Julio Frenk, el presidente universitario que le debe su historia familiar a México

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Como hijo y nieto de inmigrantes judíos, el trayecto familiar de Julio Frenk, el presidente de la Universidad de Miami, ha marcado buena parte de las ideas con las que ha encarado su gestión en la salud, la academia y la administración pública. Esta es su historia.

Julio Frenk lleva un prendedor que va más allá del accesorio. Es la ‘U’ mitad naranja, mitad verde que identifica a la Universidad de Miami (UM), la institución privada que dirige.

“Ya la tengo tatuada”, dice el mexicano que se convirtió hace un año en el sexto presidente de esta universidad, el primer hispano en dirigir la institución.


Durante años Frenk ha sido una figura influyente en el campo académico y de la medicina, y ahora uno entre el puñado de hispanos que presiden una universidad en Estados Unidos.

Académico, doctor, Ministro de Salud de México, decano de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan en la Universidad de Harvard y ahora presidente de la UM.

Esos son apenas algunos de los títulos que ha tenido su vida profesional pero la historia de su éxito en la academia, la gestión pública y la medicina guarda una relación importante con las lecciones que le ha dado su vida familiar.

“Mi familia paterna es una familia de refugiados que tienen que salir de Alemania en los años 30 por el ascenso del nazismo y en esa tesitura de tener que abandonar su país de manera forzada encuentran un país mucho más pobre desde el punto de vista económico pero mucho más rico en las cosas que realmente importan como la tolerancia”, dice refiriéndose a México.

“Por todo lo que pasó después, (mis familiares) seguramente hubieran muerto”, reflexiona quien ha buscado -al igual que sus cinco hermanas y un hermano- corresponder a la acogida que permitió que su familia continuara.

“En mi caso ese impulso vital de corresponder a la generosidad que salvó la vida de mi familia se tradujo en estudiar medicina y luego salud pública y dedicarme a causas donde yo pueda sentir que estoy retornando algo de la generosidad de lo que me hace posible”.

La universidad es su causa más reciente.

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El trayecto profesional de Frenk tiene mucho que ver con uno de los principios que dice han regido su vida: “Hay que tener gran flexibilidad para aprovechar oportunidades que se presentan y para ir creándose nuevas oportunidades”.

Su currículum vitae confirma ese modo de vivir. La constante ha sido oscilar del mundo académico, la investigación y la enseñanza a la gestión como la que tiene entre manos en UM.

Antes, de 1998 a 2000, fue director ejecutivo de Evidencia e Información para la formulación de Políticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y fue Ministro de Salud de México durante la presidencia de Vicente Fox, entre 2000 y 2006.

De ese trayecto inevitablemente ha derivado muchas lecciones que delinean su gesta actual.

“No era un político profesional, era un profesional de salud en un puesto político”, aclara de esa etapa que dio lugar a la aprobación de una reforma que extendió el plan de salud a alrededor de 50 millones de personas que no tenían cobertura médica.

Ese capítulo en la política pública, afirma, le permitió tender puentes y lograr alianzas que le sirven de mucho en el mundo académico ahora en UM y antes, de 2009 hasta agosto del año pasado, como decano en Harvard.

De esa prestigiosa Ivy League Frenk llega a la UM, una institución conocida por su nivel de selectividad en la que en el otoño de 2015, estudiaban 11,123 alumnos de pregrado. Según datos de la universidad, dentro de esa cifra los hispanos son la minoría más numerosa (2,832) al representar 25% de la población estudiantil.

Al revisar aspectos de su vida como esos, Frenk se acuerda de la importancia de tener principios claros “y poder articular el porqué de las decisiones, no nomás cuál es la decisión sino porqué la está tomando”.

La gestión universitaria, por el momento, es su norte porque para Frenk, la universidad es tanto un proyecto educativo como de formación ciudadana.

“Estoy convencido que esta institución que llamamos universidad es más necesaria que nunca, si la humanidad va a poder navegar con éxito este complejo siglo 21”, sostiene Frenk, de 62 años, quien nació en la Ciudad de México en diciembre de 1953.

Frenk -un hombre muy alto y delgado en cuya biblioteca conviven libros de medicina y fotografías familiares y una bola de fútbol americano firmada por los jugadores del equipo de la UM- cree que la universidad existe para producir conocimiento, “el instrumento más poderoso que tenemos los humanos para resolver nuestros problemas”.

Para él, las universidades tienen la responsabilidad “de formar a ciudadanos locales y globales que serán los líderes del futuro”. Líderes capaces, agrega, que crean en la diversidad y en la posibilidad de discutir de manera civilizada.

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Como mexicano, como hijo y nieto de inmigrantes judíos y como líder de una universidad desde la que procura la diversidad, Frenk expresa preocupación por la retórica antiinmigrante que ha imperado en los últimos meses en la campaña presidencial.

“En una democracia no deben tener lugar definiciones que crean una categoría de personas, la que sea, puede ser inmigrantes, los de cierta raza, los de cierta preferencia u orientación sexual”, explica.

Frenk reitera que Estados Unidos es un país de inmigrantes y que crear una categoría como si el problema fueran los migrantes no es lo correcto.

“Eso no tiene lugar en una democracia donde todos contamos como individuos, no porque tengamos la piel de cierto color, no porque seamos de cierto género, no porque tengamos ciertas preferencias, no porque tengamos una historia donde nuestras familias se movieron de un país a otro”.

A juicio de Frenk, soltar una retórica en contra de “categorías de personas” se ve en los regímenes totalitarios. Tal discurso, a su juicio, “es totalmente falto de ética y ha producido las peores atrocidades en la historia de la humanidad”.

Esas palabras resuenan a semanas de la masacre en el club gay Pulse de Orlando que dejó 49 muertos. Las categorías, precisamente.

“Lo que tenemos que asegurar es una sociedad donde todos valemos por lo que somos como individuos y si somos criminales, deshonestos y demás debemos ser juzgados y someternos a las leyes de un país pero porque estamos fallando como individuos y no porque pertenezcamos a una categoría”, reflexiona Frenk.

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En el discurso que pronunció durante su ceremonia de investidura en enero pasado, Frenk delineó varios puntos sobre cómo visualiza la universidad de estos tiempos, la que atiende por igual el rigor científico y artístico, el espíritu deportivo, la investigación, la teoría y la acción en las calles.

“¿En qué momento entran los jóvenes a la universidad? Justo cuando se están volviendo ciudadanos, alrededor de los 18 años”, subraya.

Según Frenk, la entrada a la vida universitaria marca el momento cuando salimos de nuestras comunidades donde hemos crecido toda la vida.

“Y entramos a una universidad que es mucho más diversa donde tenemos que aprender no solamente a tolerar sino a valorar las diferencias: la gente que se ve diferente, que se viste diferente, que piensa diferente, que vive diferentemente”, menciona.

La UM celebrará en nueve años, en 2025, su centenario y esa efeméride delinea diversos proyectos que se fraguan en estos momentos.

Por un lado, desde el presente hasta el centenario, Frenk busca traer 100 talentos a la universidad para ampliar la masa crítica de la institución a través de cátedras que cubran desde la investigación científica hasta la creación artística.

Una cátedra de ateísmo -que ha sido calificada como la primera del país- es parte de ese proyecto. “Es una corriente más que requiere ser estudiada pero no es un acto de proselitismo”, sostiene quien opina que cátedras como esta -así como las hay de distintas religiones y filosofías- tienen el propósito del estudio riguroso de esas corrientes de pensamiento.

De otra parte, antes de que la universidad cumpla 100 años, Frenk se comprometió a que la universidad satisfaga el 100% de las necesidades financieras de sus estudiantes. Es decir, “que los estudiantes deben ser capaces de pagar el costo de vivir sin incurrir en una deuda que les imponga una carga excesiva”, plantea.

Actualmente, la deuda estudiantil en Estados Unidos asciende a $1.2 billones (“trillion”, en inglés), según un informe del pasado febrero del Banco de la Reserva Federal de Nueva York.

“La deuda en sí no es mala. Lo malo es cuando la deuda se vuelve una carga que frustra las aspiraciones del graduado”, indica. Según Frenk, su equipo actualmente busca definir cómo lograrán esa meta de reducir la deuda para que las aspiraciones académicas y profesionales de los estudiantes no se vean truncadas.

Es que si algo importa para Frenk es la misión de la universidad de construir conocimiento, con todo lo que supone conocer algo, desde una materia hasta el mundo en el que vivimos.

Y Frenk es un doctor humanista, una de esas personas para quien no están reñidos el rigor científico y el potencial emotivo e intelectual de las artes como fuentes irrebatibles de conocimiento, como lo confirma su doctorado doble en salud pública y sociología de la Universidad de Michigan.

Esa importancia dual que le da a las ciencias y a las artes -en su carácter personal pero también en cómo define una educación integral- se la debe también a su entorno familiar.

“La vocación médica viene de mi padre. Fue mi primer maestro, pero crecí escuchando a mi mamá tocar varios conciertos de Beethoven y de Mozart”, cuenta con la sonrisa por aquellas prácticas de día y noche.

Tal influencia fue definitiva: los siete hijos de ese matrimonio se dividen entre medicina o ciencia y música. La gemela de Frenk se dedicó en la juventud a escribir música, dos más son músicos, su hermano es astrofísico y otras dos hermanas que se dedican a la medicina.

“En mi familia siempre han coexistido los dos (ciencia y arte) y los siete hermanos, aunque nos dediquemos al lado de la medicina y la ciencia o de la música, apreciamos lo otro”, sostiene.

Es lo que quiere, precisamente, para los estudiantes de la UM.

“Yo espero que nuestros alumnos -si vamos a tener una vida de éxito- sean muy buenos en lo que se dediquen y en lo que se especialicen, pero al mismo tiempo aprecien la riqueza de otras formas de entender el mundo”, lo dice Frenk aludiendo a lo que simboliza esa ‘U’ de su prendedor, el recordatorio de su causa más reciente.

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