La fortaleza de Beaufort

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La película israelí Beaufort ha sido nominada por la Academia Norteamericana de cine para recibir el codiciado “Oscar” en la categoría de la mejor película extranjera, premio recibido por Israel por última vez hace 24 años. Pero su título despierta sentimientos encontrados en la conciencia del pueblo israelí. No hablaré sobre la película, sino lo que “Beaufort” nos trae a la memoria, sobre la casi olvidada Primera Guerra del Líbano.

La película Beaufort trata de la última unidad de combatientes que salieron del Líbano en 2000, después de una presencia de 18 años, en el marco de una retirada unilateral orquestada por el Primer Ministro de esa época, Ehud Barak. Hoy, precisamente, se están estudiando las consecuencias que esa retirada tuvo para los acontecimientos posteriores que llevaron recientemente a la Segunda Guerra del Líbano, intervención cuyos resultados acaba de dar a difusión la Comisión Winograd, nombrada para este objeto.

La película está basada en el libro Si hay Paraíso (Im yesh Gan Eden) del joven escritor Ron Leshem, y publicada hace dos años, que se volvió de inmediato un “best seller’. Leída principalmente por jóvenes, alabada por los mejores novelistas, ganó el año pasado el prestigioso “Premio Sapir”. Desde los primeros capítulos el libro nos introduce en las profundidades del Beaufort, que sirvió como base estratégica al ejército israelí desde su incursión en Líbano en junio de 1982. Leshem relata como un grupo de adolescentes, rodeados del más bello escenario posible (como efectivamente lo es el Beaufort, la antigua fortaleza cruzada), sin consejo o supervisión de mayores, con oficiales de escasos 22 años, tienen que tomar solos sus decisiones frente al peligro. Los personajes crean su propio idioma y humor y manifiestan sus creencias. Así crece un joven en Israel a los 18 años.


La lucha por la conquista de esa fortaleza, situada en la cima de una escarpada montaña, fue llevada a cabo por soldados de infantería del comando Golani, uno de los grupos más selectos del ejército, recordados por su heroísmo como los “soldados de Guni”, nombre de su comandante que cayó en la lucha. Conozco a un joven que participó en esa batalla, quien se ha negado sistemáticamente a hablar de ella o a recordar cualquier acontecimiento. Cuando le tocaba licencia, bajaba de ahí, se cambiaba de uniforme y participaba en las demostraciones de “Shalom Hajshav” (La Paz Ahora), que se creó en aquel entonces para protestar contra la invasión de Líbano y pedir una rápida retirada.

Las palabras con las que empieza el libro han hecho eco hasta el día de hoy: “Yonatán ya no nos verá crecer haciéndonos feos”, y describe el juego que los soldados llamaban “lo que ya no podrá hacer”: “Yonatán ya no puede llevar más a su hermano menor al cine. Yonatán no puede presenciar como el Hapoel trae el trofeo de futbol a casa. No puede ver a Tom con la chica más fea de Naharía. No podrá saber cuán orgullosa está su madre que fue aceptado a la Universidad. No participará del entierro de su abuelo”. Y así continúa el juego…

Como menciona Leshem, de pronto estas frases fueron repetidas constantemente en la televisión, en el radio y en entierros de soldados caídos. Se volvió como un mantra, repetida en momentos trágicos y difíciles de la vida de quienes perdieron seres queridos. La idea original de Leshem era traer a la conciencia la “Guerra Olvidada” que fue tan traumática en la vida de miles de jóvenes.

Casi hemos olvidado la historia de la incursión israelí al Líbano. Ni la ocupación ni la retirada constituyeron “nuestra hora más gloriosa”. Desde la creación del Estado de Israel, nunca la población había puesto en tela de juicio las actividades del Ejército de Defensa. Pero en el caso del Líbano, la distancia geográfica entre el allá de la vanguardia y la vida normal en la retaguardia hizo que, fuera de los directamente involucrados, la población del país estuviese desconectada de las batallas que tenían lugar, día a día, en las ciudades, aldeas, valles y alturas del Líbano. El largo tiempo de la invasión provocó serias discusiones políticas en el pueblo, mientras aún el ejército se encontraba en pleno campo de batalla.

El Líbano, desde su creación como país independiente, ha tenido serios problemas internos por la diversidad de su población: cristianos maronitas, drusos, shiítas y sunis musulmanes, han estado en constante lucha por la supremacía política. A esto se agregó la presencia de los palestinos expulsados de Jordania por el rey Hussein en el “septiembre negro” de 1970, que se instalaron en las zonas del sur, fronterizas a Israel, con constantes ataques contra las poblaciones civiles del norte del país. En 1975 estalló la guerra civil en El Líbano entre la organización palestina El-Fatah, encabezada por Yasser Arafat y apoyada por la izquierda musulmana, y las falanges cristianas. El ejército libanés se desmoronó y perdió todo control.

En ese año, los cristianos del ejército libanés se dirigieron a Zahal pidiendo ayuda para la población cristiana del sur. Por autorización del entonces secretario de Defensa, Shimón Peres, se estableció la “buena cerca”, que ofreció servicios médicos y otros a la población sureña. Después de constantes ataques por parte de los terroristas, en junio de 1982, tras el atentado contra el embajador israelí en Inglaterra, Shlomo Argov, el gabinete aprobó la llamada “Operación Paz a la Galilea”. En ese operativo, en el cual participaron unidades blindadas, de infantería y de aviación, cayeron las ciudades de Tiro, Sidón, Jazbaya, Nabatíe y el fuerte de Beaufort, y el ejército israelí llegó hasta la zona sur el aeropuerto de Beirut.

En ese mismo mes, junto con una delegación de judíos norteamericanos, participamos de una visita detrás de las posiciones israelíes y aún recuerdo como fuimos recibidos con entusiasmo y lluvias de arroz por la población civil a lo largo de nuestro recorrido. Almorzamos a orillas del río Litani, cruzamos el Zharani y ascendimos al Beaufort, desde cuya maravillosa vista panorámica nos pudimos percatar de la importancia estratégica del lugar, puesto que domina todo el norte de Israel. Cruzamos Nabatíe, Tiro, Sidón y a través de pintorescos paisajes llegamos hasta la zona sur del aeropuerto de Beirut, que divisamos desde la misma casa donde pocos días después fue asesinado el Gral. Yekutiel Adam, héroe de la guerra de Yom Kipur.

En septiembre de ese año fue asesinado Bashir Jemayel, comandante de las falanges cristianas y considerado un fuerte aliado de Israel, que había sido electo Presidente de Líbano, y entonces Israel ocupó el lado occidental de Beirut. Pero como represalia por el asesinato de Jemayel, las falanges atacaron los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila matando a más de 200 palestinos. La opinión pública nacional e internacional culpó a Israel de manera indirecta por lo acontecido, y por la presión de miles de manifestantes se estableció la “Comisión Cohen” que concluyó con la renuncia de Ariel Sharón como Ministro de Defensa.

Los atentados no disminuyeron, al igual que las protestas en Israel, que se sucedieron ininterrumpidamente. Jóvenes manifestantes pasaron un año entero, día y noche, frente a la casa del Primer Ministro Beguin, con un cartelón en el que iban sumando el número de soldados israelíes caídos en Líbano. Conozco de cerca los sentimientos de esos jóvenes, puesto que una de mis hijas participó activamente durante un año en las protestas. De ahí surgió el movimiento de “Shalom Ajshav” (Paz Ahora) que sigue activo hasta el día de hoy.

De nada sirvieron las protestas y el gobierno siguió extendiendo su presencia en el territorio libanés hasta llegar al río Hawali, a 45 km. de la frontera. Para ese entonces, consciente de la cruda realidad y de la grave situación y con su salud sumamente afectada, renunció el Primer Ministro Menajem Beguin, y la opinión popular culpó de ello al embrollo libanés.

A raíz de los ataques israelíes contra las terroristas cercados en Beirut, y con intervención americana en las negociaciones, se acordó que los terroristas palestinos saldrían de la capital, esparciéndose por Túnez, Yemen, Siria, Irak y Sudán. Recordamos las imágenes de estos palestinos haciendo la señal de la V, seguros de que algún día regresarían victoriosos, como sucedió efectivamente después de los Acuerdos de Oslo, cuando volvieron y se les entregaron las principales ciudades de Judea y Samaria sin una sola batalla para recuperarlas.

Ya en enero de 1985, siendo Shimón Peres Primer Ministro en un gobierno de coalición, se inició la retirada del territorio libanés hasta la llamada “zona de seguridad”. Entonces llenando el vacío dejado por los palestinos, apareció en el escenario la organización Hizballah, tan conocida por haber sido el factor principal durante la reciente Segunda Guerra del Líbano.

Durante el período de ocupación israelí se organizó entre los cristianos el Ejército del Sur (SLA) que incluyó también drusos y musulmanes shiítas, el cual por sus intereses comunes con Israel, se constituyó en un aliado imprescindible de éste. Para los luchadores del SLA, el poder pelear contra los fanáticos de Hizballah desde sus propias poblaciones les dio libertad de acción, siempre apoyados por el poderío del ejército israelí. Para Israel, por su parte, el poder contar con un aliado entre la población civil en contra de los guerrilleros constituyó una carta clave. De ahí surgió una alianza que se afianzó cada vez más, y llegó inclusive a crear fuertes lazos de amistad personal. Israel les proporcionó no sólo entrenamiento y equipo militar, sino que también estableció hospitales, servicios médicos y todo tipo de instalaciones. Para el gobierno libanés estos luchadores eran considerados traidores El retiro del ejército de Israel en el año 2000, dejando en manos del SLA bases, fortificaciones, armamentos y municiones, esperando que llegasen el ejército libanés y las fuerzas de las Naciones Unidas a tomar posesión de los mismos, se basó en un error táctico de apreciación. Las unidades y batallones del SLA se desmoronaron inmediatamente y empezaron una desordenada huida hacia Israel, adonde llegaron miles de ellos buscando refugio, abandonando a Hizballah valioso equipo militar y municiones.

Por ello es tan actual el contenido de la película Beaufort y del libro en el cual está basada. En estos días, precisamente, la comisión Winograd está estudiando el fracaso de la contienda contra el Hizballah en junio de 2006, tratando de encontrar a los culpables de la “guerra que no se ganó”, que estuvo mal planeada y basada en falsas concepciones.

A que resultados traerá las conclusiones de esta comisión se verá en un futuro próximo.

Nota: El libri Im yesh Gan Eden de Rpn Leshem acaba de aparecer en inglés con el nombre de Beaufort. Recomendable.

Acerca de Tzila R. de Chelminsky

Nacida en México y cursando sus estudios hasta la preparatoria en planteles de la red judaica, obtiene en la UNAM el título de Licenciada en Economía.Su actividad social en México y en Israel ha sido intensa, llegando a ser Presidenta de varias organizaciones. En Israel ha sido fundadora y directora del Fondo Rosario Castellanos para llevar a esas tierras la cultura mexicana. Ha sido agregada cultural de la Embajada de México en Israel de 1993 a 1998 y asesora en asuntos culturales hasta el día de hoy. Colaboró en varios periódicos y revistas en México y desde hace 13 años escribe mensualmente desde Israel en "Foro".

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