Dedicado a Bar Refaeli quien me recomendó el libro “The Book of Lost Names”
En el corazón de Berlín, durante los oscuros días de la Segunda Guerra Mundial, se erguía una antigua biblioteca oculta en algún callejón lejano a las oficinas del gobierno. Sus paredes estaban cubiertas de polvo y sus estanterías, repletas de libros amarillentos, guardaban secretos de otros mundos. El encargado, el viejo Otto, era un hombre de largas barbas canosas y ojos que brillaban con sabiduría. Nadie sabía que era un judío que se hacía pasar por un alemán fiel a Hitler, y en su interior, albergaba un poder mágico: la capacidad de convertir a personas en libros.
Cada mañana, mientras la ciudad se sumía en la noche, el miedo y la desesperación, Otto abría las puertas de su refugio. Sabía que los nazis estaban cazando a sus hermanos judíos, llevándolos a campos de concentración, donde la esperanza se desvanecía para siempre. Pero él no podía quedarse de brazos cruzados. Su misión era salvar a los niños y jóvenes cuyas vidas estaban en peligro.
Una tarde, la lluvia caía a cántaros, un grupo de niños judíos se refugió del agua sucia en la biblioteca. Sus rostros, pálidos y asustados, suplicantes y exhaustos, reflejaban el terror del mundo exterior. Otto los observó con el corazón apesadumbrado. Se acercó a ellos y, con voz suave, les dijo:
—No temáis, pequeños. Aquí encontraréis abrigo, y tal vez, una forma de sobrevivir.
Los niños lo miraron con esperanza. El anciano, con su magia, comenzó a escuchar sus historias que llenaban la habitación de luz. Uno a uno, comenzó el proceso de conversión. Con un toque de su mano, los niños se transformaron en libros. Cada uno de ellos llevaba consigo su esencia: sus sueños, sus anhelos y sus historias.
Uno tras otro emergieron libros póstumos. El primer libro que emergió fue el de Rebeca, una joven soñadora que anhelaba ser bailarina. En sus páginas, se podía sentir la música vibrante de sus pasos y el eco de su risa. Cada giro y cada salto estaban impregnados de su amor por la danza y por llevar una vida liberal.
Luego, estaba el libro de Samuel, un niño valiente que soñaba con ser científico. Sus páginas estaban llenas de dibujos de átomos y planetas, deseaba encontrar el secreto último acerca del átomo y en su texto, se narraban sus aventuras explorando el universo, y ahora, su sueño quedaba registrado eternamente en el papel.
También Miriam se transformó en libro, que narraba el amor verdadero en los ojos de un joven que se llamaba David. Su romance floreció entre días soleados del verano, y en sus páginas se narraban susurros y promesas, El amor de Miriam y David perduraría en su libro, como un faro de esperanza en tiempos temibles.
Los días pasaron, y la biblioteca se convirtió en un refugio secreto para muchas almas y libros. Otto sabía que el tiempo se estaba agotando. La Gestapo estaba cada vez más cerca. En una noche estrellada, decidió que debía completar la misión. Colocó en una caja a todos los libros que había creado y les habló con una voz llena de emoción.
—Hoy, más que nunca, necesitamos que sus historias vivan. Ustedes son la esencia de la esperanza. Cuando este mundo dividido se olvide de nosotros, sus relatos seguirán iluminando a la oscuridad.
Con un gesto triste, cerró las cajas empaquetadas para ser enviadas por correo aéreo y escribió el remitente en cada una de ellas, unos a una biblioteca en Tel Aviv, unos a Nueva York, Australia, Florida y otros a Latinoamérica. Incluso a la China y la India. Los niños y jóvenes convertidos en libros comenzaron a brillar dentro de las cajas, de la cual salían susurros: “Gracias, gracias, gracias”. Cada libro contenía en sus páginas iniciales una dedicatoria de Otto. Cada libro con una luz única que iluminaba la biblioteca entera. Otto sonrió, sabiendo que, aunque sus cuerpos estuvieran perdidos, sus almas vivirían en cada palabra escrita.
Los nazis finalmente llegaron a la biblioteca, pero lo que encontraron fue un lugar vacío, lo que anteriormente había sido un refugio lleno de libros que parecían susurrar historias de amor, valentía y sueños. Nunca supieron que aquellos relatos eran las vidas de miles de jóvenes que habían sido salvados.
Otto, con el corazón lleno de tristeza, decidió abandonar la biblioteca. Sabía que su misión había concluido, pero su legado continuaría. En cada rincón del mundo, cada vez que alguien abriera un libro, una chispa de esperanza resplandecería. Las historias de Rebeca, Samuel, Miriam y miles más vivirían para siempre, mostrando que, incluso en los momentos más oscuros, la magia de la literatura podía salvar vidas.
Y así, en una Berlín marcada por la guerra, el viejo bibliotecario se convirtió en el guardián de los sueños, un héroe anónimo que, con su magia, había tejido un refugio eterno en las páginas de los libros.
Sin embargo, el destino había decidido trazar un camino sombrío. Una noche, mientras Otto guardaba los últimos libros en su casa, la puerta de su cuarto apenas iluminado se abrió de golpe. Un grupo de soldados nazis irrumpió en el lugar con pistolas en mano, sus miradas llenas de odio e indiferencia.
—¡Eres un traidor! —gritó uno de los oficiales, señalando a Otto.
El viejo bibliotecario intentó defenderse, pero sabía que era inútil. Fue apresado y llevado a un oscuro camión, dejando atrás los libros que llevaban consigo su esencia. En el campo de exterminio, rodeado de la desesperación y el terror, Otto fue despojado de su vida y su magia.
En su último momento, antes de ser incinerado, sintió la calidez de las historias que había creado. Aunque su cuerpo se desvanecía, las almas de los niños y jóvenes estaban a salvo en las páginas de los libros, donde vivirían por siempre, recordando el amor, la esperanza y la libertad que él había intentado entender.
La gente de la Tierra seguiría leyendo durante muchos siglos, incluso por la eternidad.
HERMOSO