La barbarie judía

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Ignoro cuál puede ser la solución a la barbarie que perpetran los ultraortodoxos judíos, si la cárcel, el destierro, la privación de toda clase de derechos u otro tipo de castigo, pero lo cierto es que el dolor que un judío medio laico y medio metafísico como yo puede sentir cuando un hermano suyo mata a un bebé o acuchilla a una niña por la espalda es tremendo, porque es un dolor teñido de vergüenza, roído por el desánimo, erizado de ecos siniestros.

Espero y deseo, deseo y espero que Israel pueda poner coto a esos desmanes. No tengo nada contra el movimiento gay, pero tampoco tengo mucho a favor. La palabra orgullo junto a gay no me parece del todo acertada: el sexo no define más que una parte de la persona. Aunque estos temas parezcan nuevos en el judaísmo no es así. Cuando Jerusalén fue una ciudad helenizada los jóvenes hebreos acudían desnudos a los gimnasios, y también entonces los ortodoxos del día detestaban ese desenfado. Las mismas macabeadas son un eco tardío de las olimpiadas griegas, y hoy no nos molesta reconocer esa influencia.

El aspecto oscurantista de la religión, su factor represivo, es una de las peores lacras que ha padecido la Humanidad aquí y allá. En todas partes crecen como setas los tarados, los sádicos, los masoquistas, los enfermos mentales. Y nosotros los tenemos en la misma proporción que otros pueblos. Si algo vino a salvar el sionismo es el cuerpo maltrecho del judío diaspórico. El esfuerzo fue y es tan grande, que se descuidó un poco vigilar el peso creciente de la ortodoxia, que ni es creativa, ni es, por supuesto, tolerante.


No estoy muy seguro de que los últimos acontecimientos tengan que ver con los llamados asentamientos, eso sería como medir a cientos de miles de personas con el mismo metro o creer que todos en masa odian a los homosexuales y estarían dispuestos a quemar bebés árabes. Pero la sociedad israelí tiene hoy, ahora mismo, un grave dilema ante sus ojos: debe poner coto a la marea negra y desagradable de la ortodoxia y también debe cercenar la cabeza ideológica de quienes lideran a los extremistas del horror. De otro modo se parecerá muy pronto a su peor enemigo: Irán, una paradoja que nos lleva a la caricatura hundiéndonos vertiginosamente en un abismo inimaginable.

No sólo estamos ante un problema de educación. Debe, por todos los medios, prevalecer en Israel un modelo laico de estado, liberal y democrático, en el que quepan todos, incluso quienes no nos gustan. Eso significa que las leyes deben afilarse, reforzarse, implementarse sin demoras ni aspavientos. Si no es así los ´´negros´´ , los levitones prehistóricos irán ocupando cada vez más el lugar que no les corresponde. La energía judía que construyó el país y lo mantiene vivo, el coraje y la entereza que lo desarrollan y fortalecen no proceden de la ortodoxia que, en algunos casos extremos, odia el estado secular. Fueron y son los hombres y mujeres de a pie, el denodado am ha-aretz.

El hijo de rabí Shimeón bar Yojai, al salir de la cueva de Pekiin en la que él y su padre se habían refugiado durante un período de muchos años de los romanos que los perseguían, fue criticado por una voz celeste por haberse burlado de los campesinos que trabajaban la tierra mientras ellos, hijo y padre, se dedicaban a estudiar los misterios de la Torá, de modo que tuvo que volver a pasar otro año en la oscuridad hasta que el Creador le permitió salir otra vez al mundo. Eso es lo que se llama amor por la gente sencilla, normal, a la par que crítica al orgullo intelectual de la casta religiosa. Eso es lo que hace un Dios que comprende la pluralidad del mundo y no se dedica a acuchillar por la espalda o incendiar templos y viviendas ajenas.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.