Cierto día, Rabí Israel de Salanter (1809-1883) entró a un elegante restaurante y pidió un vaso con agua. Cuando se disponía a salir, el mesero le presentó la cuenta por la elevada suma de cuarenta francos.
—¿Tanto por un vaso con agua? —preguntó Rab Israel, sorprendido.
El mesero le respondió:
—Señor, usted está pagando por lo que lo rodea, el ambiente. Paga por los muebles elegantes, el servicio de mesa, las alfombras, la música de fondo, la vista del lugar, etcétera.
La respuesta resonó en el corazón de Rabí Israel, por lo cual se apresuró a escribir a sus alumnos: “He estado muy intrigado durante mucho tiempo respecto a por qué recitamos una bendición tan elevada y total como Shehakol Nihiyá Bidbaró, ‘Que todo fue creado por Tu palabra’, por un simple vaso de agua.
Pero de las palabras de un mesero en París he aprendido que no sólo damos gracias a Dios por el vaso de agua, sino que estamos expresando nuestra gratitud por el espléndido ambiente en el que Dios nos sirve el agua…”.
Saludos.
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