La disuasión desobediente

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Desde la creación de Israel como estado independiente, la disuasión se constituyó en el componente central de su estrategia de seguridad. La amenaza de una temible represalia representó el medio más eficaz para persuadir a sus enemigos de toda intención ofensiva.

Sin lugar a dudas, después de la Guerra de los 6 días en 1967, y principalmente, con posterioridad a la Guerra de Yom Kipur en 1973, esta elección estratégica demostró su activa vigencia ante países vecinos.

Solo en un frente la disuasión demostró desobediencia y falta de motivación para convencer al enemigo de la inutilidad de intentar una y otra vez el camino de la violencia: el conflicto con los palestinos. Esta conclusión se hace cada día más evidente ante la nueva cruzada de violencia palestina denominada “intifada de lobos solitarios”.


Ya desde los primeros acontecimientos, meses atrás, los mandos militares levantaron las manos y reconocieron la imposibilidad de prevenir estos ataques basándose en el sofisticado servicio de informaciones. Como ya quedó demostrado, tampoco la masiva presencia del ejército y policías en lugares públicos garantiza la seguridad de los ciudadanos. Ante poblaciones mezcladas sin igualdad de derechos, prácticamente no pasa día sin que palestinos armados primitivamente, sobre todo adolecentes y jóvenes, hombres y mujeres, causen estragos en ataques a ciudadanos y/o militares israelíes.

Los halcones del parlamento israelí no pueden permitir que se socave su imagen dura y batalladora. Ante la impotencia de las fuerzas de seguridad propusieron una norma que obligue fiscales a demandar pena de muerte a terroristas palestinos. A nivel formal, el gobierno rechazó esta propuesta, básicamente, al tener en cuenta las nefastas consecuencias en el posicionamiento internacional de Israel[1].

En la práctica, no fue necesario promulgar una nueva ley ya que el desenlace de la mayoría de los ataques coincide con los objetivos de la iniciativa parlamentaria. Las fuerzas de seguridad no pudieron liberarse del clamor popular expuesto en una norma sugerida anteriormente por Naftali Bennet, Ministro de Educación Israelí: “Si se atrapan terroristas, simplemente hay que matarlos”[2].

La experiencia demuestra que los incidentes, mayormente, finalizan con los palestinos atacantes en el otro mundo. Da la impresión que en ese marco la disuasión está de huelga, pues tratándose de jóvenes y adolecentes, incluyendo casos de mujeres, a sabiendas del trágico final que les depara su acometida, nadie puede detener la presente ola de terror.

Pena de muerte no, pero Netanyahu no está dispuesto que estos jóvenes palestinos, solo con cuchillo en mano y no con la bomba atómica, otorguen la posibilidad de revocarle el título de Mister Seguridad. Si la muerte casi segura no detiene a terroristas palestinos, es necesario subir un nuevo escalón en la escala de ensañamiento de las condenas en pos de la sagrada disuasión.

La Corte Suprema de Justicia de Israel autorizó la demolición de casas de terroristas palestinos convencida por el gobierno de Israel que no se trata de un acto de penalización de las familias sino que es una medida de puro objetivo disuasivo.

“La demolición de casas es una paso duro y extremo, fundamentalmente por el daño que produce a la familia del terrorista que en muchos casos ni siquiera lo ayudaron o sabían de sus planes. El material que se nos presentó nos convenció que el temor de la demolición de las viviendas de los terroristas actúa como factor disuasivo sobre ellos”[3], afirmaron los componentes del más alto tribunal israelí.

A la par de otras oportunidades, esta decisión demuestra que hasta los más altos jueces en Israel suelen inclinarse más por escuchar la voz de la calle que a expertos o simplemente llevarse por pruebas fehacientes o la experiencia acumulada. Ya en el año 2005 una comisión especial del Comando en Jefe del Ejercito de Israel arribó a la conclusión que “la demolición de viviendas no demostró ser una disuasión efectiva, fuera de algunos casos excepcionales, y que el daño de esa política es mucho mayor que las ventajas”[4].

Con inusitada presteza, hasta hoy, en poco menos de 3 meses desde la decisión judicial, el ejército demolió o precintó 31 viviendas de palestinos[5]. Mientras tanto la intifada de lobos solitarios continúa con su ritmo normal y tanto Netanyahu como los jueces del más alto tribunal israelí no dan signos de reconocer el tremendo error cometido. Antes de detener la ola terrorista, es más importante ver como los palestinos sufren, y no solo los judíos.

Más aun, Netanyahu tiene planes de continuar escalando en la ferocidad de la represalia israelí. No se trata de buscar la pena adecuada sino de satisfacer la sed de venganza de una sociedad instigada por principios fundamentalistas. En estos días Bibi solicitó del Fiscal General del Estado la autorización para deportar familiares de terroristas palestinos de Cisjordania a la Franja de Gaza.

Nuevamente Netanyahu recurre a la gastada cantinela de la disuasión. En su carta al Fiscal, el Primer Ministro israelí afirma que “Creo que deportar familiares de terroristas reduciría enormemente todo tipo de atentados contra Israel, sus ciudadanos y sus residentes”[6].

Según la opinión personal del pasado del mismo Fiscal General, esta medida en ilegal pues contradice normas jurídicas internacionales. Pero en la realidad de Israel es muy probable que este funcionario y jueces de la Suprema Corte aprueben la solicitud de Netanyahu, no tanto por sus argumentos jurídicos, sino por la presión de hordas extremistas manifestándose en la puerta de sus casas.

Como se menciona, probablemente Netanyahu logre doblegar las instancias jurídicas y llevar adelante su plan de deportación. Con la misma probabilidad, se retornará al mismo resultado de la decisión similar con 415 activistas de Hamas que Ytzhak Rabin fletó al Líbano en 1992. Lejos de una disuasión, en el año 1994 comienza la sangrienta ola de atentados por medio de terroristas suicidas.

Si el destierro a cárceles en Chipre y África y la horca de los ingleses no disuadió a combatientes (y alguno de ellos también terroristas) por la independencia judía, sería muy ingenuo pretender que todas las medidas que planea Netanyahu y sus generales pueda tener algún efecto persuasivo sobre palestinos oprimidos y carentes de estado independiente.

La experiencia demuestra que la disuasión es un factor estratégico de primordial importancia en relación a estados independientes muy cuidadosos de desprenderse de aspectos importantes de su soberanía. Este no es el caso de pueblos que luchan por su independencia.

El empecinamiento de Netanyahu augura, no sudor, pero si mucha sangre y lagrimas.

Ojala me equivoque.

Daniel Kupervaser

[1] “Netanyahu frenó la pena de muerte a terroristas”, Walla, 12-7-15

[2] “Un estorbo de nombre Bennet”, Haaretz, 7-8-13

[3] “Corte Suprema de Justicia autorizo demolición de casas de palestinos”, Ynet, 12-11-15.

[4] “Comisión del Comando en Jefe del Ejercito: acabar con la demolición de viviendas palestinas”, Ynet, 17-2-2005

[5] “Nuevos homless”, Guidon Levy, Haaretz, 4-3-16

[6] “Netanyahu: Deportar familias de terroristas palestinos a Gaza”, Israel en línea, 3/3/16

Acerca de Daniel Kupervaser

Argentino de 65 años y vivo en Israel desde 1973.Licenciado en Economía de Argentina.Prolongada vinculación con la agricultura de Israel, incluyendo proyectos en diferentes países del mundo.Actualmente asesor inmobiliario en la empresa Anglo-Saxon Raanana.Guía de turismo en la ciudad de Tel Aviv (Hobby).Disertante de actualidad israelí a grupos de habla española.Creador del Blog "Ojalá me equivoque" ( http://daniel.kupervaser.com/blog/ ) donde trato de exponer mis puntos de vista como sionista respecto de lo que considero el camino erróneo que transita Israel y el judaísmo del mundo en los últimos años.

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