Es usual escuchar en terapia cuan insegura se siente la gente, el poco valor que creen que tienen, el miedo que sienten de realizar cosas por temor al fracaso o al ridículo, la ansiedad que les da que los demás descubran su poco valor y la energía gastada en ocultar su inseguridad ante la gente.
Generalmente la falsa noción de que no valemos nada, que no tenemos los recursos para salir adelante viene de la infancia, de la relación con los padres. Padres que a veces por creer que deben de ser estrictos con sus hijos confunden el ser fuerte y poner límites con el ser agresivo y desvalorar, padres que cargan con mucho enojo, tensión, inseguridades o traumas no resueltos y el receptor de éstos son los hijos, padres que se la pasan peleando en frente de sus niños no dándoles la seguridad de un hogar o padres que abandonan a sus hijos física o emocionalmente. También hay padres sobreprotectores que no dejan a sus hijos desarrollar sus habilidades, resolviéndoles todo y mandándoles el mensaje, aunque no siempre intencional, de que tienen que hacer todo por ellos porque carecen de la capacidad de hacerlo.
Para que los niños crezcan sintiéndose valorados, seguros de si y con respeto a su entorno, deben tener padres amorosos, que puedan poner límites, que sepan entender y valorar sus sentimientos y emociones, que sean empáticos, que puedan decir perdón cuando se equivocan, que sean concientes de su enojo y frustración para no transmitírselos a sus hijos y que sean una fuente de apoyo y protección para ellos. De otra forma estos niños se convertirán en adultos inseguros, asustados y muchas veces infelices.
Enrique de 52 años era un hombre exitoso y emprendedor un trabajador compulsivo que llegó a terapia porque a pesar de sus éxitos sentía un gran vacío interior y una gran tristeza. Explorando sus emociones se dio cuenta que su éxito y su trabajo compulsivo estaban cubriendo la inseguridad que tenía adentro. De niño su mamá siempre le dijo que no iba a triunfar en la vida, lo trataba con enojo y crueldad, siempre se sintió desamado y en el fondo quería triunfar en la vida para obtener el amor y la aceptación de su madre.
Ni todo su éxito ni todo su trabajo le quitaron la sensación de que no valía nada. El trabajo en terapia fue conectarlo con ese niño herido, valorarlo y darle amor y seguridad.
El ejemplo de Enrique nos demuestra que aunque muchas veces por fuera mostramos seguridad y confianza, por dentro nuestra realidad puede ser completamente otra, que es importante visitar nuestro mundo interno y dar el paso y pedir ayuda porque tenemos la capacidad de transformarlo llevando así una vida plena para nosotros y los que nos rodean.
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