La cebolla y el valor del símbolo

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-Dices-comentó Rabí Jaim Vega Hacohen de Safed a su maestro, fiel seguidor de las enseñanzas del Arí, Rabí Menashe Albatel-, dices que la Torá íntegra es un símbolo que no puede interpretarse literalmente y que, por lo tanto, cambia con cada nueva lectura, se amplía, ramifica, expande, difunde sin perder, por eso, de vista su punto de partida.

Contra la pared encalada del patio de la sinagoga las hojas de la vid raspaban una y otra vez su verdor movidas por la brisa primaveral. El cielo parecía un lago iluminado por todas partes y la tierra, honda, una cesta de prodigios.


-Y así es: las palabras obedecen a una simetría bilateral, como tus brazos o tus piernas, pero los símbolos a una simetría radial, a semejanza de las estrellas, que irradian a partir de un centro y en todas direcciones.

-Pero la Torá-intervino el joven Rabí Amós Kaplan-está tejida de palabras y no parece abundar en símbolos.

-Te equivocas-respondió de inmediato Rabí Menashe Albatel-. El Monte Sinaí es un símbolo, el Tabernáculo otro, y también las doce piedras preciosas del pectoral que llevaba el sumo sacerdote.

-Perdona, pero no comprendo bien cómo un objeto, un suceso o un lugar determinado-insistió Jaim Vega de Safed, el único que había nacido en la ciudad santa-, al que se alude mediante palabras, adquiere categoría de símbolo.

-Cada palabra procede-aclaró Menashe Albatel-de una anterior y va hacia una tercera, pero los símbolos son como las cebollas: crecen en la oscuridad y a medida que los pelas revelan más y más capas. De tal manera que las líneas de fuerza, las tenues líneas estructurales que ves en cada nivel se reflejan en las siguientes. Por ello, y si comprendes bien el juego de las alusiones obtendrás, como con la cebolla, un alimento de usos múltiples. Las palabras son, por regla general, bidimensionales. Los símbolos polifónicos.

Trajeron una botella de vino del Carmel y el maestro sirvió un poco en cada vaso.

-Brindemos-dijo, sonriente, Menashe Albatel-para que desde su sabrosa sombra la cebolla nos conduzca al contentamiento luminoso del corazón.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.