La artista que eligió la vida

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“Venga, sigue adelante y mátate”. A Charlotte Salomon (Berlín, 1917-Auschwitz 1943) la vida se le ha vuelto insoportable. Tiene 24 años y acaba de presenciar cómo su abuela se arroja por la ventana de la casa de la Costa Azul donde se habían refugiado huyendo de los nazis. Su abuelo, burlón, le invita a seguir el destino de todas las mujeres de la familia, incluida su madre, a quien hasta ese momento ella creía muerta a causa de una gripe. “Serás la próxima”.

La revelación es devastadora para la joven artista judía que, a modo de exorcismo, se embarca en la creación de una obra, ¿Vida o teatro?, catártica y sanadora, con la que, a medio camino entre la autobiografía y la ficción, trata de dar sentido a su vida, superar su pasado y ordenar el caos que le rodea agolpes de belleza y talento.

Entre 1940 y 1942 pintó casi 1.400 gouaches. Un año después murió gaseada en Auschwitz embarazada de cinco meses. Charlotte Salomon, el personaje, ha sido fuente de inspiración de novelas, como la multipremiada Charlotte (2014) de David Foenkinos, películas ( Charlotte de Frans Weisz), una ópera, un ballet…, pero su viaje hacia el reconocimiento artístico ha sido largo, en parte porque durante años nadie supo de ella hasta que su padre (un conocido cirujano, inventor de la técnica de la mamografía, que logró sobrevivir al Holocausto) depositó su obra en el Museo Judío de Berlín.


Ella se la había confiado a su médico, rogándole que la mantuviera a salvo: “Doctor, contiene mi vida entera”. Por primera vez en España, y por iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona, el monasterio de Pedralbes acoge una amplia selección de pinturas, cada una de ellas acompañada de su propio texto, su propia referencia musical y en las que, como aconseja su comisario, el historiador Ricard Bru, merece la pena sumergirse (hasta el 17 de febrero). El conjunto es una obra fascinante y conmovedora.

Una historia familiar plagada de oscuros secretos, sufrimiento, abusos sexuales y triángulos amorosos, que revela a una artista brillante y tenaz, capaz de crear en las condiciones más adversas (el horror nazi siempre está ahí, como una amenaza constante, la noche de los cristales rotos, las esvásticas puestas boca abajo en un gesto de rebeldía).

Salomon, además, maneja una sorprendente variedad de referencias visuales: del expresionismo alemán al cine de Weimar, guiños a Chagall, Munch, Modigliani, así como técnicas cinematográficas como flashback o las pantallas partidas. Charlotte se llamaba así por la hermana de su madre, que en 1923 había abandonado la casa familiar en Berlín y después de caminar 34 kilómetros murió ahogada en un río.

La artista comienza su “opereta” dando un salto atrás en el tiempo, mostrando a la tía que no había conocido saliendo de la casa con una mano en el pubis, tratando de explicarse acaso los motivos de los suicidios de las mujeres de su familia: los abusos sexuales de su abuelo. “En el cielo todo es mucho más hermoso que en la tierra”, pone en boca de su madre cuando ésta (ella tenía ocho años) se lanza por la ventana mientras se encuentra convaleciente de una sobredosis de opio. Una imagen muestra a la abuela replegada sobre sí misma, como si sobre su cuerpo recayera “todo el dolor del mundo”. Poco después, la propia Charlotte se dibuja a sí misma en la casa de los abuelos, asustada al fondo del pasillo mientras se acerca una sombra de manos gigantescas, más tarde sentada al borde de la bañera mirando fijamente el inodoro.

Al final de ¿Vida o teatro? se muestra a ella misma en traje de baño verde oscuro, pintando frente al mar, convirtiendo su propio cuerpo en un cartel con el que publicita su obra. Ella, que había elegido la vida y convertido el dolor en belleza, había dejado fuera de la historia, sin embargo, los pormenores de la muerte de su abuelo, que al parecer ella misma envenenó, según le habría confesado en una carta a su amado Alfred Wolfsohn (profesor de canto de su madrastra, con el que mantuvo una relación obsesiva).

Ocho meses antes de que fuera asesinada en Auschwitz, echó mano de uno de esos alijos de opio y Veronal que los judíos llevaban a su salida de Alemania para cuando las cosas se pusieran insoportables y aderezó con él una tortilla.

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