La semana pasada repasamos los logros de Thuli Madonsela, funcionaria de Sudáfrica recién reivindicada por la Corte Constitucional de su país, que determinó –en base a las pesquisas de la Fiscal de referencia- que el presidente Jacob Zuma había incurrido en conductas ilícitas al gastar dinero público en el remozamiento de un palacete denominado Nkandla (suerte de casa blanca peñanietista, en versión sudafricana), de su propiedad.
El impecable Informe de @ThuliMadonsela3, producido y presentado a la opinión pública en marzo de 2014, no tuvo el efecto deseado entre las huestes del Congreso Nacional Africano (ANC, partido mayoritario, casi hegemónico, desde la democratización que inició en la década de los noventa del siglo pasado); tampoco, en el Legislativo que domina este partido, en virtud de su mayoría calificada. Tuvo que intervenir el Tribunal Supremo para poner las cosas en su sitio, obligando al titular del Ejecutivo a sufragar los costos de la estafa, eludidos por él y sus subordinados desde que el diario Mail and Guardian empezó a publicar detalles del escándalo a partir de 2009.
Lo que sucedió con Nkandla y su casa de descanso en Sudáfrica, todavía impensable en tierras mexicanas -que enfrenta Nkandlas autóctonos, en distintos órdenes y prácticamente todos los días, a nivel federal, estatal y de municipios- tiene su correlato y réplicas en lugares como Guatemala, con envidiables resultados para la salud pública y un sistema de gobierno que guarda ciertas similitudes -con ventajas y defectos- con el priísta nuestro.
Thelma Esperanza Aldana Hernández, (abogada y ex jueza nacida en 1955) fue nombrada por Otto Pérez Molina para encabezar el Ministerio Público federal guatemalteco, equivalente a la Procuraduría General de la República en México, en mayo de 2014, dos meses después de la publicación del informe sobre Nkandla que produjo Thuli Madonsela con su equipo.
Desde entonces, su trabajo coordinado con la Comisión Internacional contra la Impunidad de Guatemala, organismo coadyuvante que depende de la ONU, le ha valido reconocimientos indiscutibles y le ha devuelto a la opinión pública guatemalteca, así sea de una forma tentativa y sujeta a cambios repentinos, la confianza institucional que presagia la posibilidad de vislumbrar cambios positivos en el rumbo y trayectoria de la democracia chapina (aún sujeta a la corrupción e impunidad que es también nuestro santo y seña).
Aldana rebasó las expectativas y calló a muchos escépticos, quienes llegaron a pensar que la vocación independiente y con perspectiva de interés público que le imprimió al puesto su predecesora Claudia Paz y Paz (integrante del grupo que investiga la desaparición de 43 jóvenes Normalistas de la Escuela Rural de Ayotzinapa, cuyo desempeño ha sido cuestionado injustamente por el gobierno de Peña Nieto y algunas plumas pagadas, y que cesa funciones a finales de abril), sufriría un retroceso.
Pero los cálculos de Otto Pérez, Baldetti y la delincuencia organizada de la cual ellos eran las cabecillas más visibles fueron equivocados.
La hoy fiscal general de Guatemala fue presidenta de la Suprema Corte durante 2011 y 2012 (en México, el cuestionadísimo ex titular de la PGR y embajador Eduardo Medina Mora, recurrió la ruta contraria. Él permanecerá como incondicional del Ejecutivo en la Suprema Corte, hasta 2030). Con toda seguridad, Aldana fue nombrada por el presidente a la que él puso en prisión tras su renuncia forzada (junto con su compañera de formula Roxana Baldetti: ambos acusados por el MP y CICIG de encabezar una añeja estructura o cártel, denominado La Línea -divulgado por medios como El Periódico– en el sistema de aduanas guatemalteco), por su percibida maleabilidad, negada en los hechos, cuando la fiscal decidió actuar con independencia y con el apoyo de la Comisión que hoy preside el ex fiscal colombiano Iván Velásquez.
Ante la ofensiva sin tregua del Estado mexicano en contra de organismos internacionales y defensores de Derechos Humanos locales y extranjeros, suenan cada vez más huecos los ‘compromisos’ oficiales al respecto, y la promesa de crear súper ‘fiscalías’ transexenales,apéndices del Ejecutivo en turno, que sólo servirán para cumplir sus caprichos y taponar corruptelas.
No se actuó así en Guatemala; por eso, el complemento de la Comisión Internacional, autónoma y ajena a vaivenes presupuestales, merece ponderarse con seriedad en nuestro país.
Será únicamente viable enmendar el camino cuando surja con fuerza un movimiento social consolidado -hasta ahora, intermitente- en plazas públicas y redes. Urge, entretanto, implementar aquí soluciones novedosas como la que plantean organismos del estilo de CICIG. Porque personajes como Thelma Aldana no se dan todos los días, necesitamos que el factor externo les proporcione toda la ayuda necesaria.
El Palacio. Monstruosidad putinesca, construida bajo las narices de su seudo ‘fiscal’ Yuri [Gaviota] Chaika. Opacidad manifiesta; corrupción desatada.
La otra opción, la que tenemos ahora, es similar a la de Rusia. El alucinante,estrafalario Palacio de Vladimir Putin, junto al Mar Negro, tasado en más de mil millones de dólares según cálculos aproximados y construido prácticamente en secreto: con medios rusos tan amenazados, una realidad tan ominosa como la de las casas blancas y constructoras de compadres y cómplices presidenciales (Higa, OHL, y un larguísimo &c.).
Como la Rusia contemporánea del neozar, México se condena a la irrelevancia sin fiscales autónomos que valgan la pena, ni la más remota posibilidad de que el gobierno se atreva a autocorregirse. O de que, sin la participación decidida de la ciudadanía –tal y como sucedió en Guatemala, o más recientemente en Honduras– las autoridades cedan ante presiones necesarias.
Como se perfila el asunto en este liliputiense mundo al revés: laboratorio nacional de la Restauración Institucionalizada al que la mayoría silenciosa y abúlica se ha habituado, sucederá exactamente lo contrario. Surgirá la novísima versión del proverbial Parto de los Montes. Una Fisca(simu)lización ostentosa, e inservible para nuestros propósitos generales; el Sello prevalente de la Casa Mexicana.
Por contraste, Thelma Aldana demostrará –en sintonía con la incansable CICIG- que la evolución democrática puede, y debe, intentarse.
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