La región del Kurdistán está situada en una serie de cadenas montañosas al sur del Cáucaso, abarca alrededor de 550 mil kilómetros cuadrados, mismos que fueron divididos a raíz de los acuerdos de Sykes – Picott y Yalta, al término de las dos guerras mundiales, y que trazaron las actuales fronteras de Turquía, Siria, Irán, Irak y Armenia. De esta manera, la configuración moderna de las naciones – estado en Medio Oriente marcaron la división institucional del pueblo kurdo, que se convirtió automáticamente en minoría dentro de estos países.
Descendientes de los antiguos Medos, los kurdos han carecido de un estado propiamente dicho (desde el Imperio Medo del año 612 a.C., mismo que fue vencido por los persas en el 550 a.C.), y se constituían en pequeños principados de estructura tribal, que desde la caída de los Medos, siempre han vivido bajo la dominación extranjera.
Hoy, con aproximadamente 30 millones de habitantes –de los cuales al menos 20 millones viven todavía en la zona conocida como Kurdistán- se trata de la minoría sin Estado propio más numerosa del mundo, muy similar a la historia del pueblo judío hasta antes de la creación del Estado de Israel en 1948. El pueblo kurdo fue fragmentado por primera vez durante la época del Imperio Otomano, y como consecuencia surgieron en el Kurdistán dos fuertes influencias que modificarían para siempre su cultura: la persa y la otomana.
Aunque los kurdos no son de origen árabe, sí fueron islamizados tras las conquistas y expansión musulmanas, y hoy en día la mayoría son musulmanes sunitas (no obstante, hay minorías kurdas cristianas, musulmanas shiíes, judías, entre otras).
De esta manera, los kurdos quedaron divididos, y actualmente la minoría kurda que vive en Turquía es de unos 15 millones de habitantes, lo que supone un 20% de la población turca. En Irak, la cuarta parte de la población es kurda, es decir, 5 millones de personas. En Irán, los kurdos suman 8 millones, aproximadamente un 17% de la población. En Siria viven cerca de 1 millón de kurdos, y en Armenia son casi medio millón.
A todos ellos se suman los más de un millón de kurdos que han emigrado hacia Europa, Israel y algunas repúblicas de la extinta Unión Soviética, debido a políticas represivas y deportaciones.
Pero, ¿cuál es la razón del “problema kurdo”? La respuesta es relativamente sencilla: valiosos y formidables recursos naturales como el petróleo, el agua, cobre, hierro y los cereales se encuentran en la región del Kurdistán.
Para un panorama general, la parte del territorio kurdo de Turquía es de donde se extrae la totalidad del petróleo nacional, lo mismo sucede en la zona kurda de Siria. Del Kurdistán iraquí se extrae el 74% del petróleo de ese país, y en la región kurda de Irán, se extrae el 20% de la producción nacional de petróleo.
Así pues, la creación de un Kurdistán unificado supondría que Irán, Turquía, Siria e Irak sean privados de sus principales fuentes de riquezas naturales, así como de las principales rutas petroleras de la región hacia Europa. Ninguno de los países involucrados renunciaría a estas posiciones estratégicas de la geopolítica y economía mundial.
De esta manera el pueblo kurdo recuenta cientos de enfrentamientos y revueltas contra gobiernos represores que inclusive han buscado su exterminio (en 1988 Saddam Hussein atacó con armas químicas a poblados kurdos, asesinando a más de 5000 personas, y es responsable por la destrucción de más de 3000 pueblos y 20 ciudades kurdas), incluyendo guerras civiles entre ellos mismos, y represión y prohibiciones en Turquía e Irán.
En este sentido, la similitud entre el pueblo judío y el kurdo es innegable. Al igual que los kurdos, los judíos han sido objetivo de genocidio. Al igual que los kurdos, los israelíes enfrentan un futuro incierto entre vecinos hostiles. Aunque suene raro dentro del mundo musulmán, hoy los kurdos entienden que si no hay lugar para los judíos en Medio Oriente, probablemente tampoco haya lugar para los kurdos. Hoy, la población total de kurdos judíos que viven en Israel se estima en 150 mil, donde la mayoría vive en Jerusalem.
La búsqueda de la estabilidad y de una paz duradera en el Medio Oriente forzosamente pasa por encontrar una respuesta al problema kurdo. Siendo un territorio poco explorado para la solidaridad de la comunidad internacional, una vez más nos encontramos que la poca voluntad política de los actores internacionales y la casi nula cobertura de los medios de comunicación para con la situación de los kurdos convierte a la región en un continuo caldo para el crimen, el genocidio y la represión. El reconocimiento a los derechos inalienables de autonomía como pueblo, la búsqueda de una solución política pacífica al conflicto y ejercer su legítimo derecho a preservar una identidad cultural, no sólo otorgará la paz, la libertad y el progreso al pueblo kurdo, sino que contribuirá también a la democratización, la estabilidad y la seguridad en la región del Medio Oriente.
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