La Biblia WOKE de Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman

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La tesis central de la Biblia Desenterrada, libro del año 2001, es que La Biblia fue escrita en el siglo VII antes de Cristo, siglos después de las fechas generalmente aceptadas, al servicio de un movimiento nacionalista, encabezado por el rey Josías, y que su redacción, está claramente confeccionada (y convenientemente manipulada), para llegar al público judaíta de aquella época histórica. Lo primero que hay que decir de sus autores, Finkelstein y Silberman, es que, imitando al rey Josías, han hecho un libro para ganar el aplauso de sus contemporáneos, o de una parte de los mismos, gente como, Kamala Harris, Noam Chomsky o Bernie Sanders.

Los autores sostienen que el rey Josías y sus escribas manipularon una serie de relatos anteriores, esencialmente, para dar una idea de gran antigüedad a un documento político del siglo VII a. C, escrito en Juda (el reino del sur), cuando Israel (el reino del norte) había dejado de existir, y cuyo núcleo doctrinal es el Libro del Deuteronomio, cuyo origen es el libro de la Ley descubierto en las obras de restauración del Templo de Jerusalén, en 622 a. de C, bajo el reinado del piadoso Josías.

Si la hipótesis de Finkelstein y Silberman es correcta tendría implicaciones muy importantes, porque significaría, que, ni los Patriarcas existieron, ni el Éxodo tuvo lugar, ni la conquista de Canaán por Josué fue cierta, ni existieron David y Salomón.


Las argumentaciones de Finkelstein y Silberman se apoyan en hipótesis de disciplinas PRE-PARADIGMATICAS, como la arqueología, la economía y la historia. Estas disciplinas, son diferentes a la física, la química o las matemáticas, que dan lugar a verdades únicas (PARADIGMAS generalmente aceptados como los define Thomas Kuhn), que son asumidas unánimemente, por todos los especialistas de cada disciplina en cuestión. Por el contrario, las disciplinas PRE-PARADIGMATICAS, dan lugar a explicaciones enfrentadas, no aceptadas unánimemente por los especialistas, y producen explicaciones débiles, pero flexibles, ideales para construir historias quiméricas, tan del gusto de los políticos en activo, y del gran público que sigue las modas del momento.

El argumento arqueológico primordial de nuestros autores es que los israelitas en realidad eran Cananeos, que se dedicaban al pastoreo en las colinas centrales de Israel.  Cuando los habitantes de la llanura costera limítrofe (la Sefela) dejaban de producir cereal por alguna crisis sistémica,  los pastores nómadas de las colinas se veían obligados a producir su propio cereal, convirtiéndose en agricultores, transformando las  colinas y altozanos que ocupan  Israel, de norte a sur, en terrenos de cultivo, para poblaciones sedentarizadas. Este fenómeno ocurrió, según nos cuentan, en tres momentos históricos, en los que la Sefela dejo de producir cereal, en el Bronce Antiguo (3500 a 2000 a. C), el Bronce Medio (2000 a 1150 a. C) y la Edad del Hierro I (1150 a 900 a. C). Según Finkelstein y Silberman, la utilización de la novedosa arqueología extensiva (que utiliza como marco de actuación unidades administrativas territoriales, como un municipio, y la exploración se centra en puntos de especial potencial arqueológico), es la que ha permitido levantar esta hipótesis de los pastores convertidos en agricultores oportunistas, en las colinas centrales de Israel (lo que hoy es Samaria y Judea).

En realidad, Finkelstein y Silberman defienden una idea muy cuestionada, procedente de una arqueología ya anticuada, que sustenta la idea lineal, de que primero fuimos nómadas pastores y luego nos convertimos, de forma natural y gradual, en sedentarios agricultores.  Gobekli Tepe, y otros descubrimientos de similar antigüedad, han hecho saltar por los aires esta escuela de pensamiento, y reconfirman la idea de que sedentarismo y agricultura son procesos históricamente no vinculados, y que es la aparición de la religión organizada y sus centros de culto, la que precedió y desencadeno el sedentarismo. Otras escuelas de pensamiento arqueológico, silenciadas por nuestros autores, ponen de relieve la resistencia durante milenios de los nómadas a hacerse agricultores, por la sencilla razón de que ser agricultor requiere mucho más trabajo que ser pastor nómada. También esta generalmente admitido, que los “nuevos e inexpertos agricultores” procedentes de la ganadería nómada, consiguen muy pobres rendimientos en los cultivos de cereal durante largos periodos de tiempo iniciales. Finalmente, la idea de que los nómadas se convierten en agricultores es una quimera histórica como lo expresa el refrán bereber “Robar es nuestra agricultura”, que recoge James C. Scott en su obra, Against the Grain.

Pero hay un descubrimiento, sacado a la luz por la arqueología extensiva, que ni Finkelstein, ni Silberman, ni Ilan Papé han podido ocultar, y que dejan sin explicar. Entre los huesos de animales domésticos recuperados en las excavaciones de las serranías centrales de Israel (Judea y Samaria), no existen rastros de que se comiera o criaran CERDOS. En el mismo periodo histórico, Edad del Hierro I (1150 a 900 a. C), las excavaciones en los asentamientos de sus vecinos Filisteos, Amonitas y Moabitas muestran una proporción sorprendentemente alta de huesos de cerdo. ¿Por qué nuestros autores no explican este hecho sin parangón en la arqueología mundial? Evidentemente ni Finkelstein, ni Silberman, ni Ilan Papé están interesados en esta indagación arqueológica, que conduce a conclusiones muy embarazosas.

La Biblia y La Ilíada son los documentos fundadores de la Civilización Occidental, y en la hipótesis de nuestros autores, se escribieron en fechas muy cercanas, hacia el año 740 a. C la Ilíada de Homero (Robin Lane Fox), y en el siglo VII a. C la Biblia del rey Josías. La Ilíada es una epopeya de un analfabeto (Homero), creada para analfabetos (los griegos del 740 a C) y destinada a ser recitada (no, leída) por memorizadores profesionales (Aedos), con ocasión de festividades religiosas, y delante de los ejércitos reunidos antes de la batalla. La mera existencia de este monumento literario, creado por un ANALFABETO para otros ANALFABETOS, invalida otro de los argumentos falaces de Finkestein y Silverman, la afirmación de que “la existencia de una alfabetización extendida en Juda en el siglo VII a. C” como pre-requisito necesario para la creación de La Biblia por Josías y sus escribas.

De nuevo nos encontramos ante una simplificación interesada por parte de los autores, que argumentan hasta la saciedad “la existencia de una alfabetización extendida” en Juda en siglo VII, pero jamás explican lo que entienden por alfabetización. La cuestión de la alfabetización es compleja, porque es una cuestión de grado, que abarca desde la capacidad de leer algunas palabras sencillas, hasta la escritura efectiva de un texto largo. Además, es posible aprender a leer sin molestarse en aprender a escribir. Mucho más solida es la hipótesis planteada en el libro THE CHOSEN FEW por Maristella Botticini y Zvi Eckstein, que, desarrollando una intuición ya planteada por Max Weber, explican que la diáspora judía, se debió, a una serie de decisiones oportunistas sobre la educación obligatoria de todos los varones judíos, tomadas en el escenario de una lucha por el poder dentro de los fariseos, tras la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos. Es decir, cuatro siglos después del rey Josías, es cuando se inició, de verdad, la alfabetización extendida en la tierra de Israel. Una alfabetización completa destinada a leer y entender textos complejos, y sobre todo a ser leídos en público. Algo nada fácil, pues no olvidemos que la fobia más extendida entre los humanos, es la de hablar en público.

¿Si David y Salomón no existieron, a quien podemos atribuir las impresionantes construcciones palaciegas de Jasor, Megiddo, Yezrael, Guezer y Samaria? Nuestros autores, basándose en recientes dataciones arqueológicas, atribuyen, sin dudarlo, tales monumentales construcciones a los OMRITAS, (Ajab, Jehu, Joab y Jeroboam II) y los sitúan en el siglo IX a. C. Y, dando un triple salto mortal epistemológico, atribuyen esta exuberancia irracional de construcciones monumentales a la riqueza sin parangón aflorada en el reino del Norte (el Israel de la monarquía dividida). Y dicen textualmente que: “Israel, era, seguramente, el Estado de mayor densidad demográfica del levante”.  Y también que: “se desarrolló hasta ser uno de los más ricos, más cosmopolitas y más poderosos de la región”.

¿Entonces, cómo explican Finkelstein y Silberman esta Edad de Oro de la dinastía Omrita? Pues, argumentan, con razonamientos más propios de Warren Buffett y de Alan Greenspan, que de Sargon II o de Senaquerib, que Israel “al estar ligado a una economía mundial” (se refieren al ámbito económico del Imperio Asirio, a sus impuestos y sus RAPIÑAS), se especializó en la producción de vino, aceite y caballos. Y, en una conclusión impropia de cualquier economista sobrio, infieren que estas materias primas desencadenaron un fenómeno económico de “exuberancia irracional” en el reino del Norte, que invirtieron en los palacios de Jasor, Megiddo, Yezrael , Guezer y Samaria.

Los razonamientos económicos de la riqueza de los Omritas no se sostienen, desde el punto de vista de la propia ciencia económica, ni desde la arqueología, ni desde el sentido común. James C Scott explica que en el yacimiento arqueológico de Uruk nivel IV , referido al periodo 3300 a 3100 a. C, con una economía cerealística, mucho menos sofisticada que la de los Omritas, se han descubierto innumerables tablillas de escritura con listas y más listas referidas a cargamentos de grano, a número de trabajadores y a impuestos. ¿Dónde están los testimonios arqueológicos del siglo IX a. C, de la burocracia omrita, del país mas rico, cosmopolita y poderoso del Levante, de las “exportaciones” e impuestos que financiaron los palacios de Jasor, Megiddo, Yezrael , Guezer y Samaria?

Por otra parte, cualquier habitante de España, Grecia, Italia o Turquía sabe que la producción de aceite, vino o caballos da lugar a bajas densidades de población en la regiones rurales. Y que es la producción de cereales, la que permite mayores densidades de población agrícola, por kilometro cuadrado. La afirmación de nuestros autores de que el reino del Norte “tenia la mayor densidad demográfica del levante”, es simplemente, insostenible.

Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, han escrito un libro muy ameno de leer, pero con poca profundidad democrática, pues son muy pocas las ocasiones que nos presentan los argumentos contrarios a los propios. Tal vez el punto más bajo, más WOKE del libro sea esta frase; “la Biblia surgió de unas condiciones políticas, sociales y espirituales claras y estuvo configurado por la creatividad y visión de unos hombres y unas MUJERES excepcionales” ¿MUJERES? ¿Qué CLASE DE MUJERES; gestantes ó trans?. No hay mujeres entre los redactores de la Biblia, ni de la Ilíada, ni de la Odisea, ni en el poema de Gilgamesh, ni en el Ramayana, ni en la Eneida, ni en el Cantar del Mio Cid, ni en la Chanson de Roland. Nuestros ancestros, tanto nómadas como sedentarios vivían en un mundo en constante competencia, por la escasez de recursos. El patriarcado demostró́ ser eficiente, y tanto los hombres como las mujeres aceptaron sus valores como algo justo. La ausencia de casi cualquier rebelión contra los valores patriarcales en las fuentes históricas, que abarcan cuatro continentes y cinco milenios, es atronadora, como dice Ian Morris. ¿Por qué entonces esta referencia falsa a todas luces, a “la creatividad y a la visión de unas mujeres excepcionales” entre los escribas de la Biblia en el Jerusalén del siglo VII a. C? La única coartada posible para esta grosera falsificación de la historia es que el movimiento #Me Too surgió en 2006, en plena comercialización de la Biblia Desenterrada y Finkelstein y Silberman han tenido un extraordinario olfato comercial.

En palabras del psicólogo Bernard Rimé, la humanidad no dispone de otro medio que no sean las emociones de los individuos que la componen, para asegurar la preservación de sus construcciones.  A partir de este basamento conceptual de la psicología y la sociología, se puede entender la teoría que se abre paso entre los arqueólogos, tras el descubrimiento de Gobekli Tepe; que fue la aparición de la religión organizada con sus lugares de culto monumentales, lo que origino y sentó las bases de sedentarismo, y no la evolución desde el pastoreo nómada. A medida que esta hipótesis, sea generalmente aceptada, la Biblia Desenterrada de Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman va camino de la papelera. En todo caso, quedará, como un testimonio más del éxito existencial, sin parangón, del pueblo judío, como lo es también el antisemitismo. Igual que el Covid 19 y la Yersinia pestis son testimonio, del éxito existencial sin parangón, de la especie Homo Sapiens.

Acerca de Fernando Álvarez-Baron

Nacido en Salamanca, España el 11/09/1959. Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid. Estudioso de la microsociología y del impacto la neurociencia en la teoría de interaccionismo social. Actualmente realizando una tesis sobre minorías creativas en el mundo. Ex funcionario del Estado Español en Auditoria Publica. Ex director comercial de Bankia Fondos de Inversión. Articulista en prensa escrita española.

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