La ciencia de los recuerdos

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El amor a los recuerdos y las emociones es un tema complejo que abarca la bioquímica, la neurociencia, la psiquiatría y las perspectivas espirituales de la Torá y el Talmud. A continuación, exploraré este tema de manera estructurada, comenzando por su evolución histórica, siguiendo con los fundamentos científicos y culminando con las interpretaciones desde la tradición judía.

1. Historia del amor a los recuerdos y las emociones

El concepto de amor, recuerdos y emociones ha sido explorado desde la antigüedad. En la filosofía griega, Platón, en El Banquete, describe el amor como un anhelo de completitud, mientras Aristóteles, en Ética a Nicómaco, lo vincula a la amistad y la virtud. En la Edad Media, el amor se idealizó en el contexto del amor cortés, pero también se relacionó con la memoria, como en las obras de San Agustín, quien en Confesiones describe la memoria como un depósito de emociones y experiencias divinas.


En el judaísmo, los textos de la Torá y el Talmud han abordado el amor y la memoria desde una perspectiva espiritual y ética. Por ejemplo, el mandamiento de amar a Dios (Deuteronomio 6:5) y al prójimo (Levítico 19:18) implica una conexión emocional profunda, mientras que el Talmud enfatiza la importancia de recordar la salida de Egipto (Éxodo 13:3), lo que sugiere que los recuerdos son fundamentales para la identidad y la fe.

Con el Renacimiento y la Ilustración, el estudio de las emociones y la memoria comenzó a adquirir un enfoque más científico. Descartes en Las Pasiones del Alma (1649) propuso que las emociones son respuestas fisiológicas, sentando las bases para la neurociencia moderna. En el siglo XIX, William James y Carl Lange desarrollaron la teoría que las emociones son percepciones de cambios corporales, lo que marcó un hito en la psicología.

2. Bioquímica de los recuerdos y las emociones

La bioquímica del amor, los recuerdos y las emociones está mediada por neurotransmisores, hormonas y sistemas moleculares en el cerebro.

• Neurotransmisores:

La dopamina y la serotonina son clave en las emociones asociadas al amor y la felicidad. La dopamina, relacionada con el sistema de recompensa, se libera durante experiencias placenteras, como el amor romántico o la evocación de recuerdos felices (Schultz, 2015). La serotonina regula el estado de ánimo y está implicada en la estabilidad emocional (Young & Leyton, 2002).

•Hormonas:

La oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, se libera durante interacciones afectivas, como el contacto físico o el vínculo madre-hijo, y fortalece los recuerdos emocionales (Carter, 2014). El cortisol, por otro lado, se asocia con el estrés y puede modular la consolidación de recuerdos traumáticos (McGaugh, 2000).

•Plasticidad sináptica:

Los recuerdos emocionales se forman y consolidan mediante cambios en las sinapsis, un proceso mediado por el receptor NMDA y la proteína CREB (Kandel, 2001). Las emociones intensas, como el amor, refuerzan estas conexiones, haciendo que los recuerdos asociados sean más vívidos.

3. Neurociencia de los recuerdos y las emociones

Desde la neurociencia, el amor y los recuerdos emocionales involucran regiones cerebrales específicas:

•Amígdala:

Es central para procesar emociones intensas, como el amor y el miedo, y modula la consolidación de recuerdos emocionales (LeDoux, 2000). Por ejemplo, los recuerdos de experiencias amorosas se vuelven más persistentes debido a la activación amigdalina.

•Hipocampo:

Es esencial para la formación de recuerdos declarativos, incluidos aquellos cargados emocionalmente. La interacción entre el hipocampo y la amígdala permite que los recuerdos emocionales sean más duraderos (Phelps, 2004).

•Corteza prefrontal:

Regula las emociones y la toma de decisiones relacionadas con el amor. En el amor romántico, la corteza prefrontal dorsolateral muestra menor actividad, lo que explica la “ceguera” emocional en las primeras etapas del enamoramiento (Bartels & Zeki, 2000).

•Red de modo por defecto:

Esta red, que incluye la corteza cingulada posterior y el precúneo, está activa durante la introspección y la evocación de recuerdos personales, como los relacionados con seres queridos (Buckner et al., 2008).

Estudios de neuroimagen muestran que el amor romántico activa el núcleo accumbens y la ínsula, áreas asociadas con la recompensa y la empatía, mientras que el amor a los recuerdos (nostalgia) involucra la corteza prefrontal medial y el hipocampo (Sedikides et al., 2015).

4. Psiquiatría y el amor a los recuerdos

Desde la psiquiatría, el amor a los recuerdos y las emociones puede ser tanto un mecanismo adaptativo como una fuente de psicopatología:

•Nostalgia:

La nostalgia, definida como un amor melancólico por los recuerdos, puede ser terapéutica, fomentando la resiliencia y la cohesión social (Sedikides et al., 2015). Sin embargo, en exceso, puede contribuir a la depresión o la ansiedad, especialmente si los recuerdos son idealizados o inaccesibles.

•Trastornos afectivos:

En la depresión, los recuerdos emocionales negativos son más accesibles, mientras que los positivos se desvanecen, un fenómeno mediado por alteraciones en la serotonina y la conectividad prefrontal-amigdalar (Disner et al., 2011).

En el trastorno obsesivo-compulsivo, el amor obsesivo por ciertos recuerdos puede manifestarse como rumiaciones.

•Terapias:

La terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia de reminiscencia utilizan los recuerdos emocionales para reestructurar patrones de pensamiento. Por ejemplo, recordar momentos de amor puede reforzar la autoestima en pacientes con depresión (Watt & Wong, 1991).

El amor romántico, desde una perspectiva psiquiátrica, puede asemejarse a un estado obsesivo, con síntomas similares a los del TOC, como pensamientos intrusivos y euforia, debido a la hiperactivación dopaminérgica (Fisher et al., 2010).

5. Perspectiva desde la Torá y el Talmud

La Torá y el Talmud ofrecen una visión profundamente espiritual sobre el amor, los recuerdos y las emociones, integrándolos en la relación con Dios, la comunidad y la historia.

•Amor en la Torá:

El mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, alma y fuerza (Deuteronomio 6:5) implica una emoción activa que trasciende lo físico y se conecta con la memoria colectiva del pueblo judío. El amor al prójimo (Levítico 19:18) se extiende a actos de bondad, lo que sugiere que el amor es tanto emocional como conductual.

•Memoria como mandamiento:

La Torá enfatiza la importancia de recordar (zajor), como en Éxodo 13:3 (“Recuerda este día en que saliste de Egipto”). Este mandato no sólo preserva la historia, sino que evoca emociones de gratitud y redención. El Talmud (Tratado Berajot 54b) refuerza que recordar los milagros divinos fortalece la fe.

•Emociones y ética:

El Talmud (Tratado Shabat 31a) narra la historia de Hilel, quien resume la Torá en “No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan”, destacando la empatía como una emoción central. Además, en Pirkei Avot (1:12), se exhorta a “ser de los discípulos de Aharón, amando la paz y persiguiéndola”, lo que conecta el amor con la acción social.

•Nostalgia espiritual:

La añoranza por el Templo y la redención es un tema recurrente en el judaísmo. El Salmo 137 (“Junto a los ríos de Babilonia”) refleja un amor nostálgico por Sion, que el Talmud (Bava Batra 60b) interpreta como un recordatorio de la esperanza mesiánica. Esta nostalgia no es sólo tristeza, sino un motor para la acción espiritual.

Desde una perspectiva bioquímica y neurocientífica, los rituales judíos, como el Séder de Pésaj, activan el hipocampo y la amígdala al combinar narrativas emocionales con estímulos sensoriales (comida, canto), reforzando los recuerdos colectivos (Kandel, 2001). Psiquiátricamente, estos rituales pueden actuar como una forma de terapia de reminiscencia, fortaleciendo la resiliencia comunitaria.

6. Síntesis:

Integrando ciencia y tradición judía

El amor a los recuerdos y las emociones, desde la bioquímica y la neurociencia, se explica por la interacción de neurotransmisores (dopamina, oxitocina), hormonas y circuitos cerebrales (amígdala, hipocampo, corteza prefrontal). Psiquiátricamente, este amor puede ser terapéutico o patológico, dependiendo de su intensidad y contexto. La Torá y el Talmud complementan esta visión al situar el amor y la memoria en un marco ético y espiritual, donde recordar es un acto de conexión con Dios y la comunidad.

Por ejemplo, el amor nostálgico por los recuerdos, que neurocientíficamente activa la red de modo por defecto, encuentra un paralelo en el mandato judío de zajor, que fomenta la introspección y la esperanza. La oxitocina liberada durante rituales comunitarios, como el Séder de Pésaj, refuerza los lazos sociales, resonando con el mandato de amar al prójimo. Así, la ciencia explica los mecanismos, mientras la tradición judía da propósito y significado a estas experiencias.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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