La dispersión sefardí por el mundo

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“Adiós Granada, Granada mía, yo no volveré a verte más en la vía.

Existen algunos escritores modernos que afirman la defunción de la civilización judeoespañola. Argumentan que los sefardíes fueron englobados por los países que les brindaron la acogida, otros perecieron en la Shoa y los restantes fueron engullidos tras la creación del Estado israelita. Sin embargo a estos ilustres literatos se les pasa por alto el gran número de descendientes existentes en el Sefarad de hoy en día que se declaran cristianos desconsientes de sus orígenes, bien por falta de interés, por un escaso desarrollo cultural o por ser meramente iletrados.

Las comunidades sefardíes se repartieron por diversos puntos del planeta. Existen comunidades judías en Turquía que jamás han pisado suelo español. Tras el edicto de los Reyes Católicos, los judíos que quince siglos antes habían llegado a nuestro país, volvieron a abandonar la Península Ibérica para asentarse en la ribera del Mediterráneo, en países como los Balcanes, Francia, Italia, Grecia, Anatolia, Palestina y el norte de Marruecos. “La expulsión provoco en sus vidas un profundo desgarro por la desintegración familiar (muchas mujeres optaron por el exilio antes que la conversión, partiendo hacia tierras extrañas, solas con hijos pequeños, frente a los varones), la perdida de las raíces, la pobreza y el sentimiento de desamparo y lejanía[1] “.


Constantinopla se había convertido en la segunda Roma hasta que fue tomada por los turcos en el siglo XV transformándose su nombre en Eis ten Polin[2]. Con la esperanza de hallar una mejor vida bajo el dominio musulmán, se trasladaron romaniotas, griegos y azkenazies hacia Estambul. La marcha había comenzado a realizarse un siglo antes de la gran diáspora, efectuando a veces escala en terceros países. Con la expulsión, los sefarditas comienzan su camino a través de la Vía Egnatia, llenando los pueblos del trayecto de judeoespañoles.

Salónica, es una de las ciudades de esa calzada, que advierte como el número de habitantes se amplía con multitud de sefarditas. Igualmente ocurre con Drama, Serrai, Venecia, Ljublana, Zagreb, Belgrado, Niss, Sofía, Edirne hasta Estambul Todas ellas se pueblan de españoles, aun así faltan datos fiables que indiquen con exactitud en qué lugares del mundo hay comunidades sefarditas. Las pocas cifras que existen no están actualizadas y presentan un carácter estimativo ya que el término “sefardí” es utilizado para todos los que no son asquenazíes. Los emigrados provenientes de España fueron acogidos favorablemente por el conocimiento reconocido de los que estos gozaban en el ámbito tecnológico, científico, comercial y demás, que habían con ello contribuido a convertir España en un país gozante de grandeza.

Isaac Abarvanel asegura que llegaron a Estambul 10.000 judeoespañoles aunque existen otros autores que lo cifran en alrededor de 20.000 miembros. Sin embargo es imposible cuantificar una emigración tan variada y anárquica. Baste decir que de ser una ciudad con presencia judía poco menos que simbólica, pasó a ser la ciudad con mayor presencia judía. El cruce marítimo y terrestre de los expulsados promovió un desarrollo económico, cultural e institucional notable, empujando a la “sefardización” a comunidades gitanas, askenazíes y arabófonas e innovaciones tecnológicas y comerciales o culturales. Este modelo pluricomunitario del millet otomano contribuía a la tolerancia y circulación de ideas a la que contribuirían intelectuales marranos reconvertidos al judaísmo que habían obtenido su formación en universidades españolas.

El país helénico presenta un panorama distinto al anterior, ya que las grandes comunidades existentes tras la diáspora son prácticamente inexistentes. Los sefardíes asentados en estas tierras trabajaban como curtidores y encuadernadores, tintoreros, sastres y sombrereros, ocupando el sector de la industria lanera, la artillería y diversos sectores de la artesanía. Los Diplomáticos, médicos, rabinos y Judíos de corte, obtuvieron un poder de influencia en el apogeo del Imperio, que se manifiesta a través de la producción de una cosmogonía suculenta en obras literarias, cabalísticas y en el ámbito de la halakha (הלכה). Los supervivientes de la Shoah decidieron emprender su camino hacia Israel o EE.UU, desapareciendo la gran comunidad de Salónica.

Los sefardíes residentes en Yugoslavia se estimaban en el entorno de unos 100.000 miembros hacia el año 1920. Igualmente fueron víctimas de la II Guerra Mundial sufriendo la comunidad un exterminio aproximado de 70.000 judíos, emigrando los supervivientes a Israel o EE.UU como ocurrió en el caso helénico. Casos parecidos padecieron las comunidades establecidas en Bulgaria o Rumania. En general podemos afirmar, que la mayor parte de los supervivientes del nazismo y del comunismo se dirigieron al estado de Israel, donde se conservan algunas huellas de la cultura ladina.

La disminución de la población emigrada al Norte de África no se debió afortunadamente en este caso a la persecución y exterminio nazi. El descenso fue muy acusado, donde la población hacia el año 1950 rondaba, según algunos autores, alrededor de los 300.000, descendiendo dicho número de habitantes en el año 1975 a unos 20.000 miembros. El motivo de dicho descenso fue debido a la independencia de Marruecos y la consiguiente arabización del país, llevando a estos judeoespañoles a emigrar a diversos países, como fue Canadá, EE.UU, Francia, Israel, etc.

Hemos mencionado dos países que jugaron un papel importante durante la emigración, como fueron Israel y EE.UU. Este último recibió una gran avalancha de judíos que rondaron a principio del siglo XX hasta los años ’20 alrededor de 100.000 sefardíes. Infortunadamente y con las distintas generaciones que surgieron de estos, la mayoría perdieron los conocimientos del lenguaje ladino como idioma propio por efecto de la americanización, aunque en su liturgia y rezos mantengan el rito sefardí. Todo lo contrario parece ser que se ha producido en aquellos que se marcharon hacia Canadá, que aún conservan el castellano para comunicarse entre familiares y amigos, aunque con expresiones hoy en día no existentes en el vocabulario de la Real Academia Española (RAE).

La población sefardí en América Latina se organiza en un mosaico de grupos heterogéneos, con tradiciones culturales distintas y divididas entre marcos comunitarios separados dependiendo de los países de origen. Podríamos decir, que América Latina es uno de los puntos geográficos más significativos de la diáspora sefardí pudiéndose considerar como la heredera de las comunidades que existieron en el territorio del Imperio Otomano. A pesar de existir una fragmentación y dispersión por distintos países en un ambiente diferente, se produjo una reconstrucción de los mismos modelos de organización comunitaria y utilizándose los mismos mecanismos para preservar su identidad particular para poder así transmitirla a sus descendientes.

Otro aspecto muy importante en tener en cuenta para comprender la problemática específica existente en cada comunidad es la basada en la diferencia entre los marcos políticos y sociales en los distintos países iberoamericanos. Cuando se producen límites evidentes entre la minoría judía y la sociedad mayoritaria, las divisiones entre los distintos grupos étnicos dentro de la colectividad judía son más marcadas. Un ejemplo de comparación podría ser el caso de México, donde las diferencias dentro de la comunidad judía eran soberbias debido al hecho que los sefardíes no se les otorgaban forjarse como uno de los componentes étnicos de la nación. Brasil, con una sociedad multirracial y pluralista, manifiesta unas barreras menos visibles las barreras entre las comunidades sefardíes y la movilidad entre estas diversas comunidades es mayor.

En Chile se presenta un caso particular con respecto a la actitud de la población chilena frente a los judíos. A pesar de que exterioriza su profundo catolicismo que alcanza hasta la alta sociedad, existen en las mismas clases enfrentamientos y debates febriles sobre el origen judío de algunas de sus familias más destacadas. Con ello, Chile forma una excepción en cuanto a los otros países americanos.

Europa occidental demuestra una situación desnivelada. Todas las comunidades sufrieron bajo la dictadura nazi durante la II Guerra Mundial, manifestándose las consecuencias directas en una disminución de su población. Al finalizar la guerra recibió Francia una oleada de judíos procedentes de los países del norte de África. Tanto en los Países Bajos, Portugal o Austria la existencia de una comunidad judía sefardí es meramente simbólica, a pesar de haber dispuesto en el pasado de un número elevado de habitantes judeoespañoles. Aunque hoy en día una pequeña parte conservan la lengua española, podemos afirmar que en Gran Bretaña si existe una comunidad numerosa, lo mismo que ocurre en Italia, donde igualmente se vive la liturgia sefardí aunque a diferencia de Gran Bretaña, si se practica el español o el ladino a veces mezclado con el italiano.

Se ha efectuado mención a algunos de los países donde tuvieron que huir para salvar su vida los sefardíes, aunque se podrían mencionar muchos más.


[1] Arriaga, M. (2.006): Desde Andalucía: Mujeres del Mediterráneo, pp. 400 – 401

[2] Hacia la Cuidad

Acerca de María José Arévalo Gutiérrez

María José Arévalo Gutiérrez (1967) nació en Goslar (Alemania), siendo hija de emigrantes, retornando a España en el año 1985 donde reside en El Puerto de Santa María (Cádiz). Diplomada en Turismo, cuenta con un amplio currículum académico, donde se especializo en el sector Vitivinícola (Master) y Gestión de Empresa (MBA). Su carrera profesional se ha realizado durante más de dos décadas en el sector turístico y últimamente se esta desarrollando en el ámbito de la docencia. Su inquietud e interés por el mundo judío, le vienen desde la juventud, entrando en contacto históricamente con el holocausto en Alemania, donde efectuó los estudios obligatorios. Su enamoramiento por Andalucía y su diversidad cultural, le llevaron a investigar los aspectos históricos - culturales en el ámbito mas cercano, entre ello la cultura sefardí. Colabora en varios boletines y revistas especializadas con el fin de aportar con su trabajo a la difusión de la información recabada.

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