Hace 70 años, en noviembre de 1938, Herschel Grynszpan, judío alemán de 17 años, asesinó en París a Ernst von Rath, diplomático alemán que actuaba como tercer secretario en la embajada alemana en París. Este incidente fue precisamente lo que la propaganda nazi ansiaba, pues buscaba un pretexto para iniciar un bien planeado ataque contra los judíos, pero que apareciese como un incidente espontáneo. Von Rath falleció de sus heridas el 9 de noviembre, y la maquinaria de la propaganda nazi dio al asesinato una cobertura enorme, acompañada de incitación contra el “judaísmo mundial” por haber planeado el asesinato.
Esa noche, recordada como “Kristallnacht”, “la noche de los vidrios rotos”, los alemanes atacaron salvajemente a los judíos en toda Alemania, quemando sinagogas y destruyendo casas y negocios judíos. Unos días después tuvo lugar el sepelio estatal de Von Rath, al cual asistieron Hitler y la más alta jerarquía nazi.
Diez días antes, los padres de Grynszpan habían sido deportados de Hannover a Polonia, al igual que miles de otros judíos de origen polaco que no poseían ciudadanía alemana. Estos refugiados fueron transferidos a un campamento en el pueblo de Zbasyn, en la frontera polaca, ya que Polonia no les permitió ingresar.
Kristallnacht, la noche de los vidrios rotos iniciada y activada por la SS (Servicio de Seguridad) no podría haberse llevado a cabo sin contar con apoyo popular. Pero la noción de que se trató de un acto “espontáneo” de indignación popular no es más que una leyenda para encubrir un precedente bárbaro ante el mundo occidental. En esa noche 267 sinagogas fueron incendiadas, 7.500 negocios robados, cientos de casas destruidas, 91 judíos perecieron, y 20.000 judíos (algunos aseguran que 70.000) fueron arrestados y enviados a campos de concentración. Lo que si fue espontáneo fue que los civiles alemanes pudiesen tomar parte en brutalidades sin ser provocados o alentados. Hasta jóvenes y niños tomaron parte en ellas, probablemente con conocimiento de sus padres. Después de la guerra hubo alemanes que aseguraban no saber nada de las actividades nazis contra los judíos, pero es indudable que durante la Kristallnacht el público alemán vio directamente y en escala nacional los salvajes ataques. Estos hechos fueron seriamente documentados en su momento en el New York Times.
Desde el ascenso de Hitler al poder en 1933, la propaganda nazi antijudía empezó a funcionar a todo vapor y a partir de 1935 las instituciones legales se involucraron en el proceso al aprobar las leyes de Nüremberg con las que los judíos fueron relegados a ciudadanos de segunda clase. Durante la Olimpíada de Berlín en 1936 los signos externos de antisemitismo fueron ocultados, pero se intensificaron al terminarse la misma. En 1938 el mundo tenía ya conocimiento de la construcción de tres campos de concentración: Dachau cerca de Munich, Sachsenhausen cerca de Berlín y Buchenwald cerca de Weimar.
Después de esa noche Goering tuvo la hipocresía de imponer a los judíos una multa de un billón de marcos ($ 400) para cubrir los daños causados al Reich. Y si algún estado levantó alguna forma de protesta, Goebbels declaró “si hay algún país que siente que no tiene suficientes judíos, gustosamente le enviaré los nuestros”.
Pero fue la Conferencia de Evian, en julio de 1938, (sólo cuatro meses antes) la que posibilitó la violencia masiva. La parálisis de las naciones democráticas que no encontraron una solución al problema de los refugiados judíos, mostró a los alemanes que a estas naciones les era completamente indiferente la suerte y destino de los judíos. Mientras que verbalmente deploraban la barbarie alemana, no tomaron ninguna medida concreta para castigar o restringir a Alemania. Un participante alemán volvió a Berlín diciéndole a Hitler: “Puedes hacer con los judíos lo que quieras, a nadie le interesan”.
El presidente Roosevelt no hizo ningún comentario después de Kristallnacht y sólo 5 días después, debido al clamor público, llamó a su embajador en Alemania. Permitió que 15.000 judíos que estaban ya en los Estados Unidos permaneciesen en el país, pero resistió toda presión para aumentar la cuota de inmigrantes de los países ocupados por los nazis. Es conocida la tragedia del barco “San Luis” con 900 judíos a bordo que trataban de escapar, al que le fue negada la entrada a puertos como La Habana y Miami en 1938, y regresó a Europa donde prácticamente todos sus pasajeros fueron aniquilados.
Jaim Weizman le declaró a Lord Halifax, el Secretario del Exterior inglés: “Hoy queman sinagogas, mañana quemarán catedrales británicas”
En estos días tienen lugar tanto en la Gran Sinagoga de Bruselas (centro de Europa), así como en el Parlamento Europeo, el Congreso Judío Europeo y el recientemente constituido Consejo Europeo de Tolerancia y Reconciliación innumerables actos para “tolerancia y reconciliación”, recordando la Kristallnacht. Estos actos tuvieron lugar desde luego en Israel, así como en la República Checa y en Rusia. Lo diferente fue que participaron asimismo representantes de Egipto, Arabia Saudita, Kuwait, Jordania y Marruecos, países árabes que dicen no negar el holocausto.
La gran preocupación actual es la actitud del mundo hacia Irán, que insiste en desarrollar armas nucleares y ha declarado públicamente que Israel no tiene derecho a existir, por lo cual hay que destruirlo. La pasiva actitud de naciones democráticas está ligada íntimamente a Evian, Munich y la Kristallnacht. Estos tres eventos históricos demuestran cómo los deseos de naciones poderosas quedan sólo en forma de declaraciones al no tomar actitudes fuertes y drásticas frente a líderes autoritarios y determinados.
En el 70o aniversario de la Kristallnacht hay que recordar
que lo único que se necesita para que triunfe el mal
es el que los hombres buenos pero pasivos
no actúen ni hagan nada por impedirlo.
Artículos Relacionados: