La Generala

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Encontré otra carta remitida desde Jodonia hace unos dos años por mi amigo Barbalila, de la que copio su parte interesante cortándole los saludos y la cola, las despedidas y los buenos deseos. Dice en lo medular:

«Hallé una fuente de información de primera mano, sobre muchas cosas que sucedían en la residencia del presidente Tramafato llamada «La Aurora», en la zona más lujosa y cerrada de Nadajala, Prados del Paraíso (nuestro equivalente a las Lomas de Chapultepec). Esta fuente estuvo al alcance de mi mano, casi desde que retorné a Jodonia y recién ahora la he descubierto.

«La patrona de la estancia familiar (ustedes la llaman casa de huéspedes) donde habito, doña Greta Granaya, convivió de alguna manera con Amorita de Pla y Subuteo, esposa de Tramafato cerca de medio siglo. Fue su estilista, peinadora y manicurista, desde antes de su matrimonio. La atendía de dos a cuatro veces por semana y muchas ocasiones se quedó a pernoctar en La Aurora. Con su paga y las generosas ñapas (gratificaciones) que recibió construyó su casa y la estancia familiar anexa con dieciséis dormitorios, ocupadas por estudiantes del Instituto Superior y burócratas.


«La señora Greta, a la que calculo unos setenta y tantos años, sirvió a Amorita hasta que le comenzaron a temblar notoriamente las manos hace unos cuatro o cinco años, cuando se vino a recluir y a atender su estancia. Idolatra a Amorita, a la que a veces llama Amor, mi Amorcito o mi Reina, cuando por lo que se todos la llamaban Generala y, en sus días de pésimo humor Mariscala o Marismala.

«Cuando se enteró de que viví en México, se acercó a mi para que le contara todo lo que sabía y vi. Ella iba a ir a tu país en los años ochentas acompañando a Amorita a un encuentro México-Centroamericano y del Caribe de presidentes, pero su viaje se vio frustrado porque cayó enferma y, desde entonces, ha vivido con un sentimiento de malestar que no la abandona y que la hace sentirse como «si tuviera atada una losa al pecho». Yo, como distracción o terapia, por el desencanto que por algún tiempo me dominó al encontrar todo tan cambiado, distante y apático, comencé a platicarle de tantas cosas que vi y viví y que a mi me parecieron maravillosas y que a ustedes los mexicanos les parecen intrascendentes y hasta molestas y odiosas (no te mencionaré por ahora cuales son). Además como traje libros de México, los he aprovechado para ampliar mis relatos, que acompaño con fotos, amén de una treintena de ejemplares de Artes de México que poseo. No todos los días converso con ella, ni sólo sobre México, pero eso ha permitido que se establezca una relación de simpatía y familiaridad, incluso con su hermano que casi siempre está presente, callado y taciturno.

«Hemos establecido, sin proponérnoslo, un intercambio de información que para mi ha sido fabuloso y también le ha servido a la señora Greta, porque por unos cuarenta años estuvo condenada a guardar silencio, sobre cuanto sabía que acontecía en La Aurora, amenazada de las consecuencias que tendría si revelaba algo. Ahora, sin presiones ni amenazas, se desahoga de cuanto por lustros no pudo sacar.

«Tiene tres gavetas de una cómoda llenas de álbumes con fotografías, recortes de periódicos y revistas, baratijas, moños y listones, distintivos, recuerdos diversos, canastitas, frascos semivacíos con perfumes y otras chucherías, todas rememorando a Amorita, su Reina adorada.

«Al sacar un álbum para mostrarme una foto, se cayó una amarillenta hoja de periódico que estaba doblada, la recogí, desdoblé y leí sin su anuencia. Era una hoja tamaño tabloide del periódico Emancipación, con una esquela de toda una plana, en la que Amorita notificaba a toda la Nación del óbito de Tramafato. Por lo que recuerdo decía más o menos: ‘Amorita de Pla y Subuteo, la única, verdadera, auténtica y legítima esposa del Señor Presidente Vitalicio de Jodonia General Tramafato Picapuertas y sus hijos legítimos, participan con inimaginable dolor a toda la Nación, el sensible fallecimiento del Presidente Vitalicio y Benemérito de la Patria TRAMAFATO Picapuertas, esposo y padre amantísimo y ejemplar…’ y después agrega más cosas que he olvidado.

«Al notar mi asombro, doña Greta sonriendo me explicó que Tramafato era muy mujeriego y con no menos de tres señoras tuvo familia, a todas les puso casita y anotó en la nómina de alguna dependencia de gobierno y todas recibían varios sueldos. A todas les enviaba regalos de Navidad y de Día de las Madres, sólo que si a éstas les daba un refrigerador a cada una, Amorita recibía un costosísimo collar de brillantes, pero Amorita jamás le perdonó sus deslices y recibía esos regalos como si no significaran gran cosa para ella, viniendo de la familia que provenía, pero en la intimidad me las modelaba y presumía.

«Ella era demasiada pieza para él -comentó la dueña- era más lista e instruida que él. Hablaba además inglés y francés. Tenía muchos libros y los leía. Estaba al tanto de todo lo que pasaba en Jodonia, sabía mucho de política y sabía muy bien lo que cada país quería o sus jefes buscaban o pretendían. Él era inteligente y a veces ingenioso, pero astuto y taimado y era también tramposo, hasta en los juegos con sus hijos. Si perdía se tornaba grosero y violento. También era vengativo, aunque eso se le fue quitando con los años. Cuando cumplió los sesenta, en plena fiesta le vinieron a informar, de algo que estaban tramando contra él unos ministros y generales y él ni se inmutó. Simplemente les hizo traer por los de la Secreta y conducir a su biblioteca. Estuvieron encerrados un cuarto de hora, no se que les dijo, pero salió sonriendo del brazo de dos de ellos y los invitó a participar en los festejos. No se supo que haya destituido a ninguno, ni que haya tomado venganza, era tan zorro que los aplacó y dejó como corderitos. Semanas y meses después cuando venían a audiencia, llegaban bien mansos y sumisos.

«Por doña Greta me he enterado que Amorita tocaba el arpa y parece que no mal. El tirano le hizo traer de Europa y Estados Unidos varias arpas y, con las que le regalaron los interesados en conseguir algún favor, contrato o canongía, o los agradecidos por haberlos logrado, juntó una veintena, que conserva en una sala construida especialmente con clima controlado. En la foto que me mostró, en la que aparecen ella y Amorita vestida con una túnica griega, se ven varias arpas que son una obra de arte».

Y me siguió contando la señora: «Amorita dio muchos conciertos a los que vinieron, los más picudos de Jodonia, además de ministros generales y cónsules con sus señoras. Algunas veces tocó con músicos de Europa. Venía un maestro Nicanor, que era el mayor arpista del mundo y un Jean Pierre, que tenía una flauta de oro. A veces venían juntos, a veces no. Se quedaban hasta un mes, le daban clases y ensayaban con Amor. Con ella daban conciertos. Eran muy agradables.

A veces tomaban la copa con el general y contaban chistes y cosas, pero cuando mi Reina hablaba con ellos inglés o francés, el general se ponía furioso, entonces sacaba un puro, lo encendía y empezaba a echar humo como chimenea de ingenio y los ahuyentaba como moscas» -contó riendo mi patrona, y por la forma en que me la pinta, la relación entre ambos aún era bastante cordial.

«Donde reinó y sigue reinando la discordia es entre hijos y esposas, nueras, cuñadas y demás parentela involucrada, pues es sabido que los hijos viven separados de sus familias en Europa y que su hija Irene, está en Estados Unidos. Por lo que me atreví a preguntar, sabiendo que no soporta Amorita a sus nueras:

«- Viviendo en el palacio de La Aurora que, por lo que he oído es enorme, y estando siempre sin los suyos, viuda y sola ¿no está triste Amorita -o estará tranquila, contenta?

«- ¿Triste, sola? ¿Amorita? -contestó- ¿con la cantidad de pedinches que vienen a suplicar favores? -y luego agregó jovial- ¿contenta? ¿muchacho en que mundo vive? ¿conoce alguna viuda, con pensión o renta, que no esté contenta?

«Esto último me dejó con la boca abierta, hacía muchísimo que no oía este refrán».

Acerca de Jacobo Königsberg

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