La gran diferencia

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Han trascurrido 79 años desde la culminación de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual se desarrolló el crimen más atroz en la era moderna de la humanidad: la Shoá, el Holocausto, que acabó con la vida de seis millones de judíos, lo que representó un tercio de su población mundial, mediante la llamada “solución final al problema judío”.

A raíz de ese tenebroso período, los sobrevivientes y sus diferentes generaciones, las comunidades judías alrededor del mundo, Yad Vashem y sus diversos capítulos, profesores, analistas, políticos y el Estado de Israel han trasmitido por más de siete décadas las causas que provocaron la Shoá, a los fines de que un hecho tan aborrecible e inhumano no vuelva a repetirse, acuñando la frase “nunca más”, la cual se ha pronunciado en millones de oportunidades en por lo menos tres conmemoraciones anuales: la Kristallnacht, el pogromo acaecido entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938; el levantamiento del Gueto de Varsovia, que se produjo entre el 19 de abril y el 16 de mayo de 1943; y la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, ocurrida un 27 de enero de 1945.

Se ha hecho un esfuerzo titánico para dar a conocer los horrores de la Shoá, apoyado con pruebas irrefutables, testimonios, documentos, archivos encontrados en las propias oficinas de los nazis, películas filmadas en los mismos campos de exterminio liberados, juicios en los que los jerarcas nazis confesaban sin rubor los crímenes cometidos aduciendo órdenes superiores. Pero a pesar de todo este acervo probatorio, hoy en día estamos presenciando en vivo el accionar desesperado de otra “solución final”, esta vez al judío internacional: el Estado de Israel.


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Y yo me pregunto: ¿Qué diferencia hay entre lo ocurrido en la Kristallnacht, en la que miles de pronazis perfectamente organizados en Alemania, Austria y los Sudetes de Checoslovaquia destruyeron, incendiaron, violaron, asesinaron y se llevaron de rehenes a más de 30.000 hombres judíos a campos de concentración como Dachau o Sachsenhausen, con lo acontecido el 7 de octubre del pasado año, cuando terroristas islamonazis invadieron al llamado judío internacional, Israel, destruyendo, incendiando, violando, asesinando y llevándose de rehenes a 251 judíos a la oscuridad de las catacumbas en Gaza?

¿Qué diferencia hay entre las Leyes de Núremberg de 1935, que despojaron a los judíos de todos sus derechos civiles, políticos, económicos y ciudadanos, con la demanda de Sudáfrica ante la Corte Penal Internacional, que intenta demonizar al judío internacional, Israel, tildándolo sin éxito de genocida, para despojarlo de su legítima condición de Estado soberano en el concierto de las naciones?

¿Qué diferencia hay entre la propaganda nazi expuesta por Joseph Goebbels recogiendo siglos de antisemitismo, que presentaba al judío como una subespecie humana, un insecto insignificante causante de los problemas de Alemania, con la narrativa actual en los medios de comunicación, redes sociales y diversos países contra el judío internacional Israel, presentándolo como una entidad artificial, ocupante, expansionista, racista, genocida, y que es la causa de todos los problemas del Medio Oriente y por qué no, de la humanidad?

¿Qué diferencia hay entre la reunión de Wannsee realizada el 20 de enero de 1942, en la cual la Alemania nazi aprobó la implementación de la llamada “solución final al problema judío”, y los documentos obtenidos por las Fuerzas de Defensa de Israel en las túneles de Gaza, en los cuales de describe en forma detallada la nueva solución final al judío internacional, Israel, mediante su invasión por el sur y por el norte, cuando simultáneamente sería atacado por decenas de miles de cohetes, misiles y drones desde diferentes linderos y distancias, lo cual estamos presenciando en la actualidad?

¿Será que la persecución, la violencia y el odio contra los judíos “depende del contexto”, como adujeron las máximas autoridades de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos? ¿O depende del apoyo a algún equipo de fútbol, como el Maccabi Tel Aviv?

El antisemitismo del siglo XX tuvo como objetivo erradicar a los judíos de la faz de la tierra; el antisemitismo del siglo XXI, disfrazado de antisionismo, tiene el mismo propósito, pero contra el judío internacional, Israel. Un diminuto Estado de poco más de siete millones de judíos, pero que con arrojo, valentía, tenacidad y mucha inteligencia está combatiendo solo, en múltiples frentes y latitudes, por todos nosotros, en defensa de los valores que nos unen: la vida, la libertad, la justicia, la igualdad y la fraternidad.

Las fotos que acompañan este artículo están relacionadas con el pogromo denominado la Noche de los Cristales Rotos de 1938 (Kristallnacht) por un lado, y su contrapartida 85 años después, el pogromo del 7 de octubre de 2023 en el kibutz Beeri, al sur de Israel.

Queridos lectores: para que se mantenga imperecedero el “nunca jamás”, la gran diferencia es que ahora existe el Estado de Israel.

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