Considerada como la variable más deleznable de la ética, la doble moral, tan frecuente en individuos y organizaciones, bien pareciera ser ya una condición sinequa non del ser humano. Todos los días, en todas nuestras actividades, desde las más cotidianas hasta las más complejas, estamos expuestos a ella o, sin tapujo alguno, la ejercemos ya sea consciente o inconscientemente. Caer en la incongruencia de pensar de cierto modo y actuar de otro nos convierte, definitivamente, en personas de doble moral.

No nos engañemos, la doble moral es abiertamente condenada a cualquier nivel, pero al mismo tiempo recurrimos a ella como si nos estuviéramos cambiando de calcetines y esto se debe a que a lo largo de nuestra vida, hombres y mujeres por igual nos gusta dejarnos llevar por las trampas que nos ponen el ego y la sociedad misma. Pregonar determinados valores y asumirnos como personas de conducta intachable para enseguida comportarnos de forma degradante, indigna, sin respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos, nos conduce a un viaje sin retorno a convertir- nos en personas desvalorizadas y corruptas.

Tener doble moral es no tener moral. Definitivo. Torcer las cosas a nuestra conveniencia y aplicar un criterio ambiguo es comportarnos como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. Es como cuando, por ejemplo, en nuestra sociedad, todavía eminentemente machista, aceptamos y celebramos a un hombre que conquista y tiene relaciones sexuales con muchas mujeres de manera simultánea, al grado tal que hasta le obsequiamos adjetivos como casanova, galán, donjuán, etcétera; mientras que cuando este mismo comportamiento lo ejerce una mujer, inmediatamente calificamos a ésta de zorra, golfa, etcétera. ¿Lo ven? Situaciones iguales, criterios diferentes… muy diferentes.


Lamentablemente la doble moral es inherente al ser humano y, por ende, es muy común encontrarnos con este tipo de personas en todos lados: en la escuela, en la calle, en el trabajo, en el vecindario, en la familia… ¡vaya!, hasta nuestra pareja y nosotros mismos podemos (o somos) individuos de doble moral y lo somos porque a lo largo de nuestra existencia nos hemos acostumbrado a convivir con patrones fundamentados en la mentira, la negación, el complejo, la intolerancia y la hipocresía.

La doble moral tiene como objetivo primordial presentarnos algo malo como bueno (una situación, una acción, un pensamiento, etcétera) y por ello ésta se vale de la hipocresía para enquistarse en cada uno de nosotros de manera que nos resulte poco incómoda cuando se presenta. Sin embargo, este mecanismo también suele manifestarse de manera muy frecuente en núcleos masivos como son las religiones y los Gobiernos. Es como cuando a los niños les prohibimos que no digan malas palabras (groserías) o que no miren pornografía en Internet porque es malo, pero a
la vuelta de la esquina enseguida nosotros nos expresamos con un lenguaje soez y ofensivo y al menor descuido nos dedicamos a consultar contenidos triple equis en la Red.

La doble moral nos devalúa como seres humanos, porque nos impide mostrarnos en nuestra real magnitud, tanto en nuestros pensamientos como en nuestros sentimientos. Y en la medida en que le permitamos manifestarse como un ingrediente frecuente de la cotidianeidad, nos iremos alejando de la meta de ser unas buenas personas.

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Contexto

La doble moral es un criterio aplicado cuando a un individuo o a una institución se le acusa de ejercer una doble norma en el tratamiento dado a diferentes grupos de personas, es decir, que injustamente permiten más libertad de conducta a un sujeto que a otro. La doble moral es injusta porque viola el principio de justicia conocido como imparcialidad, según el cual los mismos criterios se aplican a todas las personas sin parcialidad ni favoritismo. La doble moral viola este principio, pues toma en cuenta a las personas según diferentes criterios. Existe una línea muy delgada entre la doble moral y la hipocresía. Esta última implica la aceptación de un solo criterio moral, pero su incumplimiento sistemático en la práctica. Un hombre que se arroga el derecho a tener aventuras extramaritales y que le niega la misma circunstancia a su esposa es porque maneja una doble moral; mientras que uno que condena el adulterio mientras mantiene a una amante es un hipócrita.

La opinión de los cibernautas vía Facebook

Jasmín Rocha:

“El problema de la doble moral de algunas personas es que pregonan ser decentes y ¡oh, sorpresa!, la realidad es que son un asco. El dolor y vergüenza en estos momentos es para sus esposas e hijos. Si no les importa dañar a sus familias, mucho menos al pueblo”.

Alejandro Rodríguez:

“Lo que tenemos aquí no es una cuestión de doble moral, sino de corrupción. Yo creo en la libre autodeterminación, si esto es lo que le gusta hacer a estos señores, es cosa suya… lo malo es que utilicen recursos
para estas cosas y digan que se trata de ‘gastos corrientes’ o ‘asesorías especializadas”.

Paco Peredo:

“No es una cuestión de moralidad, sino de prepotencia, de alarde, de un poder mal entendido y de una nula autocrítica. Pensar que puedes hacer lo que te plazca sólo por ostentar un cargo público es lo que mueve a estos políticos de quinta”

Consultorio (NO) sexual

Pregunta:

Tengo dos hijos adolescentes a los que me está costando mucho trabajo enseñarles y transmitirles buenos conceptos para que sean ciudadanos ejemplares. Sin embargo, hace unos días cometí una infracción de tránsito, me detuvo un patrullero y por la enorme prisa que llevaba, para que no me entretuviera de más el agente, le ofrecí una mordida, él la aceptó y mis hijos me vieron hacer esto. Su silencio total al respecto me ha hecho sentir terriblemente mal.

—Luis Ernesto Vaca (México, DF).

Respuesta:

Una de las cuestiones más complejas y más delicadas en la vida de un individuo es la referente a la educación de los hijos. Hay que ser muy cuidadosos con todo aquello que nos vincule a ellos, porque un día somos los héroes y otro día somos los villanos, así sin más. No te caería nada mal una charla con los dos donde, antes que nada, te disculpes por tu comportamiento. ¡Éxito!