Según Aristóteles, todo está en movimiento, pero no voy a acudir a las matemáticas ni a la filosofía, sino al razonamiento más sencillo. Vamos a decir que para nosotros, sólo está en movimiento aquello que vemos o sabemos que se mueve. Por ejemplo, las personas, los animales y las plantas con el viento. Lo mismo la arena o la tierra. Asimismo los planetas del sistema solar y de todas las galaxias del universo. Casi todo se mueve, lo veamos o no, sabemos que cuando vemos una planta, esta está creciendo, por lo tanto se está moviendo, aunque de manera muy lenta, pero se mueve al fin.
Hasta ahí está fácil de comprender. Ahora vamos a entender qué necesitan todas las cosas para moverse. Lo que necesitan se llama energía. La energía se adquiere de varias maneras, ya que existen distintos tipos de energías como la solar, eólica, potencial, cinética, fricción, etcétera. En fin, la energía es lo que provoca que todas las cosas que se mueven, se puedan mover. Las olas del mar se mueven por los vientos: energía eólica. Las plantas se mueven por el sol: energía solar. Y así podría enumerar muchas cosas más.
La energía tiene una capacidad máxima, por ejemplo, un teléfono celular se carga al 100%, no se puede cargar más que eso. Y toda la energía del celular se usa para varias cosas al mismo tiempo. Por ejemplo, ahora que estás leyendo esto en tu celular, al mismo tiempo está la pantalla encendida, te da la hora, tiene memoria la alarma, están guardadas las fotos, la pantalla está irradiando colores, tal vez estás escuchando música del mismo celular. O sea que la energía se está dividiendo para varias cosas al mismo tiempo. Eso quiere decir que cada función no está utilizando el 100% de energía, sino que cada función ocupa determinado porcentaje según lo necesite. La pantalla no necesita la misma cantidad de energía que los colores. El sonido no necesita la misma cantidad de energía que la memoria. Y así podríamos señalar cada una de las funciones.
Pues con el cuerpo humano pasa lo mismo. En este mismo instante tenemos una cantidad determinada de energía, dependiendo hace cuánto nos hemos despertado, qué hemos cenado ayer anoche, qué desayunamos hoy, cómo hemos dormido, cuánto ejercicio o actividad física o mental hemos hecho. Y así con cada función de nuestra vida cotidiana. Ahora no estamos con un 100% de energía, tal vez un 80%, tal vez menos. Y eso que nos resta de energía lo estamos utilizando para varias cosas al mismo tiempo, ya que en este mismo momento estamos usando energía para ver, para oír, para respirar, para hacer la digestión, para crecer, para pensar, para leer, para que nuestro cuerpo genere saliva, y para todo aquello que, voluntaria o involuntariamente nuestro organismo requiere para vivir en este mismo y preciso instante. Entonces, cada una de las funciones que ahora mismo nuestro cuerpo está activando, requiere una determinada cantidad de energía. Cada función no puede usar el 100% o el total que tengamos de energía, porque si así fuera no podríamos hacer otra cosa más que esa única cosa. Y un cuerpo sano no hace una sola cosa y nada más, sino varias cosas a la vez, tal como hemos dicho anteriormente. Imagina una persona que nada más respire, pero nada más. Sería peor que un cuerpo en estado vegetal. Sería casi un muerto que aún está vivo. No oye, no crece, no ve, no saliva, no funcionaría ni siquiera su corazón. Nada de nada más que respirar. Estaría peor que un muerto. Por lo tanto, un cuerpo sano es aquel que usa su energía para varias cosas al mismo tiempo mientras se le está acabando. Luego se recuperará cuando descansamos. Mientras dormimos las horas correspondientes y nos alimentamos como corresponde, mientras hacemos ejercicio físico y mental, mientras nos mantenemos higiénicos, mientras mantengamos una vida saludable nos iremos reforzando en energía y la misma energía se hará más fuerte y duradera. Nos cansaremos menos, rendiremos más, tendremos más fuerza, más potencia, mejores habilidades físicas y mentales. Incluso estaremos mejor anímicamente, psicológicamente y neuronalmente. Nuestra oxigenación será mejor, más sana, más rendidora. Pensaremos mejor, se nos hará más fácil resolver problemas, enfrentarlos y evitarlos.
Es por eso que debemos administrar muy bien nuestra porción de energía a cada instante. Ahora estamos con determinada cantidad de energía, quien más, quien menos, según sea el caso.
Si agregamos alguna actividad extra mientras estamos haciendo otra, esa energía se va a dividir aun más para cubrir esa nueva actividad que ahora le eximimos a nuestro cuerpo, por lo tanto, las demás actividades se verán afectadas ya qué tendrán menor cantidad de energía, pues cada una de ellas debe aportar un poquito a la nueva actividad.
Por ejemplo: cuando estamos comiendo necesitamos la energía para digerir, al mismo tiempo que estamos oyendo, viendo y moviendo los brazos, la mandíbula, respirando, creciendo, bombeando el corazón, irrigando la sangre para oxigenarla, etcétera. Pero si mientras comemos nos ponemos a ver la televisión o a jugar con el celular, estamos agregando una nueva actividad que requiere energía para ser llevada a cabo. Eso va a hacer que las demás actividades tengan que ceder un cachito de sus energías para que esta nueva actividad pueda cumplirse. Entonces, si es que la digestión estaba usando, por ejemplo, un 12% de la energía, ahora va a usar sólo un 8%, o sea que vamos a digerir menos, vamos a digerir mal, o sea que no nos estaremos alimentando bien aunque estemos comiendo comida muy sana, porque la energía no se está distribuyendo de manera correcta. La estamos administrando mal.
Es por eso que es muy importante poner toda la máxima atención posible en la actividad principal que estemos haciendo. A la hora de comer hay que comer y no mirar el celular. A la hora de estudiar hay que estudiar y no escuchar música, a menos que uno se concentre mejor. A la hora de dormir hay que dormir y no estar atento a nada más.
Y es así como funciona nuestro organismo con la energía bien distribuída y bien administrada.
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