La doctrina Calderón: echar montón y descabezar

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Con motivo del V Informe de Gobierno, Joaquín López-Dóriga de Televisa y Javier Alatorre de TV Azteca entrevistaron al Presidente. En ambas entrevistas, Calderón delineó su estrategia para enfrentar a la delincuencia organizada. Habló de tres ejes para resolver este problema que, de acuerdo con las encuestas, es el que más le preocupa a la población. Dos de ellas son de largo plazo y creo que van en la dirección adecuada: construir instituciones y componer el tejido social. La otra, la de corto plazo, es la que no acaba de convencerme.

Se trata de cómo enfrentar a los criminales. A Alatorre, Calderón le dijo: “A mí no me venga a decir: ‘que mejor no te metas con ellos’. Yo no puedo tolerar que pasen en camionetas, llámese Suburban, o llámese los vehículos estos, vehículos robados además. Cómo es posible que pasen cuatro vehículos robados y nadie se dé cuenta ahí. Tenemos que atorarlos, tenemos que enfrentarlos, tenemos que derrotarlos definitivamente y para ello necesitamos toda la fuerza que tenemos. Que es muy superior a la de ellos, ¡eh!, el Ejército, la Marina, la Policía Federal son muy superiores a esos criminales. Cuando hay un enfrentamiento, por ejemplo, claramente los del Ejército y la Marina llevan las de ganar siempre. De manera tal que hay que enfrentarlos con eso”. Con López-Dóriga fue más explícito: “No podemos permitir que anden con sus cinco o diez camionetas, repletas de armas, extorsionando a éste, secuestrando a aquél, matando al otro a la hora que se les da la gana, tenemos que enfrentarlas. Y si ellos salen con diez camionetas tenemos que salir nosotros con 20 patrullas de policías o del Ejército. Y si ellos salen con 20, nosotros con 40, por supuesto que tenemos que enfrentarlos y en eso sí hemos ido avanzando, les hemos pegado muy fuerte, hemos capturado ya a 21 o abatido a 21 de 37 de los líderes más buscados del crimen”.

Si tuviéramos que resumir esta doctrina, diríamos que el gobierno está enfrentando a la delincuencia “echándoles montón y descabezando a las organizaciones”.


Nadie, en sus cinco sentidos, puede proponer que el Estado renuncie a enfrentar a la criminalidad. Hay que hacerlo y punto. El problema es cómo. Y, según Calderón, si ellos tienen diez (hombres, armas o vehículos) pues el Estado debe aventarles el doble de esta fuerza. Si fuera así de sencillo, el Estado mexicano ya hubiera ganado esta guerra. Pero, de acuerdo a los resultados, no parece que la victoria esté cerca. En este sentido, creo que la estrategia de Calderón no es la correcta. Una guerra no se gana por la superioridad numérica de un Ejército sobre otro. La historia provee numerosos ejemplos de cómo una fuerza inferior puede ganar con una mejor estrategia.

Ahí, está, por ejemplo, la Guerra de Independencia de Israel en 1948. Al recién formado ejército israelí se le vinieron encima las fuerzas armadas de seis naciones árabes. Estos países creyeron que conquistar Israel sería un picnic por la superioridad militar que tenían. Resultó todo lo contrario. No pudieron ganar. Entre otras cosas porque los judíos literalmente combatían por su supervivencia mientras que los árabes eran soldados que sabían que si perdían, pues se regresaban a su casa y nada más.

Otro ejemplo más contundente es la guerra de Estados Unidos en Vietnam. Nadie dudaba de la superioridad militar de los estadunidenses. De hecho, los presidentes Kennedy, Johnson y Nixon se desesperaban por no poder ganarles a los vietnamitas. En muchas ocasiones, víctimas de la frustración, ordenaban bombardeos de una fuerza inusitada (Estados Unidos acabó lanzando diez veces más toneladas de bombas que las arrojadas durante toda la Segunda Guerra Mundial en Europa). A pesar de la evidente superioridad de las fuerzas estadunidenses, el Vietcong, con una mejor estrategia de guerra de guerrillas, acabó venciendo después de 20 años de guerra.

El Presidente se equivoca si cree que va a derrotar a la delincuencia organizada tan sólo echándoles montón o porque las fuerzas del Estado son superiores a las de la criminalidad. No. Aquí nadie duda que haya que enfrentarlos. Pero la clave es cómo hacerlo. El quid está en la estrategia. Porque las guerras de hoy en día, especialmente las no convencionales, se ganan con una combinación de inteligencia y golpes quirúrgicos a objetivos bien planeados. No se trata de abrumar al enemigo con superioridad numérica. Se trata de agobiarlos en sus flancos débiles.

El otro asunto tiene que ver con el descabezamiento de los cárteles. De acuerdo a los estudios de Eduardo Guerrero, la detención o el abatimiento de los capos efectivamente ha desestabilizado a las organizaciones criminales que se han fragmentado. De seis grandes cárteles que teníamos en 2006 en México hoy hay 16. Además, como subproducto de la desestabilización de las grandes corporaciones, han surgido múltiples organizaciones criminales locales (pasamos de cinco en 2006 a 62 en 2011) que no tienen la capacidad de exportar drogas a Estados Unidos por lo que se han dedicado a cometer delitos más violentos como la extorsión y el secuestro.

Suena sensato proponer el descabezamiento de las grandes organizaciones del crimen. El problema es que esto ha generado un aumento de la violencia. Y eso no le ha convenido a la sociedad. No es que yo esté en contra de que el gobierno detenga o abata a los capos del narco. De ninguna forma. Pero creo que el gobierno debe evaluar si esta es la mejor manera para alcanzar el principal objetivo en materia de seguridad que es bajar los niveles de violencia en el país. Si vemos los resultados, no parece serlo.

Fuente: Excélsior

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