmeralda no sería la siguiente. Hurgó en su ropa y tomó un pedazo de papel que escondió cuando huyó. Ahí estaba el teléfono de un contacto en México que le habían dado para una emergencia. Ese contacto, casi un desconocido, la salvó y la llevó con las autoridades para denunciar a sus victimarios. Hoy, los tres mensajes atemorizantes, junto con su testimonio, y el de varias sobrevivientes más, son piezas clave para mantener a «El Soni» y su mafia en prisión, mientras aguardan el desenlace del juicio en materia de trata de personas más importante del país.

 

Se trata de una trama judicial histórica, ya que «El Soni» es blanco de una y poderosa estrategia del nuevo gobierno nacional contra el crimen. A través de la Unidad de Investigación Financiera que lidera Santiago Nieto en la Secretaría de Hacienda, se le han congelado al tratante de personas unos 83 millones de pesos en cuentas bancarias. Sin ese dinero, su maquinaria criminal se ha quedado sin gasolina.

 

Mujeres valientes como Esmeralda, sólo les ofrecen un final a sus captores de Zona Divas y La Boutique VIP: pagar por sus crímenes y reparar el daño. No hay segundo o tercer destino para ellos. Para asegurarse que se haga justicia, una maquinaria distinta a la que la quiso silenciar se ha activado: una multitud tiene los ojos puestos en ese proceso judicial que marcará un antes y después en la justicia en México. Víctimas, sobrevivientes, activistas y aliadas estamos atentas a que las autoridades estén a la altura del desafío y se coloquen del lado correcto de la historia.

 

Todo para que cuando timbre el teléfono de Esmeralda, y el de muchas mujeres más, una poderosa tranquilidad se les instale en el pecho y, sin ver la pantalla, intuyan que el mensaje recién llegado contiene maravillosas noticias: «la pesadilla acabó, se hizo justicia».

*Activista social

Fuente Rosi Orozco y Forbes

 

 

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