La Fe es medicina

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Los Yehudim tenemos 613 preceptos, activos y pasivos. Activos son aquellos en los cuales debemos hacer alguna acción a fin de cumplirlo. Pasivos son aquellos en los que debemos no hacer nada para cumplirlo. Ejemplo de cada uno de ellos son, la Emuná y la Avodá Zará (idolatría). Emuná es tener fe completa en que todo es de Hashem. No es lo que muchos creen: todo estará bien. Sino tener la total seguridad que todo, tanto pasado, presente y futuro, sea o no de nuestro agrado, todo y sin excepción es perfecto por ser que todo es df Hashem. Este precepto pertenece a uno de los activos, a pesar que la acción no es con el cuerpo en movimiento, sino con la mente. Las acciones no se limitan a los movimientos, sino que, aunque los movimientos no se perciban a la vista de terceros, también son acciones. Eso lo vemos en un texto escrito por el Rabino kabalista Shlomo Elkabe”Tz (año 1500) llamado Lejá Dodí, que recitamos para recibir el día de Shabbat. En ese texto dice sof maasé bemajashá tej’ilá, lo último es el acto que lo antecede el pensamiento (entiéndase razonamiento, análisis). Es por eso que el pensamiento es considerado la acción y los movimientos la reacción a los pensamientos. Lo demás son consecuencias. Pensar es un acto que puede ser un precepto activo, en este caso la Fe, tal como la hemos descrito. Asimismo tenemos preceptos pasivos, también del pensamiento, como pensar mal de otra persona sin razón, sin análisis y pudiendo encontrar una manera de pensar para bien.

Cuando acudimos a un doctor o tomamos una medicina, es una acción que da la apariencia de una falta de Fe, dado que sí Hashem nos mandó la dolencia, pues ÉL también nos enviará la cura. También se entiende como falta de Fe dado que estamos acudiendo a algo más que no es ÉL para curar nuestra dolencia. Sin embargo esto no es así.
Hashem hizo el mundo con leyes naturales. Todo aquello que esté fuera de esas leyes puede ser considerado milagroso, pero los Yehudim tenemos PROHIBIDO basarnos en milagros, ya que esos sólo dependen de Hashem.
Las leyes naturales se encuentran en la misma naturaleza, el ecosistema, dentro del cuerpo humano y en casi todo lo que percibimos y mucho de lo que aún no percibimos y desconocemos.
Una medicina no es más que un conglomerado de cosas que ya fueron creadas. Los sabios eruditos, con investigaciones profundas, han descubierto cuáles son esas cosas que deben mezclarse, en qué cantidades, para qué necesidades y dependiendo el paciente en muchos aspectos como su ADN, grupo sanguíneo, presión arterial, clima, edad, etc.
Pero la pregunta aún persiste: ¿Es falta de Fe tomar una medicina?
En la Tefilá decimos Refaenu Hashem venera fé, cercanos Hashem y nos curaremos. De ahí se aprende que Hashem nos ha dado todo lo necesario, entre esas cosas nuestra mente para lograr sabiduría, y descubrir cuáles son esas cosas que, mezclandolas, nos podemos curar. De esa frase también se aprende que Hashem nos otorga el permiso, y también la OBLIGACIÓN, de mantenernos sanos y no provocarnos dolencias, así como evitarlas y ayudar a curar a quien lo requiera.
Siempre debemos anteponer que, por más medicina que tomemos, por más que nos cuidemos, por más que hagamos todo lo posible por evitar una dolencia, nada deceso cura si no es porque Hashem así lo decide. Eso es Fe. Creer que una medicina cura es falta de Fe. Creer que un doctor cura es falta de Fe. Ya que como hemos dicho anteriormente, la Fe es tener la plena seguridad que todo es de Hashem.
Es Hashem que cura y quien da permiso a que podamos ayudar a curar.
Hay un pasuc (Shemot, 15-26) que dice “toda enfermedad que puse sobre Egipto, no las he puesto sobre ti porque Yo soy Hashem quien cura.
De este pasuc aprendemos que tanto la enfermedad como la cura únicamente depende de Hashem, y que nosotros debemos usar nuestro intelecto para ahondar en las ciencias, el universo y todo lo que nos rodea a fin de buscar nuestro bienestar en armonía entre lo material y lo espiritual.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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