Ber se comportaba como un jumbo en una gran turbulencia, o mejor dicho, parecía un cohete que no sabría si sobrevivirá al espacio exterior.
La mente humana tenia muchos tejidos misteriosos, tan infinitos como granos de arena y estrellas del cielo. Intentaba decodificarlos a través de la literatura. Poseía el talento nato de transformar lo imposible en literatura, y de ver mas allá de las letras y las frases. Lo que veía al escribir eran mundos luminosos e inaccesibles para seres humanos ordinarios. En ello había decidido consistiría su tarea, su misión imposible, en escribir la novela del siglo veintiuno para descubrir la verdad y revelarla.
Había leído la Biblia cientos de veces, y sabia que las mujeres ocasionaban turbulencias a los hombres, y buscaban en lo especial a hombres de fe para seducirlos y castrarlos. Si el hombre caía en la trampa, lo pisoteaban para toda la eternidad hasta que una ultima corrección aconteciera en su vida, un deseo de morir absoluto en el infierno, y hasta que podía lanzar un hilo a la salvación.
-Buscar la verdad es una tarea relativa- le dijo Sara acariciando su cabello. No te debería de preocupar tanto.
-Por el contrario, nuestra ausencia de tranquilidad, nuestra carencia de calma y paz, es debido a que buscamos la verdad en la relatividad.
La Biblia era una verdad absoluta pero que había que tergiversar y doblar en pliegues para verla volar, para ver como el universo alzaba en vuelo su luz infinita en la mente humana.
Buscar la verdad absoluta era tecnológicamente absolutamente doloroso. Ber no sentía que se lograba enfrentaba con el dolor, sino hasta que llego ella, Sarah, de quien se enamoro de un principio un amor eterno e imposible de entender, como un reloj derretido de las pinturas surrealistas del siglo veinte.
Pero para eso son las cuerdas, para romperse.
-Es un estira afloja- dijo Ber sonriendo. Pero eso no nos justifica.
-Aun te duele la cabeza? Quieres una pastilla?- dijo Sara intranquila.
-La cabeza?… Me duele todo, el cuerpo, el alma, el corazón, estoy roto en pedazos.
-En códigos imposible yo diría- dijo Sara riéndose de el.
Ber también sonrió aunque no debía.
Ber hizo un viaje, un viaje que ningún otro hombre había hecho, catalogado como imposible por la ciencia, hizo un viaje al interior de su propia alma.
Estaba solo. Caminaba en los campos y jardines, nadaba en las albercas y se sentaba a conversar en los jacuzzis, trataba que las conversaciones no fueran personales, sino parte de un mundo y naturaleza neutral que se expresaba artisticamente como si Dios fuese la música clásica mismísima que lograba escuchar en su oído universal.
Su oido era el oído de todos.
Todo era perfecto.
Mas el hombre es imperfecto.
Entonces volvió a suceder.
Comenzó a criticar a Dios por la naturaleza del mundo y por su soledad.
-Pero la soledad es imposible- le dijo Sara quien se encontraba siempre en el centro del foco social y sexual de los hombres y mujeres a su alrededor desde la universidad.
-La soledad es una verdad absoluta- dijo Ber amargado.
-Brrrrrrrr….- se burlo Sara.
Una critica al cielo, eso era su vida. Era imposible pasar por alto la crueldad de la que gozaba el mundo y hacia donde se dirigía.
Comenzó a gritar en su interior, y a declarar la guerra a un Dios aunque no sabia a cual.
-¿Porqué Señor?… ¿porqué haces esto así?, ¿Cuánto mas se puede soportar esto?
Por supuesto se refería a las guerras, culturales, físicas, bélicas, económicas, nacionales, divinas; a los accidentes en los que las gentes comunes se involucraban unas con otras a través del cristal y el acero de los automóviles despedazados, a los miles de desastres naturales que acontecían anualmente y que afectaban a la humanidad.
-Y aun hay algo peor- dijo Ber.
-¿Que?- pregunto Sara curiosa. Peor que guerras, desastres naturales y accidentes.
-Peor incluso que las enfermedades- insistió Ber.
-¿Que es?- insistió Sara.
-No saber quienes somos, el no saber la verdad absoluta.
-Pero si la verdad absoluta ocasiona guerras Ber, no existe, no debe de existir.
-Por lo contrario, es totalmente ajena desconocida a nuestra realidad humana. Jamas se sabe de ella, pero cuando se sabe, ya no hay turbulencia ni dolor, sino una paz completa y deseable.
Así fue como Ber critico Dios, como era posible que no había chicas rubias en su mundo interior.
Una semana después de haber dicho esto, ocurrió el milagro, en el interior de su alma, como en una playa de verano aparecieron cientos de chicas rubias alrededor de el, chicas que lo amaban y lo intentaban seducir en la alberca y los jardines, chicas hermosas sedientas de amor y placer.
-Pense que iba a volverme loco, como el Rey Salomon, o como David, o como Abraham.
Las chicas lo miraban a los ojos buscando la verdad de su ser, el interior de su luz, la pasión, la trascendencia.
-Solo, he venido aquí, a buscar, a preguntar, quien es mi guía del cielo para que finalmente sea tan educado de decirme quien de todas estas es mi media naranja, mi chica celestial, mi alma gemela, quien es la chica con quien debo salir y me debo de casar y tener hijos.
También había hombres en su mundo interior, como personajes del plan divino, eran sus amigos, a veces lo miraban con admiración y a veces lo criticaban y se burlaban de el. Más bien lo empezaron a ver con pena. A veces lo invitaban a salir y a veces lo dejaban solitario deambulando en el pequeño conjunto vacacional, entre la playa y los castillos donde vivía la gente.
Oculto así, odiaba el mundo. No sabia el porque o siquiera si había un porque. Debía ser el dolor impredecible de la soledad y la existencia que el vivía donde escribir era a la vez un resguardo.
Pero nunca, nunca había conocido su propio mundo interior, y ni siquiera había sabido que existía excepto como una energía debajo de su pecho.
Allí, la realidad adquirió nuevas dimensiones.
Y la búsqueda de la verdad absoluta se convirtió en una guerra dolorosa, profundamente dolorosa para el, llena de preguntas y contradicciones..
Ni siquiera sabia porque existía.
Había estudiado la Biblia siglos, y aun no lo comprendía, no era claro y transparente como el simple hecho de mirar la televisión.
Sufría de un profundo dolor sexual que exigía la soledad.
Ber estaba sentado en el jacuzzi como todos los días, con los ojos cerrados, cuando un joven contador se le acercó le dijo.
-Este es el mundo material-.
Ber pensó que era una broma. Se sentía como en el interior de una computadora, un programa. Todo era distinto, todo comenzó a cambiar, los colores se distorsionaron y eran maravillosos y luminosos.
Todo había comenzado odiando a Dios, en verdad se odiaba a si mismo y a su propia historia. No podría haber llevado una vida mas dócil y dulce? No podía aceptar la derrota del hombre de una vez por todas?
-Estamos en el mundo material- insistió el joven ángel quien aseguraba que sólo era un contador.
Bernardo entendió que estaba en el mundo de los programas, puesto que en hebreo material y programado se dice igual. Es decir, el mundo material también es el mundo de los programas.
-Te refieres a que estamos adentro de una computadora?- pregunto Ber incierto e inocente.
-Una computadora?- el contador junto al jacuzzi lo miro extrañado y rió mofándose.
A Ber le causo gran risa su confusión.
Dios, pensó Ber, por favor, necesito a una mujer, necesito ya a mi alma gemela, necesito mi amor. Dios, por favor, te lo pido.
Dios miraba a Ber desde el cielo y sonrió.
Ber comenzó a llorar, sus lagrimas cayeron en el agua vaporizandose en el jacuzzi y llenando toda la región.
-Necesito a Dios- grito.-Necesito hablar con el-. Que alguien lo traiga.
En eso se acercó una rubia y pregunto.
-¿Me puedo sentar?-
Subió a la casa y prendió el televisor, allí vio a una chica hermosa, a la chica mas hermosa que jamas había visto en su vida. Se llamaba Sara, y decía que había roto con su pareja del pasado y que se sentía muy sola. Era una entrevista fascinante.
Ber la observo y sintió su dolor dentro de el, el dolor tan profundo de la chica lo sentía propio.
-Debe de haber alguna forma de saber quien soy y en donde estoy- se dijo en su mente. -Tengo que desafiar las leyes de la naturaleza y la realidad hasta la ultima consecuencia.
De pronto se fue la luz de la televisión, como si se hubieran escapado los colores, y solo quedara en ellos un rayo de luz puro que iluminaba a la chica.
Ber miro extrañado sin poder comprender.
-Esto es muy extraño-.
Los colores estaban desapareciendo.
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